Enlace Judío México e Israel.- Líbano, la otrora denominada “la Suiza del Medio Oriente”, vive en el presente una crisis sin precedentes en su historia; con una superficie de 10,450 km2 es de los países más pequeños del mundo.

LEÓN OPALÍN

En su territorio viven 7.6 millones de personas, 61.3% practican la fe del Islam y 38.02% el cristianismo, el 25.0% de su población son inmigrantes. Líbano surgió como país en 1943 con la firma de un pacto entre las diferentes comunidades que lo habitaban.

La distribución del poder se estableció entonces con arreglo al peso demográfico de cada una de ellas; predominaban los cristianos (maronitas, griegos ortodoxos, griegos católicos y otras confesiones) frente a los suníes, chiitas y drusos. La presidencia del Estado quedó en manos de los maronitas, la jefatura del gobierno fue para los suníes y una cartera ministerial para los drusos; la presidencia del Parlamento fue controlada por los chiíes. La proporción de parlamentarios se estableció en 6 cristianos por 5 musulmanes.

A mediados de los setentas, se produjo la ruptura de este artificioso acuerdo, que provocó la guerra civil (1975-1990). Gracias a su crecimiento demográfico, los musulmanes, particularmente los chiíes, superaron a los cristianos. Los maronitas reaccionaron con violencia negándose a perder sus privilegios. La situación se vio agravada por la guerra entre Siria e Israel, que convirtieron a Líbano en escenario de sus operaciones y la presencia cada vez mayor de los palestinos.

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yaser Arafat consideró a Líbano su último refugio después de ser perseguida por Jordania en 1973, constituían el 10.0% de la población viviendo en Líbano concentrados en campos de refugiados en el Sur de ese país en condiciones de penuria.

En la primera fase de la guerra los cristianos retrocedieron frente a los palestinos y chiíes, hasta que Siria acudió en ayuda de los maronitas; en 1976, 20,000 soldados sirios invadieron el Líbano: Beirut, la Capital fue dividida en dos partes, el norte para los cristianos; el sur para los musulmanes. La guerra provocó el exilio de los libaneses y la quiebra de una de las economías más florecientes de la región.

A la lucha de las diferentes facciones se unió Israel que lanzó varias campañas militares. El 6 de junio de 1982, 60 mil soldados israelíes invadieron Líbano. La guerra finalizó cuando las tropas apoyadas por Siria tomaron el control del país; el conflicto causó la muerte de 150 mil libaneses, una cuarta parte de la población se exilió y cientos de miles vivían como refugiados en su propio país. En 1992 se celebraron las primeras elecciones en 20 años.

En este contexto, fue creada la milicia de Hezbolá en 1982, que representó la unión de diversos grupos chiitas radicales, como reacción a la invasión de Israel, fue apadrinada por Irán, país con mayoría chiís y por Siria; Hezbolá combatió contra Israel hasta el 2000, cuando este último se retiró de Líbano, se considera que Siria fue el gran vencedor de la guerra civil en Líbano en virtud de que logró el fin de la hegemonía cristiana y estableció un gobierno musulmán “dócil”.

Los acuerdos de Taef en octubre de 1989, y ratificados en marzo de ese año, impusieron fin a la guerra civil. Hezbolá se insertó en la vida política; en el presente tiene 13 representantes en el Parlamento de Líbano y 3 puestos en el Gabinete e importante apoyo popular, sobre todo en el Sur del país.

Con el apoyo de Irán, Hezbolá ha tomado el control casi completo del Estado de Líbano: el acero, los puertos, los cruces fronterizos, las redes telefónicas y los Ministerios de Seguridad y Servicios. Asimismo, tiene miles de combatientes entrenados y una amplia variedad de armamentos sofisticados. Hezbolá controla Líbano, lo que significa que Irán tiene control sobre el gobierno Líbano.

Líbano había tenido un sistema político diseñado para equilibrar el poder entre los principales grupos del país; sin embargo, el mal manejo de la economía por sucesivos gobiernos, que abusaron del poder para saquear la riqueza del país, así como la llegada de 1.5 millones de refugiados sirios desde el 2011, que se convirtieron en una carga para las finanzas públicas, afectaron el desempeño de la economía, hasta desembocar en un proceso recesivo, el PIB solo creció 0.2% en el 2018, con una previsión negativa del Banco Mundial de -0.2% para este año.

A partir del 17 de octubre pasado, una oleada de manifestaciones espontáneas se expandieron por todo Líbano; las movilizaciones surgieron a causa del anuncio de un nuevo impuesto para las llamadas de voz a través de internet. No obstante, la “tasa WhatsApp” es solo la punta del iceberg: el descontento de los libaneses tiene motivos estructurales; más de un millón y medio de personas salieron a protestar a las calles de Líbano durante el penúltimo fin de semana de octubre y han continuado sin cesar. Las protestas se han caracterizado por su naturaleza trasversal; los manifestantes pertenecen a todas las sectas y estratos sociales, incluyen simpatizantes de Hezbolá; el objetivo central de las manifestaciones fue que la ciudadana no se ha referido contra el presidente o el primer ministro, sino al hartazgo en contra de la totalidad del gobierno y los partidos políticos, a los que se acusa de corruptos y de ser incapaces de resolver los problemas del país.

Décadas de inadecuada gestión financiera y de una corrupción rapaz entre los políticos han dejado el 60.0% de la riqueza nacional en manos de 2,000 familias. La deuda de Líbano alcanzó 150.0% del PIB, lo que equivale a 75,800 millones de euros. El 30.0% de los libaneses vive bajo el umbral de la pobreza, según datos de la ONU, la población sufre del abuso de las mafias que abastecen el agua y la electricidad.

La situación de un número considerable de libaneses es dramática; un taxista (George Zeik) se quemó el pasado mes de febrero a lo bonzo frente a las puertas del colegio de sus dos hijos, en la norteña ciudad de Trípoli. No pudo hacer frente a los pagos de su educación.

Los libaneses han visto las medidas del gobierno como la tasa WhatsApp así como el aumento de los precios del tabaco y la gasolina, que pretenden incrementar los ingresos del Erario, como insuficientes para combatir la falta de empleo, el deterioro de los servicios públicos, particularmente la escasez de agua potable, de electricidad, la mala gestión de la basura, entre otros. En este sentido, los ciudadanos reclaman mejores condiciones de vida, frenar la corrupción y el sectarismo en el Estado policial. La ciudadanía pide quitar a la elite “por saquear a la economía”, los libaneses han bloqueado principales avenidas y carreteras en Beirut y en otras ciudades. Muchas escuelas, bancos y Universidades estuvieron cerrados por dos semanas.

Analistas políticos han señalado que el enojo que se ve en las calles de Líbano, en parte es el resultado de la insistencia de Hezbolá en convertir al país en una línea de confrontación con Israel y Occidente. Las consecuencias han sido negativas y el entorno puede empeorar. Consideran que Hezbolá debe darse cuenta que tomar a Líbano como rehén de los deseos del líder supremo de Irán se arriesga a una confrontación con todo el pueblo libanes, incluso los chiitas.

El primer ministro Hariri, antes de renunciar, anunció un nuevo paquete de medidas: reducir en un 50.0% los sueldos de ministros y diputados, la privatización del sector de telecomunicaciones y una ley “para devolver el dinero público robado”. Economistas libaneses piensan que las medidas anunciadas llegan tarde y son inviables; las reivindicaciones populares son legítimas. Por lo demás, de las reformas depende también el desbloqueo de 9,800 millones de euros prometidos por la comunidad internacional al país en una conferencia de donantes en París en 2018.

La clase “capitalista” libanesa no tiene una visión empresarial para invertir y reactivar la economía; “tiene un perfil rentista que no produce casi nada”. Los sectores agrícola e industrial solo aportan 11.0% del PIB; “si estalla una guerra los ricos solo tienen que hacer un clic para poner a salvo sus fortunas en un banco suizo”.

Cabe destacar que Líbano ocupa el puesto 138 de 180 en la lista de corrupción de Transparencia Internacional. Quizá la renuncia del primer ministro Hariri es entendible: Hariri dijo que se encontraba en un callejón sin salida a nivel político. Su dimisión deja un vacío de poder que puede agudizar la crisis.

Por otra parte, EUA ayudó indirectamente a avivar la crisis en Líbano a través de la imposición de nuevas sanciones a Irán, lo que ha debilitado en cierta medida el apoyo de este último a Hezbolá.

Jad Chaaban, profesor de la Universidad Americana de Beirut, señala que salir de la crisis requiere inyectar sangre nueva en la clase política y que se reparta el poder de acuerdo a cuotas, ya que entre los actuales parlamentarios y ministros se hallan los principales prestamistas y banqueros del país. “La deuda de Líbano no está ligada al extranjero, sino a prestamistas libaneses; conforme engorda la deuda se hacen más ricos, ya que cobran hasta el 10.0% de intereses por sus depósitos en la Banca” no parece razonable para la ciudadanía de Líbano que esté pagando el precio de las acciones de Hezbolá en la región y por sus amenazas a Occidente. Sin embargo, esta es la realidad que ha provocado el deterioro de la economía de Líbano y “ha colocado al gobierno entre el martillo de Occidente y el yunque de Hezbolá”. En consecuencia a menos que Hezbolá reduzca sus servicios a Irán, sufrirá el Líbano y su gente sufrirá más que antes.

Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá está consciente de que su partido y sus aliados dispararon el movimiento de protesta; con dos discursos, Nasrallah se apresuró a justificar su posición y amenazar a sus oponentes, empero, no puede entender que hoy se enfrena “a personas cuya energía es mayor que la suya y que son más poderosos que sus amenazas”, aunque sabe que será el mayor perdedor en cualquier cambio futuro al sistema político que actualmente está oprimiendo a los libaneses, por eso rechaza los cambios. Nasrallah nunca ha considerado los intereses de Líbano por su permanente subordinación religiosa y política al Líder Supremo de Irán. No obstante, su proyecto es contrario a la naturaleza de Líbano y su ciudadanía. Aparentemente Líbano se encuentra en el principio del fin de la “era de dominación de Irán a través de Hezbolá en Líbano”.

Líbano, sin un Hezbolá armado y leal a Irán, podría ser el país más próspero de la región.

 

 

 

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