Enlace Judío México e Israel.- La decisión de Trump de evacuar las tropas del norte de Siria, convirtieron a los soldados de Rusia en los nuevos árbitros de la guerra y abrieron el camino para que puedan “conquistar” toda la región.

GUSTAVO SIERRA

Fue un golpe a la nuca del orgullo estadounidense. Desnudó la consecuencia de la decisión del presidente Donald Trump de retirarse del norte de Siria, donde mantenía un equilibrio entre las tropas kurdas y las turcas. Un simple video de un reportero ruso mostró a los estadounidenses que el viejo lema de “no hay que dejar espacios libres porque de inmediato lo ocupa otro” siempre está vigente.

“Estoy en una base estadounidense donde estaban hasta ayer por la mañana (las tropas de Estados Unidos), y esta mañana estamos aquí”, decía Oleg Blokhin, un reportero pro-Kremlin que acompaña a las tropas rusas en Siria, en un video en su página de Facebook. “Ahora veremos cómo vivían, qué estaban haciendo”, contaba mientras recorría con su cámara las instalaciones de la base estadounidense de Manbij que había sido evacuada de apuro por los marines. Otro video publicado por Anna News, otro sitio manejado por el Kremlin, decía “¡Manbij es nuestro!”. Y daba un recorrido virtual por la base. Mostraba escritorios todavía tapados de papeles y cables de computadoras colgando del techo. También un tubo de papas-fritas Pringles y una bolsa de galletitas dulces. Y la cocina de una cantina militar repleta de cajas de cereales, bolsas de panes y cuatro heladeras llenas de gaseosas y cajas de jugo. Otra publicación en el canal de Telegram mostraba con sorna la puerta del comedor de la base con un cartel de la bandera estadounidense junto al que señala la “Salida de Emergencia”.

Estas imágenes son la prueba contundente de que Estados Unidos dejó su posición en Siria, comprometió su histórica influencia en Medio Oriente y Rusia tomó control de un territorio crucial para la estabilidad global. Todo, gracias a la decisión de Trump, en contra de la opinión del Pentágono y el Departamento de Estado, de evacuar a las tropas que hacían de colchón entre los kurdos y sus enemigos turcos y sirios. Un movimiento que dejó indefensos a los aliados kurdos que habían estado a la vanguardia de la lucha contra el ISIS y el desmantelamiento del califato islámico que construido por los terroristas entre Siria e Irak. También abrió la posibilidad para que los combatientes extremistas islámicos se reagrupen y retomen su lucha.

Rusia, aliada del régimen de Bashar al Assad y de Irán, pasó de ser un peón más en el ajedrez sirio a convertirse en la fuerza predominante. Y de allí puede extender su influencia a toda la región. Una jugada histórica de consecuencias impredecibles. El líder ruso, Vladimir Putin, acompañó en los últimos días la ofensiva militar con otra diplomática. El lunes, descendió de su avión en Riad, Arabia Saudita, al eco del saludo de 21 cañones y viajó al palacio real acompañado de una escolta a caballo. Hasta hace poco, ninguna referencia a Arabia Saudita en los medios de comunicación rusos estaba completa sin un funcionario que denunciara al wahabismo, la corriente del Islam profesada por los sauditas, como una amenaza extremista a la propia forma de vida de Rusia.

Hace menos de cuatro años, Turquía derribó un avión de combate ruso cerca de su frontera, lo que provocó temores de un conflicto mayor entre esos vecinos cuando se enfrentaron en Siria. Ahora, con la retirada de las tropas estadounidenses Rusia pasa a tener el papel de mediadora y de contenedora de Turquía. Y, aparentemente, no tendrá muchos problemas para hacerlo. Rusia es en este momento el único país con el que todas las partes pueden hablar. Arabia Saudita e Irán, por ejemplo, no tienen más que enemistad profunda entre sí, pero Moscú mantiene buenas relaciones tanto con Riad como con Teherán. Y en ambas capitales los diplomáticos rusos hacen la misma pregunta: ¿No te gustan los iraníes en Siria? ¿No te gustan los sauditas en Siria? “No te preocupes. Estamos allí para vigilarlos”.

Y por debajo, como siempre, los negocios. Rusia acaba de vender un sistema de misiles antiaéreos a Turquía. Putin ofreció uno similar a Arabia Saudita. Además de una planta de energía nuclear. “Arabia Saudita aprecia el papel activo de Rusia en esta región y en el mundo”, dijo el rey Salman bin Abdulaziz cuando abrió conversaciones con Putin. “En la época soviética, las relaciones entre Arabia Saudita y la Unión Soviética estaban en un nivel bastante bajo. En los últimos años, la calidad de nuestras relaciones ha cambiado dramáticamente. Consideramos a Arabia Saudita una nación amiga”, respondió el líder ruso.

Todo esto apuntala la imagen de Putin del autócrata exitoso que está reconquistando la “grandeza” de la antigua Unión Soviética. El popular tabloide Moskovsky Komsomolets describió así el cambio: “La situación actual en el Medio Oriente habría sido impensable en los días de Henry Kissinger y su idea del ‘ajedrez geopolítico global’. El gigante de gran tamaño con el nombre de Estados Unidos perdió su camino a plena luz del día … mientras que la diplomacia rusa está por delante en el juego”. Otros titulares de la prensa moscovita fueron: “Rusia desempeña el papel de mediador universal y agente político, y ninguna de las potencias regionales puede ignorarlo”. “Trump dejó Siria en manos de Moscú”. “El error de Trump es un inesperado billete de lotería ganador para Rusia”.

El otro punto imbatible es que Rusia jamás cuestiona las políticas de Derechos Humanos o transparencia como lo hace Europa o Estados Unidos. Putin encuentra allí un terreno común con líderes tan diversos como Assad de Siria, Recep Tayyip Erdogan de Turquía, Hassan Rouhani de Irán e incluso Benjamin Netanyahu de Israel. Los rusos no acusan al príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.

Dmitri Trenin, analista jefe del Carnegie Moscow Center, dijo en un tuit que la influencia de Rusia en Siria “ha sido nuevamente probada y demuestra que es muy fuerte”. Se refería específicamente al hecho de que, gracias a la mediación rusa, los kurdos prefirieron hacer una alianza con las tropas de su enemigo Al Assad para que detenga a sus archienemigos turcos. Y lo hicieron después de ser persuadidos por el Kremlin. “Mantener contactos con todos, incluida Turquía, y tener una visión clara de los propios intereses y, por lo tanto, una política coherente está dando sus frutos”. Para otros, se trata de un enorme error. “La invasión militar turca en el norte de Siria solo ha complicado la situación en la región”, escribió en su blog Konstantin Kosachyov, presidente del comité de Asuntos Exteriores del Consejo de la Federación, la cámara alta del parlamento ruso. “Al tratar de resolver su problema por medios militares, Turquía crea uno nuevo y exacerba los viejos. Invadir un país vecino no es una táctica antiterrorista efectiva. Y Rusia no debe avalar esto; tiene que pedir un diálogo más sustancial”.

Los estados del Golfo Pérsico están preocupados por la retirada de Estados Unidos de la región desde que el gobierno de Obama le soltó la mano a Hosni Mubarak, el ex presidente egipcio, mientras enfrentaba un levantamiento popular que lo derrocó en 2011. Esas preocupaciones se intensificaron en 2013, cuando Washington decidió no aplicar una “línea roja” cuando el régimen sirio utilizó armas químicas contra la población civil. La elección de Donald Trump fue vista en Riad y Abu Dhabi como una oportunidad para restablecer las relaciones y recibieron con beneplácito su postura dura contra Teherán. Pero las dudas resurgieron cuando Trump abortó a último momento un ataque contra Irán después de que un avión no tripulado estadounidense fuera derribado en junio. Esto dejó en claro que Washington no utilizaría la fuerza contra Teherán.

Si bien el acuerdo con las fuerzas kurdas, alcanzado el domingo por la noche en la base aérea rusa de Khmeimim, expande la autoridad de Damasco y consolida el papel de Moscú como el principal agente de poder en el conflicto sirio, no está exento de peligros. Todavía es incierto si detendrá o no el avance turco. La rápida redefinición de las alianzas también significa que las tropas rusas que luchan junto a Assad están teóricamente en riesgo de verse involucradas en un conflicto contra Turquía, o fuerzas respaldadas por Ankara. “El desafío de Rusia ahora es ayudar a llegar a un acuerdo entre tres jugadores: Turquía, los kurdos y Siria: difícil, pero no imposible”, explica Dmitri Trenin, del Carnegie Moscow. “Si lo logra, el despliegue militar de Rusia y la participación diplomática en el Medio Oriente se volverán permanentes”.

Además del beneficio territorial para Assad, el papel de Moscú en la intermediación del acuerdo le permitirá retratar el abandono de los kurdos por parte de Washington como una evidencia de que Estados Unidos es un aliado poco confiable. También introduce una posible solución a un problema pasado por alto por Moscú en su hoja de ruta posterior al conflicto. La anterior alianza de los combatientes kurdos con los Estados Unidos fue un obstáculo para las negociaciones con Damasco. Ahora, Rusia puede reactivar ese proceso estancado y llegar a un acuerdo para redactar una nueva constitución y terminar con la guerra de ocho años.

 

 

 

Fuente:infobae.com