Enlace Judío México e Israel – Israel es un mosaico musical impresionante, resultado de la fusión cultural que han protagonizado judíos inmigrantes de todos los rincones del mundo. Sin embargo, hay cuatro canciones que han marcado a esta joven nación de un modo especial, y vale la pena conocer un poco más de ellas.

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La primera es, por supuesto, el Hatikva. El origen de esta canción se remonta a 1878, cuando Herz Imber escribió la versión original del poema Tikvatenu (“nuestra esperanza”), que consta de nueve estrofas. El motivo del texto fueron las impresiones que a Imber le había causado la fundación del poblado de Petaj Tikvá ese mismo año. Tres años más tarde, el movimiento sionista Hovevei Zion la adoptó como texto representativo, y en 1888 Samuel Cohen le puso música. Para ello, se basó en una vieja canción tradicional rumana llamada El carro jalado por los bueyes, que a su vez estaba basada en la célebre melodía italiana llamada La Mantovana, del compositor Giuseppe Cenci hacia 1600. El Primer Congreso Sionista (1897) adoptó esta canción como su propio himno, y por ello al fundarse el moderno Estado de Israel pasó a convertirse en su himno nacional.

El texto original de Imber dice en sus primeros dos párrafos: “Mientras dentro del corazón palpite un alma judía, y hacia adelante hasta los confines del oriente unos ojos miren hacia Sion, nuestra esperanza no se habrá perdido, nuestra antigua esperanza de regresar a la tierra de nuestros padres, la ciudad donde David acampó”. Pero a la hora de convertirlo en himno nacional de una nación hecha realidad, las últimas frases fueron ajustadas: “Nuestra esperanza no se habrá perdido, la esperanza de dos mil años de ser un pueblo libre en nuestra tierra, la tierra de Sion y de Jerusalén”.

Luego hay dos canciones particularmente significativas que fueron compuestas por una misma mujer: Naomi Shemer, de quien se ha dicho —con justa razón— que fue la compositora que musicalizó el renacimiento de una nación.

Autora de numerosas canciones, hay dos que retratan de un modo muy particular la compleja experiencia que fue, para el pueblo judío, reconstruir una nación milenaria después de un largo exilio.

Tal vez la canción Od lo ahavti dai no sea considerada por muchos como la más representativa o famosa de Naomi Shemer, pero sin duda nos permite visualizar el gran reto que fue construir y, sobre todo, defender a la renacida nación judía.

La música es alegre y se ha convertido en una pieza típica de Rikudim (danza tradicional israelí), pero la letra es estrujante: “Todavía no he construido una villa con estas manos, todavía no he encontrado agua en medio del desierto; todavía no he plantado una flor, y ni siquiera sé cómo hacerlo; guíame en el camino que debo tomar. Ah, todavía no he amado lo suficiente al viento y al sol en mi rostro; todavía no he dicho suficientes veces: Si no es ahora, ¿cuándo?”

Y así continúa diciendo quien canta que todavía no ha podido sembrar el pasto, construir una ciudad, plantar un viñedo, formado una tribu, compuesto una canción, sentido la nieve invernal, escrito sus memorias, construido la casa de sus sueños. Y sigue con una estrofa que mezcla lo romántico con lo trágico: “Y sin embargo estás aquí y eres tan hermosa, pero yo huí como de una plaga; todavía hay tantas cosas que tengo que hacer, y estoy seguro de que me perdonarás por otro año”.

¿De qué se trata la canción? Del rigor que se impusieron las primeras generaciones de israelíes, que pareciera que no se podían dar el lujo de amar a una pareja hasta que no hubieran reconstruido a Israel.

Qué sensación tan especial es poder mirar la retrospectiva de 71 años, y ver que esa villa, esa ciudad, ese viñedo, esa casa, ese pasto, esas flores, y muchas cosas más, ya han sido construidas. Ya son una feliz realidad.

Por supuesto, es otra la canción por la que Naomi Shemer será recordada por siempre. Se trata de Yerushalayim shel zahav (Jerusalén de Oro), que de manera espontánea vino a convertirse en el segundo himno nacional de Israel.

Naomi Shemer la compuso en 1967, justo antes de la guerra de los Seis Días. Todo sucedió porque fue invitada a componer alguna canción sobre Jerusalén para la segunda fase —no competitiva— del Festival de la Canción Israelí de ese mismo año. Shemer estuvo a punto de declinar la invitación, pero finalmente accedió y el resultado fue esta bellísima canción.

Sin embargo, había un problema: en ese entonces Jerusalén seguía dividida, y la parte oriental —la Jerusalén histórica y antigua— estaba bajo poder de los jordanos. Por ello, Naomi Shemer hizo apenas una vaga referencia a la Ciudad Vieja en la versión original de la canción, que sólo contenía dos estrofas (la 1 y la 3). A sugerencia de Rivka Mijaeli, Shemer escribió lo que vino a ser la segunda estrofa, y así fue como la soldado Shuli Natan la estrenó en el festival.

El impacto fue total e inmediato, y el entonces jefe del Estado Mayor Itzjak Rabin alguna vez expresó que esa canción lo llenó de esperanza cuando, justo durante el festival, fue informado de que el presidente Gamal Abdel Nasser había ordenado el cierre del Estrecho de Tirán. Con ello, iniciaron las agresiones que desembocaron en la guerra de los Seis Días a partir del 5 de junio de 1967.

Entre el 6 y el 7 de junio las tropas israelíes se enfrentaron al ejército jordano, y finalmente Jerusalén fue liberada. Se cuenta que los soldados judíos, literalmente extasiados, llegaron al Kotel —último vestigio del antiguo Templo de Jerusalén— y cantaron Yerushalayim shel zahav mientras el rabino Shlomo Goren —rabino jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel— tocaba el shofar para anunciar que Jerusalén, nuestra capital única e indivisible, había sido devuelta a las manos de sus verdaderos hijos. Desde entonces, Yerushalayim shel zahav se consolidó como la canción israelí más célebre, tanto en el propio Israel como en el resto del mundo.

Finalmente, la última canción que se volvió emblemática de Israel fue Shema Israel, de Sarit Hadad. Su texto es desgarrador: “Cuando el corazón llora sólo D-os escucha, el dolor sube desde adentro del alma, el hombre cae antes de hundirse más, pero con una pequeña oración corta el silencio. Escucha, Israel; mi D-os, tú todo lo puedes; mediste la vida, me diste todo; en mis ojos hay una lágrima, y el corazón llora en silencio; y cuando el corazón está tranquilo, el alma grita; escucha, Israel; mi D-os, ahora estoy solo; hazme fuerte, mi D-os, haz que no tenga miedo; el dolor es fuerte y no hay hacia dónde escapar; haz que termine porque no me quedan más fuerzas”.

Por su especial contenido, esta canción se convirtió en la oración de toda la nación israelí en los momentos en los que nuestros soldados tuvieron que combatir a los terroristas de Hamás para poner fin a las agresiones terroristas de este grupo extremista.

Hoy estamos cumpliendo 72 años de ser otra vez un pueblo libre, que ha recuperado la posibilidad de tener su propio destino en sus propias manos.

Y qué mejor manera de celebrarlo que por medio de estas cuatro canciones que nos llevan por cuatro momentos trascendentales de nuestra historia reciente.

Hatikva nos remonta a esos años en los que regresar a Israel todavía era una esperanza, pero que al fin de cuentas se cumplió. El sueño se hizo realidad.

Od lo ahavti dai nos vuelve a poner en esos difíciles años en los que había que posponer nuestros más caros anhelos personales, porque antes había que construir un país, hacer florecer a un desierto, levantar ciudades, casas y hogares. Y se logró.

Pero había una espina clavada en nuestros corazones, y es que Yerushalayim, nuestra capital eterna, única e indivisible, había quedado partida, y los jordanos tenían el control de la zona más significativa para el pueblo judío. Sin embargo, en el momento más peligroso que hayamos enfrentado en los últimos 71 años, Jerusalén fue liberada y recuperada para el pueblo judío.

Finalmente, Shemá Israel es una canción que nos trae a los retos actuales. Israel es un país fuerte y seguro, capaz de derrotar a sus enemigos. Sin embargo, la guerra nunca ha sido nuestra vocación ni nuestro deseo, y nos duele que nuestros muchachos tengan que exponer sus vidas para salvaguardar la integridad del pueblo judío. Sin embargo, cuando ha sido necesario, el reto ha sido enfrentado con valor y determinación, y gracias a ello Israel sigue en pie, más fuerte y sólido que nunca.

Justo ayer acabamos de honrar la memoria de todos los que han dado su vida para garantizar la nuestra. Y hoy cerramos la celebración levantando nuestra voz para cantar que estamos aquí, hemos recuperado lo que siempre fue nuestro, y que nadie nos lo va a volver a quitar.

 


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