Enlace Judío México e Israel – La UNAM, gigante académico de América Latina, está trabajando en áreas sorprendentemente diversas para ofrecer soluciones que nos permitan enfrentar la epidemia de covid-19. Conversamos con el coordinador de estos esfuerzos para entender el papel que juegan la ciencia en general, y esta institución en particular para luchar contra la enfermedad.  

 

No se puede invertir en ciencia para intentar resolver un tema específico, pues las probabilidades de éxito son muy bajas y la inversión resulta poco eficiente, opina en esta conversación con nuestra colaboradora Carol Perelman el doctor William Lee Alardín, coordinador de Investigación Científica de la UNAM, quien a lo largo de esta charla da cuenta de los esfuerzos monumentales que está realizando la Universidad Nacional Autónoma de México para enfrentar la epidemia de covid-19.

“El conocimiento se va construyendo sobre lo que hay”, dice, “y es una escala sobre la cual los cambios requieren como de 10 años para consolidarse y verse; es más larga que un plazo electoral.” La formación de un científico, desde que ingresa en una facultad hasta que concluye un doctorado, dura justo ese tiempo y esa, en opinión de Lee Alardín, debería de ser la escala sobre la que se base la continuidad de los proyectos “y en México no hemos tenido eso.”

La entrevista, que fue transmitida en vivo para el público de Enlace Judío el 17 de abril, se orientó a intentar entender el papel que juega la UNAM en el combate a la epidemia que tiene al mundo en jaque desde comienzos del año, y que ha cobrado ya la vida de cientos de personas en México y de cientos de miles en el mundo.

No son esfuerzos aislados ni mínimos los que realizan los muy diversos grupos de científicos de la institución. Tanto en los ámbitos de la investigación como en el desarrollo tecnológico de equipos necesarios para el diagnóstico y el tratamiento del covid-19, múltiples equipos formados por matemáticos, físicos, geógrafos, epidemiólogos, químicos, ingenieros y profesionales de casi cualquier disciplina científica imaginable trabajan en coordinación con el gobierno y la iniciativa privada para impedir que México sufra los estragos vistos en Italia, España o Estados Unidos, a consecuencia de la peor pandemia que la humanidad haya enfrentado en muchas décadas.

“Un problema como el que estamos enfrentando ahorita es multidisciplinario por definición, porque tiene la afectación directa de salud (nos estamos enfermando) pero también tiene efectos económicos, necesidades tecnológicas, de desarrollo tecnológico de los insumos que requieren los médicos para protegerse y para curarnos, para atendernos; hay una información muy importante que hay que conocer y usar en términos geográficos  y de contaminación y de medioambiente, que hay que tener presente como factores que pueden agravar una epidemia o como cosas que se pueden usar para entenderla mejor y predecir para dónde va y entonces protegernos mejor.”

Además, la UNAM realiza investigación en el campo de las humanidades y las ciencias sociales, que son particularmente relevantes en este momento, cuando se intenta comprender fenómenos sociales como la violencia y las consecuencias del aislamiento en el comportamiento de las personas y de las sociedades. Según Lee Alardín, es imposible resolver los retos que la epidemia pone ante nosotros sin un enfoque integral. Todas estas áreas de investigación “son relevantes y, si tratamos de resolver esto fijándonos nada más en una, pues no vamos a llegar muy lejos.”

Según el funcionario, la UNAM ha estado inmersa en el tema de la epidemia desde el comienzo, pues tanto instituciones externas, como las secretarías de salud estatales y la federal, como la propia comunidad universitaria mostraron su interés temprano en involucrar a la máxima casa de estudios en la investigación y el desarrollo de soluciones que ayuden a enfrentar la emergencia.

“Lo que hicimos fue armar varios grupos de trabajo más o menos temáticos pero que tienen un traslape, para atender algunas de estas cosas.” Así, mientras un grupo se enfoca en los aspectos relativos a la salud, otro se enfoca en el desarrollo de equipo y uno más atiende los temas ambientales. Sobre este último tema, Lee asegura que se trata de “un experimento que no podemos repetir”, pues las muy inusuales condiciones de inmovilidad en las grandes urbes, la disminución radical del tráfico aéreo y otras permiten estudiar la resiliencia del medioambiente, la disminución de la contaminación ambiental y otros fenómenos.

Otro grupo trabaja con datos y modelos que buscan “entender cómo está evolucionando la pandemia y, luego, tratar de hacer predicciones, modelar qué es lo que va a pasar.” Para ello, los investigadores usan información geográfica y estadística para entender el flujo de la gente y predecir hacia dónde se dirigirá la epidemia y qué medidas tomar para enfrentarla en cada región.

En el ámbito de las humanidades, nos cuenta Lee Alardín, “se armó ya un grupo que tiene que ver con los impactos socioeconómicos y de violencia.” Entre los distintos grupos hay también esfuerzos de coordinación. Es un reto enorme pero “hay que entrarle”.

 

Toda la ciencia vs el covid-19

El equipo de salud está trabajando en varias líneas, cuenta Lee Alardín. La primera de ellas tiene que ver con las pruebas de diagnóstico. Desde la capacitación de los diversos institutos y escuelas de la UNAM en diversas regiones del país, para que puedan realizar pruebas diagnósticas a la comunidad universitaria y a las poblaciones de los respectivos estados con los que colaboran, hasta la producción de nuevas pruebas que sean más rápidas y fáciles de realizar. También trabajan ya en la investigación y el desarrollo de pruebas serológicas que permitan saber si alguien ha cursado ya una infección y si se encuentra inmune a la enfermedad causada por el SARS-coV-2. Otra área de investigación se está enfocando en las vacunas y los posibles tratamientos contra el covid-19. Todos estos equipos trabajan de la mano con el Sector Salud.

Otra área de trabajo se dedica a la producción de equipos médicos indispensables para el tratamiento de la enfermedad en casos críticos, como los ventiladores mecánicos, desde la producción de piezas para equipos existentes hasta el diseño de ventiladores nuevos. Según Lee Alardín, esto representa un reto particular en estos tiempos, pues muchos insumos están agotados o su importación es más difícil.

Por otro lado, la Facultad de Ingeniería y el Instituto de Física se coordinaron para diseñar y producir mascarillas de protección para los médicos y enfermeros que luchan en la línea de fuego contra la enfermedad. Por su parte, el Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología utiliza impresión 3D para crear caretas protectoras. Esta labor se realiza de la mano de los institutos nacionales de salud, el IMSS y otras instituciones.

La UNAM también ha recibido solicitudes para que produzca termómetros y oxímetros, equipos de diagnóstico indispensables para evaluar la condición de los pacientes, y que se encuentran agotados, dada la emergencia global. “Es una carrera contra la cadena de producción”, dice.

Otro grupo trabaja en la recuperación de equipos. “Hay equipos que no se están usando porque se les descompuso algo y, entonces, mejor sacaron el nuevo porque no tenían la pieza en ese momento, o le faltó mantenimiento… Entonces, vamos a publicar una convocatoria con el Colegio de Ingenieros Biomédicos para recuperación de equipos.” Asegura que este trabajo ya se comenzó a hacer con ventiladores desde hace más de 10 días.

El coordinador de todos estos esfuerzos asegura que la UNAM, sus escuelas, facultades e institutos, trabajan estrechamente, no solo con el gobierno, sino con la iniciativa privada, pues muchas veces se necesita que una entidad externa produzca los equipos que los científicos diseñan.

Ante la emergencia, las mentes más brillantes de la universidad pública más importante de América Latina están trabajando con tesón, muchas veces, fuera de su ámbito natural. Por ejemplo, para la generación de modelos estadísticos que permitan predecir la evolución de la epidemia, trabajan juntos físicos, matemáticos, epidemiólogos, geógrafos y otros; mientras que en el ámbito del reconocimiento de imagen, fundamental para saber si el virus ha causado daños en los pulmones de los pacientes, se usan técnicas propias de la astronomía. “Hay absolutamente de todo”, dice Lee Alardín.

La epidemia ha desnudado así la vital importancia de la ciencia básica para producir conocimiento que luego permita enfrentar retos concretos antes insospechados. Lee Alardín lamenta, al respecto, el estado de fragilidad de la ciencia básica en México, la insuficiencia de recursos humanos y económicos para la generación de conocimiento, y recuerda que, aunque la ley establece que se debe destinar 1% del PIB nacional al desarrollo científico, este porcentaje nunca se ha materializado.

 

 

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