Enlace Judío México e Israel – A menos de un mes para el tercer intento de elecciones en Israel, el panorama vuelve a definirse, y sigue en una situación muy similar a la que se vio en dos ocasiones el año pasado: una ligera ventaja para Gantz sobre Netanyahu, pero sin que alcance la mayoría de 61 escaños para poder integrar gobierno. Así que parece que otra vez la decisión va a depender de Avigdor Lieberman. Aunque en esta ocasión hay algo que puede cambiar la ecuación política: Donald Trump y su plan de paz para Medio Oriente.

Si las encuestas aciertan —como ya lo hicieron durante el año pasado—, el resultado de la próxima elección en Israel será el mismo: una ligera ventaja para Gantz sobre Netanyahu, pero la incapacidad de los dos para formar gobierno sin los 8 escaños que se calcula ganará Yisrael Beitenu, de Avigdor Liberman.

Esto, potencialmente, podría prolongar la crisis política que se vive desde hace un año.

Pero hay un nuevo factor que va a radicalizar las posturas, y es el plan de paz para Israel y Palestina que ha propuesto Donald Trump, y que en principio ha recibido el apoyo de Netanyahu, Gantz y los países árabes.

Netanyahu, Gantz y Liberman no tienen diferencias de fondo sobre la conveniencia del plan. Acaso el único tema crítico sería el de las anexiones de ciertas zonas de Cisjordania, pero sólo porque Gantz considera que esas deben realizarse cuando ya esté decidida la conformación del nuevo gobierno. Netanyahu prefiere acelerar el proceso. A Liberman le da igual. Conociendo su postura personal, incluso es evidente que en ese punto estaría de acuerdo con Netanyahu: mientras más pronto se anexe ese territorio, mejor.

Pero ahora quien entra en crisis, antes que nadie más, es Gantz. Los 59 escaños que le conceden las encuestas incluyen a los partidos árabes y a la coalición de izquierda Avoda-Meretz, que en total representarían alrededor de 25 escaños. Y es obvio que esos dos bloques se van a oponer a la implementación del plan de paz de Trump.

Para alcanzar la mayoría necesaria en la Knéset, Gantz tendría que convencer a Lieberman de aportar sus 8 escaños, pero es obvio que este sólo lo hará siempre y cuando se siga adelante con el plan de paz de Trump.

Es decir, si antes era impensable una coalición que incluyera a los árabes, a la izquierda (Avoda y Meretz) y a Yisrael Beitenu, hoy por hoy esto es todavía “más imposible” (si se permite la expresión).

Esto también pone en un predicamento a Lieberman: si acepta unirse a la coalición de Gantz y Kajol Laván, va a dar el mensaje de que está dispuesto a rendirse ante mucha gente que está en contra del plan de paz de Trump, comenzando por los árabes y la izquierda, pero pasando también por algunos cercanos a Gantz que siempre han mantenido una política concesionista, como Yair Lapid.

Para poder integrar a Lieberman a su coalición, Gantz no tendría más remedio que prescindir de árabes e izquierdistas y buscar el apoyo de otros partidos que, normalmente, apoyan a Netanyahu. No es algo imposible, porque las posturas políticas son demasiado similares. En muchos sentidos, Kajol Lavan es casi lo mismo que Likud. El problema es que entonces Gantz tendría que buscar el apoyo de los partidos religiosos, y eso lo pondría en pleito con Lieberman. Justamente, Lieberman no ha aceptado apoyar a Netanyahu porque exige que este renuncie a integrar a los partidos religiosos a la coalición.

Así que Netanyahu parece llevar la ventaja. Tiene dos o tres escaños menos que Gantz en las encuestas, pero ante la situación crítica, es más razonable la posibilidad de que Liberman opte por recomendar a Netanyahu como próximo primer ministro.

Claro, suponiendo que Liberman se comporte de manera razonable (cosa que no siempre hace).

La mejor opción —lo vengo diciendo desde hace un año— es que el gobierno de coalición lo integren Likud y Kajol Lavan. Pero ahí volvemos a chocar con la intransigencia de Gantz y Netanyahu. Uno, porque no quiere que el otro siga en la política; el otro, porque no se va a ir.

Si ninguno de los dos cede, otra vez la responsabilidad final será de Liberman, que podría resultar muy lesionado en su imagen pública si se aferra a su postura y provoca una cuarta ronda electoral.

Mientras tanto, Netanyahu tiene un par de semanas para vender la idea al electorado de que Gantz y su coalición en potencia es un riesgo para el país en este momento concreto, por la presencia de grupos enemigos de la implementación del plan de paz (árabes e izquierdistas). Y nótese: en eso tiene razón. Si lo logra, podrá robarle algunos escaños a Kajol Lavan. Además, también tendría que convencer al electorado de que Liberman es un irresponsable que puede provocar una cuarta ronda electoral. Y en eso también tiene razón.

Pero el electorado israelí es un hueso muy duro de roer. Si las encuestas señalan que el panorama sigue prácticamente igual que hace un año, es porque parece que todo mundo está, de un modo u otro, resignado a que el primer ministro siga siendo Benjamín Netanyahu, aunque sólo sea “provisionalmente” mientras se logra una elección funcional.

O mientras se resuelve el pleito jurídico en el que está metido Netanyahu. Si es declarado culpable, su retiro obligado destrabará la crisis. Si es declarado inocente, probablemente lo veamos regresar con más fuerza.

Pero mientras, Gantz y Lieberman están metidos en una situación complicada, tienen que evitar mandar el mensaje de que están asociados con los grupos que no quieren aceptar el único plan de paz que ha recibido el apoyo de los países árabes, y que representa la posibilidad a corto plazo de comenzar a implementar una solución con los palestinos.

Eso, tarde o temprano, alguien se los va a cobrar en las urnas.

Y podría ser Netanyahu.

 


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