Enlace Judío México e Israel – Reuven Magnagey sobrevivió al infierno de la guerra, se rehabilitó en Beit Halojem y triunfó en los Juegos Paralímpicos. De visita en México, comparte su asombrosa historia. 

 

 

Es viernes de Pésaj de 2002 y Reuven Magnagey ha recibido una llamada que cambiará su vida para siempre. Debe presentarse en su unidad del ejército cuanto antes. Son los tiempos de la Segunda Intifada y, para los soldados, ir al frente puede significar hallarse de pronto en el infierno.

La inteligencia israelí ha detectado movimientos de terroristas que se dirigen a Haifa. Magnagey y otros reservistas son movilizados hacia Yenín para realizar una “limpieza”, un operativo que consiste en revisar casa por casa en busca de terroristas. Es un barrio muy poblado y lleno de civiles entre los cuales se ocultan los enemigos. El gobierno ha instruido al ejército a realizar la operación lo más rápido posible y a cuidar la vida de los civiles.

Cuando el batallón de Magnagey llega hasta la puerta de una casa donde se sospecha que hay terroristas agazapados, nota que está blindada. Los esfuerzos por abrirla son inútiles, así que el comandante coloca en ella un pequeño explosivo. Lo que se abre al estallar el artefacto son las puertas del infierno.

 

Un estado en guerra

Reuven Magnagey es uno de los 51 mil veteranos de guerra que viven en Israel, un país sitiado por diversos grupos combatientes que obedecen las órdenes de un único enemigo real, el poderoso Irán. Así lo relata Adrián Teper, representante de Beit Halojem para América Latina, quien ha venido a México junto con Magnagey para contarle a la comunidad judía lo que no se dice en los diarios internacionales.

Es el 5 de noviembre de 2019 y las voluntarias de Beit Halojem México han ofrecido una cena en honor del veterano que visita México. Esta organización brinda ayuda a los veteranos de guerra que han sufrido lesiones y traumas diversos. Les ofrece terapias físicas, rehabilitación, terapia ocupacional y apoyo psicológico en cuatro centros ubicados en Tel Aviv, Jerusalén, Haifa y Beer Sheva.

Luego de las palabras de bienvenida ofrecidas por Malke Izbitzki, presidenta de Beit Halojem México, Teper ofrece un panorama de la situación que vive Israel desde hace dos años. “No sé qué sale en los diarios, en los medios, acá en México, pero en Israel hace ya casi dos años que hay no una batalla sino una guerra”, dice.

No se trata de una guerra convencional, con tanques y soldados apostados en trincheras. “Hoy en día Israel está rodeada por casi 200, 000 misiles (…) En el norte tenemos a Hezbolá (…) y en Gaza tenemos a Hamás. Ahora, si hago un resumen de todo esto, tenemos un solo enemigo que se llama Irán (…), es el patrón tanto de Hamás como de Hezbolá”, organizaciones que, a decir del activista, no mueven un dedo si no reciben la orden de Irán.

“Entonces, Irán, hoy, llegó a un punto, de una manera muy inteligente, que nos rodea aunque no tenemos frontera con Irán. Irán es una amenaza. Israel está haciendo todo tipo de cosas. Mucho de eso no sale a la luz, se hace a través de una guerra de inteligencia, pero la guerra existe y está. No lo digo para asustar, porque nadie está asustado en Israel, pero sí hay que prestarle atención a lo que está pasando.”

 

Fuego en la noche

Con el estallido de la puerta, el fuego se apodera de la noche. Magnagey y los otros 13 miembros de su batallón se ven de pronto sacudidos por los disparos que provienen de todas direcciones. Unos minutos más tarde, el soldado ve cómo una luz se impacta contra su rodilla. Él cae. Un compañero lo alza sobre sus hombros para intentar protegerlo de la lluvia de fuego que proviene de la oscuridad circundante pero esta alcanza al soldado y lo hace caer con Magnagey a cuestas.

Luego, silencio. Durante algunos minutos, ni un solo movimiento. Después, voces en árabe cuentan los cuerpos que yacen en el suelo. Magnagey, atento a su destino, seguro que la muerte viene por él encarnada en el rostro de su enemigo, toma de entre sus ropas una granada y le quita el seguro. Piensa que, si ha de morir, lo hará llevándose por delante a sus asesinos. La única imagen en su mente son los rostros de su esposa y de sus hijos. Reza los Salmos.

Sin embargo, los enemigos no llegan hasta él. Después de algún tiempo impreciso, el soldado israelí escucha que lo llaman. Al principio teme que sus rescatistas sean aporreados por las balas enemigas, así que les pide que no vengan por él. Una vez que se da cuenta que no va a morir ahí, lucha por devolver el seguro a la granada que sostiene.

Cuando es rescatado al fin, todavía incapaz de sentir el dolor de su pierna destrozada, Magnagey observa alrededor suyo y comprueba que es el único sobreviviente de su batallón. 13 cuerpos yacen bajo el cielo de Yenín.

Beit Halojem, la luz

Sobrevivir a la guerra implica más que simplemente seguir respirando. Hay que superar los traumas y no permitir que las heridas, muchas veces discapacitantes, se conviertan en lastres que hagan imposible gozar, producir, amar. Esa es la misión de Beit Halojem, proveer a los veteranos la ayuda que necesitan para dejar atrás el campo de batalla.

En sus instalaciones cuenta con gimnasios y equipo de rehabilitación. 25% de los cuantiosos costos que su mantenimiento implica es subsidiado por el propio Ministerio de Defensa, al que pertenece la organización. El resto proviene de organizaciones judías y no judías al rededor del mundo. Incluso los 12 mil judíos que viven en Irán realizan aportaciones.

Por eso ha venido hasta México este veterano de guerra a contar su historia. Porque es necesario recordar a qué se enfrentan todos los días quienes, como él, han sufrido lesiones terribles que han forzado sus vidas a tomar rumbos distintos a los planeados.

Magnagey cuenta su propia historia con un semblante sereno y sonriente. Incluso se permite bromear cuando narra su origen, en una comunidad ultra ortodoxa, y muestra su “muy pequeña kipá” como signo de que él, en cambio, no es tan religioso como sus padres, a quienes creció obedeciendo rigurosamente.

Luego de aquella noche funesta en que fue trasladado al Hospital Rambam de Haifa, la vida de Magnagey ya nunca fue la misma. Tuvo que ver a sus hijos volver a la escuela, a su esposa seguir con sus actividades mientras él se quedaba postrado de cara al techo, tras dos años de entrar y salir de los hospitales, sometido a cirugías y procedimientos médicos.

Entonces tuvo que decidir entre sucumbir a la tristeza o hacer algo con la vida que aún tenía por delante. Así llegó a Beit Halojem. “Ahí entienden lo que estás sufriendo”, dice. “Comencé en el gimnasio, que tiene todo lo necesario para los diferentes tipos de heridas. Decidí comenzar a hacer deporte para traer luz a mi vida.”

De entre los diversos deportes que pueden practicarse en esta institución, Magnagey optó por el remo. En esa disciplina representó a Israel en los Juegos Paralímpicos de Beijín, en 2008, de Londres, en 2012 y de Río, en 2016.

Hoy en día, el veterano ofrece pláticas a niños escolares. Intenta explicarles cómo extraer luz de la oscuridad, oportunidades de los problemas. En resumen, cómo vivir. Porque “en Israel estamos acostumbrados a seguir adelante.”

 

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