Enlace Judío México e Israel – Zvi Plesser, solista invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional, ofreció dos conciertos en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Unas horas antes del primero de ellos, conversamos en exclusiva con el músico israelí. Esto fue lo que nos dijo. 

 

Es el mediodía del viernes 29 de noviembre de 2019 y, unas horas más tarde, el famoso chelista israelí Zvi Plesser interpretará el Concierto para violonchelo en mi menor, op. 35 de Edward Elgar, como solista invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional, en el Palacio de Bellas Artes.

Hace unos minutos ha concluido el ensayo de la orquesta y el músico, sonriente y afable, recibe al equipo de Enlace Judío en su camerino. La vertiginosa vida de la Ciudad de México se aprecia desde la ventana abierta, al lado de donde el estuche del chelo reposa vacío. Plesser se sienta de espaldas al espejo, chelo en mano, y se dispone a iniciar una conversación que pasará por la música de Bach, las pirámides de Teotihuacán y las series de Netflix.

“Estamos celebrando 100 años desde que fue escrita (la obra que hoy interpretará), Elgar la escribió muy afectado por lo que vio, escuchó y sintió de la terrible Primera Guerra Mundial, y era ese un momento de gran tragedia en Europa, en general y en Inglaterra, en particular, y el estaba muy afectado por el dolor y el sufrimiento que vio”, explica Plesser cuando indagamos sobre el significado y la importancia del Concierto en mi menor.

“Adicionalmente, él tenía sus propios problemas, estaba enfermo y pensaba que se iba a morir, y la historia es que él escribió este tema triste y sentido cuando estaba en el hospital y pensaba que se estaba muriendo.

“Entonces, tiene un origen trágico pero la pieza en sí no es toda trágica, tiene momentos luminosos, tiene mucho optimismo y es muy colorida. Tengo que decir sobre esta pieza que su primera interpretación fue muy mal recibida. Aparentemente, la ejecución fue muy mala porque no hubo suficiente tiempo de ensayo, y algo salió mal. Todo mundo estaba muy molesto al respecto y durante años la pieza no fue bien tocada ni recibida.”

Pero la suerte de este concierto cambió de la mano de una de las más grandes chelistas de la historia, la célebre Jacqueline du Pré. Según Plesser, ella trajo la pieza a la luz y juntas cobraron fama y prestigio en un mundo dominado por fuerzas invisibles, donde grandes obras pueden dormir en el anonimato por décadas y grandes intérpretes, hallar un destino terrible.

“Desde entonces, desde que Jacqueline la trajo a la luz, es una pieza muy popular y creo que es una de las más amadas y apreciadas piezas de cualquier repertorio, especialmente para chelo.”

Y entonces, Plesser deja el micrófono en las manos del reportero y toma el arco para ejecutar el famoso tema inaugural del concierto aludido. Sus dedos se deslizan por las cuerdas con tan absoluta facilidad que pareciera que el instrumento es una extensión del cuerpo del músico. Las notas se hinchan en el silencio del camerino y lo colman todo. Luego, silencio de nuevo.

“Este es el tema que Elgar escribió en el hospital”, explica Plesser. “Creo que desde el comienzo escuchaste que hay en él tristeza y quizá nostalgia por algo que ya no está más ahí, algo simple. Me preguntaste por qué me gusta este concierto y es porque estas emociones y estos sentimientos complejos se muestran mejor en este chelo, en el instrumento para el cual fue compuesto el tema, pero estas cosas, incluso antes que yo escogiera este instrumento, estas cosas ya resonaban en mí. ¿Sabes? Dame una melodía triste y me gustará tocarla. Esa es la conexión, tiene esa tristeza, es un viaje emocional tocar esta pieza.”

Apasionado y sensible, el músico israelí se explaya:

“La música te puede llevar muy lejos, a distintas tierras, y a muchas diferentes áreas de tu psique y de tu alma, y esta pieza es increíble cómo te lleva de una cosa a la otra, de sentimientos muy cálidos, como en el tercer movimiento, que hay esta calidez y este amor que, tú sabes, es increíble cómo logra mostrar esa belleza y en el último movimiento otra vez, esta especie de reacción militar a lo que sentía (el autor)… y creo que el clímax de la pieza está en el mero final.”

Circular como un tipo de narrativa, “termina volviendo al principio. Y ya sabes cómo es en la vida: vas lejos, viajas, ves, te desarrollas, cambias, pero eventualmente siempre regresas a ti mismo o a lo que eres. Y el final, cuando regresa el tema nuevamente, es completamente diferente aunque sean las mismas notas. Se siente diferente porque todos, los músicos y el público, han pasado por un enorme viaje de 30 minutos a través de distintas emociones y escenarios, creo que eso es lo mejor que puedes pedirle al arte y a la música.”

El chelo es uno de los instrumentos más demandantes de la orquesta. En el repertorio de todo chelista profesional deben figurar Schunann, Brahms, Beethoven. “Ese es nuestro pan de cada día. El concierto de Dvořák, el concierto de Elgar, el concierto de Schumann… Tchaikovsky.”

Pero también están “los prerrománticos, tenemos la biblia del chello, las seis suites de Bach. No creo que haya un chelista en el mundo que no toque las seis suites de Bach o, por lo menos, que no lo intente, porque son como nuestra Biblia.”

“Y luego hay un montón de repertorio en medio: Boccherini, Locatelli, en el barroco y el rococó, hasta llegar a Haydn, que fue lo bastante generoso para escribir para nosotros dos conciertos. Pero por desgracia, Mozart no lo hizo. No hay piezas de Mozart para chello, ni siquiera una, lo cual es… ¿sabes? Si algún día me reuniera con él en el cielo le preguntaría por qué…”

Enfilado en una lección de música, Plesser habla del abundante repertorio escrito en el siglo XX “que fue un gran siglo para el chelo. Gracias a los grandes solistas como Rostropovich y Yo Yo Ma y muchos otros, muchos grandes compositores del siglo XX escribieron asombrosas piezas, como Shostakóvich, Prokófiev, Britten y muchos otros. Entonces, el repertorio es muy amplio y variado. Quizá no tanto como para violín o piano pero hay suficiente trabajo para toda una vida y es siempre interesante y fascinante.”

“Pero ¿qué le gusta tocar a usted?”, se le pregunta. “La respuesta es lo que estoy tocando en ese momento. Trato de sumergirme en cada pieza y tocarla como si fuera la primera vez, de cierta manera. Deshacerme del exceso de equipaje de la tradición y las ejecuciones pasadas, y verlas como nuevas. Hay una frase, no recuerdo de quién, que dice “deberías de tocar la música vieja como si fuera nueva y la música nueva como si fuera vieja”.

 

Raíces en Polonia y en Siria. Familia en México

Como todo israelí, Plesser es un descendiente de migrantes. Sus abuelos paternos migraron desde Polonia, mientras que los maternos lo hicieron de Siria. “Mi abuelo tuvo no me acuerdo cuántos hermanos, como seis o siete hermanos y hermanas, y creo que uno o dos de ellos emigraron a México. Entonces tengo una gran familia aquí en México, a los cuales conocí en Israel en ocasiones familiares como cumpleaños y fiestas, y una vez, cuando estuve aquí antes, vinieron a mi concierto y posiblemente vengan a mi concierto del domingo, eso espero.”

Plesser ha estado en México unas 10 veces. Ha tocado en la capital por lo menos seis. Ha tocado un par de ocasiones en el Festival Cervantino. Ha realizado giras por todo el país. Ha estado en la Orquesta de Cámara de Bellas Artes y ha ido hasta Monterrey.

“Creo que la primera vez que vine a la Ciudad de México fue con la Orquesta de St. Martin in the Fields; toqué a Brahms, el Concierto Doble, aquí, en Bellas Artes, con Gil Shaham y Sir Neville Marriner, que murió hace no mucho, y esa fue una de esas experiencias de vida que siempre recuerdo. Así que me gusta venir aquí.”

Muchos músicos populares encuentran especial tocar en México. La gente, dicen, es más emotiva, hace más ruido, corea las canciones a todo pulmón y aplaude mucho. Pero, ¿tiene algo de especial la experiencia de tocar música clásica en este país?

“Durante el concierto no hay un ruido excepcional, que yo recuerde, pero sí recuerdo que a la gente le gusta aplaudir con entusiasmo entre movimientos, lo cual es algo que en lugares tradicionales no se ve como apropiado pero yo lo encuentro, tú sabes, si la gente está feliz y quiere aplaudir porque escuchó algo que amó, a mí me gusta ser aplaudido con entusiasmo a la mitad de una pieza.”

Eso, dice Plesser, “solía ser así, antes de que se instauraran todas esas reglas, solía ser casi como el jazz; si alguien tocaba bien la gente aplaudía, y si alguien tocaba terriblemente, la gente abucheaba. Solía ser mucho más interactivo que lo que es ahora. Y aquí, sí, es un poquito más interactivo, hay una sensación de vitalidad en la sala. Y debo decir que, después del concierto, siempre recibo visitas de personas del público y todo mundo viene y hay este sentimiento de gran apreciación del arte y de la música y de la gente que viene de fuera a tocar.”

Antes, Plesser mencionó a Yo Yo Ma. Platicamos sobre el concierto que el músico de origen chino ofreció en el Monumento a la Revolución, para un público de más de 20 mil personas.

“Esta música dura más de dos horas y media”, dice Plesser, sorprendido por un fenómeno que, dice, ha visto una y otra vez replicarse por todo el mundo. “Hay algo acerca de su personalidad, acerca de su origen, acerca de su interpretación, acerca de su forma de ser, de la celebridad que es, de aquello que defiende, la gente está dispuesta a venir y arriesgarse y vivir esta experiencia que de otra manera jamás imaginaría siquiera.”

Se trata, dice, de “un tributo a él y yo creo que eventualmente también es un tributo a Bach… así que lo que él está haciendo es hipnotizar a la gente, y es el poder de la personalidad y el carisma y solo puedo agradecerle por hacer esta música tan relevante para tanta gente porque no es algo que se vea normalmente.”

 

Música y solo música

“Uno de los problemas que la música clásica tiene para atraer públicos es esta barrera, estas reglas, estas leyes, esta brecha entre los intérpretes, la música y el público, y cualquiera que se las arregle para romper esas paredes y traer la música, del alguna manera, a la tierra… no estoy diciendo bajar el nivel, obviamente él (Yo Yo Ma) no está bajando nada, lo está llevando al más alto nivel, pero arreglárselas para, a través de su personalidad y de su fama… yo creo que le muestra a la gente que la música es música, la buena música es buena música, y no importa si se llama clásica o Bach o Beethoven o Mozart, no es más atemorizante que cualquier otra música, solo tienes que venir con la mente abierta y los oídos abiertos y ver qué pasa.”

Dice que la gente tiene una curiosidad natural por la música, que eso es inherente a todos, “pero algunas veces esa curiosidad es aplastada por el miedo y por la vergüenza. Lo primero que escucho decir a la gente que viene por primera vez a un concierto es “no sé nada de eso”. !No tienes que saber nada, tienes que venir y escuchar, y poco a poco, si escuchas mucho vas a saber más!”

Y hablando de oídos abiertos, Zvi Plesser, que no ha dejado de denotar un entusiasmo desbordado durante la conversación, y que está a pocas horas de hipnotizar al Palacio de Bellas Artes con el nostálgico tema principal del Concierto en mi menor, dice que escucha todo tipo de música.

“Tenemos asombrosa música pop israelí, un montón de muy buena música pop. Escucho mucho de eso de forma natural porque está en mi hábitat. Pero también me gusta el rock, el jazz, algo de new age. Fui afortunado de crecer en una familia de música clásica pero tuve hermanos que me dijeron que escuchara a Led Zeppelin, a Kiss, a Genesis, a Pink Floyd, así que conforme crecía, en los 80, tenía todo eso a mi alrededor, y todavía lo escucho. De hecho, me gusta escuchar casi todo tipo de música, todo tipo de buena música.”

 

Los científicos y la música

“Mi padre era un físico nuclear. Siempre me sentí fascinado por lo que hacía y yo tenía una especie de ventana abierta a ese mundo pero estaba demasiado ocupado aprendiendo a tocar el chelo y haciendo otras cosas. No creo que sea mi talento natural investigar esas materias complicadas. Tengo un hermano mayor que estudió Física, así que está bien, tenemos un representante en el departamento de la Física.”

El tema viene a cuento porque, al parecer, muchos científicos se sienten atraídos por la música de una forma especial y varios de ellos son músicos frustrados o, mejor dicho, aficionados que tuvieron que elegir entre la ciencia y la música porque cada una es lo bastante exigente como para imposibilitar el cabal desempeño de un individuo en ambos territorios simultáneamente.

“Muchos, incluido Einstein. No tengo la respuesta (a por qué ocurre eso) pero pienso que hay algún tipo de pensamiento en común o trabajo cerebral que se lleva bien con las matemáticas y las ciencias y la forma como se analiza y entiende la música, especialmente la armonía y la forma. Debe de haber ahí un tipo de mente investigadora. Aparte de eso no sé si haya algo pero puedo decirte que tienes razón porque yo crecí en una ciudad donde había muchos científicos y había ahí muchos músicos amateurs, como mi padre y muchos de sus amigos, a todos lados a donde íbamos él tocaba música con sus amigos biólogos y físicos y químicos, entonces había toda una orquesta con esos científicos, músicos amateurs.”

 

México, Israel y lo que sabe el mundo

La conversación se presta para indagar qué tanto conoce este músico israelí sobre los compositores mexicanos. Apenas anoche, Plesser asistió al estreno de una obra “muy hermosa” de cuyo compositor no recuerda el nombre. Admite que no es un experto en música mexicana pero que le gusta aprender.

Eso nos lleva a indagar por qué será que sabemos tan poco de países como Israel, en México, o de México, en Israel. Por qué será que lo primero en lo que pensamos cuando escuchamos de Israel es en guerra y lo primero en lo que piensan los israelíes cuando escuchan sobre México es el narcotráfico.

“La gente lee los titulares y las noticias y esa es la imagen que se hace, incluso en este mundo global, con el internet y los medios, donde todo está al alcance de tus manos, la gente sigue sin ser lo bastante activa como para investigar pero se están haciendo cosas.”

Dice, con cierto optimismo, que “los intercambios culturales ocurren todo el tiempo y deberían de pasar tanto como sea posible. Tanto aquí como allá se puede ver muy lindas iniciativas de gente que viaja para estudiar aquí y allá… hay un movimiento más activo entre países y entre culturas, pero creo que siempre ha sido así, la gente mira los titulares y le gustan las cosas fáciles “México, narcos, Netflix…” es más fácil asumir que México se trata de narcos pero si excavas un poco…”

Plesser, quien ha pasado algunos días en México durante su actual visita, muestra un gran entusiasmo cuando habla del Museo de Antropología o de las pirámides de Teotihuacán. “Es una historia increíble y una fascinante cultura, es interminable. Y la ciudad, aquí, está tan llena de… siento que es vibrante culturalmente, así que creo que es un asunto de relaciones públicas. Todo mundo necesita mejores relaciones públicas, también Israel necesita mejores relaciones públicas, tanto como sea posible, a lo mejor yo estoy ayudando un poquito.”

 

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