Enlace Judío México e Israel – Que resulta que una serie de televisión árabe, Um Harun, que trata sobre una familia judía —que no es presentada como la de los villanos, sino todo lo contrario—, está teniendo un éxito absoluto y sin precedentes en el mundo árabe.

O que varios periodistas ya dicen con más frecuencia, y sin tapujos, que realmente no hay razones objetivas para mantener la política anti-israelí. Y ahora se anuncia que en los Emiratos Árabes Unidos se ha abierto el primer servicio de comida Kosher, a iniciativa de uno de los miembros de la reducidísima comunidad judía local.

Lo interesante de todo este proceso es que aflora un hecho indiscutible: las relaciones entre el mundo judío y el mundo árabe se están normalizando. Poco a poco, aún en los países árabes —que entre 1948 y 1956 casi exterminaron a sus comunidades judías, obligando a la casi totalidad de sus integrantes a emigrar—, la actitud hacia “el judío”, “lo judío”, o incluso hacia Israel va cambiando poco a poco.

Tiene lógica: el discurso incendiario, nacionalista y anti-israelí que tuvo en Gamal Abdel Nasser a su principal exponente, es cosa del pasado. Es tan anacrónico como las Cruzadas o la guerra de los Treinta Años.

Nasser murió en 1970, y la última guerra árabe-israelí (la del Yom Kippur) fue tres años después, a iniciativa de Anwar el-Sadat, sucesor de Nasser en la presidencia de Egipto. Pero el propio Sadat entendió que la ruta no era la militar, y en 1979 sorprendió al mundo al firmar un tratado de paz entre Israel y Egipto junto con Menajem Beguin, el primer líder israelí emanado de la derecha.

Eso significa que los árabes que tienen entre 50 y 40 años de edad no crecieron escuchando la retórica nacionalista, panarabista y anti-israelí a ultranza con la que crecieron sus padres.

Ellos crecieron con otra preocupación: Irán.

En 1979, una revolución tumbó a la dinastía de los Pahlevi, y llegó al poder un régimen teocrático, fundamentalista y extremista liderado por el ayatola Jomeini. Desde entonces, las relaciones con el mundo sunita comenzaron a tensarse, y el primer conflicto fue contra el Irak de Saddam Hussein. Era lógico por la amplia frontera entre Irán e Irak, y además por la línea política de Hussein, abiertamente anti-religioso como todo buen baasista.

Desde entonces, el riesgo potencial de una confrontación de gran calado entre chiítas (Irán) y sunitas (el mundo árabe, más Pakistán como principal aliado) se fue haciendo más latente. Cosa que tampoco era extraña, debido al milenario conflicto entre las dos principales tendencias del islam. El conflicto se había desactivado con la política de los Pahlavi, cuestionable en muchos aspectos, pero por lo menos pacífica en ese sentido. El islam chiíta que practicaban era muy liberal, y gracias a ello las relaciones con el mundo occidental y el mundo árabe habían sido estables. Todo eso cambió radicalmente con la llegada de los ayatolas al poder en Irán.

Por ello, las nuevas generaciones árabes han crecido con el miedo a un posible conflicto no con Israel, sino con Irán. Y respecto a Israel, han crecido en un mundo que ya dejó muy lejos el último conflicto real entre el mundo árabe y el Estado judío (el de 1973). Si acaso se mantuvo el conflicto a nivel ideológico fue a causa del conflicto con los palestinos. Pero eso también tiene sus recovecos, porque resulta que los palestinos se han decantado por el bando iraní. Así que los árabes, poco a poco, empiezan a tenerle más desconfianza a los palestinos, cuando no una abierta opinión de que son traidores de la causa árabe.

Algo más: Barack Obama aplicó una política carente de asertividad y permitió el empoderamiento de Irán. Sigue siendo un misterio por qué lo hizo. Tal vez fue por abierta judeofobia, o tal vez sólo fue por un pragmatismo mal entendido, según el cual la garantía de un Medio Oriente estable habría sido el equilibrio de poderes. Luego entonces, bajo esta lógica distorsionada y hasta perversa, había que garantizar que Irán se posicionara en el mismo nivel de poderío militar que Israel.

Arabia Saudita, los emiratos y otras naciones sunitas vieron esto como, literalmente, una traición de su aliado estadounidense. No hicieron un drama de ello, porque sabían que era una situación temporal que acabaría con la gestión del propio Obama, y máxime cuando el triunfador de las elecciones de 2016 fue Donald Trump.

Pero mientras tanto, había que tejer nuevas alianzas para el caso de que el conflicto con Irán explotara. Y, por supuesto, qué mejor aliado que Israel, un país con un poderío militar muy por encima del de todos en la zona, y además con los servicios de inteligencia más desarrollados, capaces de anticiparse a cualquier ataque grave.

Barack Obama no lo previó, pero sus imprudencias se saldaron con el acercamiento extra-oficial entre israelíes y saudíes. Por supuesto, todavía no se ha llegado al punto de establecer relaciones oficiales, porque muchos asuntos de gobierno todavía están a cargo de la vieja guardia (los octogenarios que todavía crecieron bajo la propaganda de Nasser).

Pero los avances ya los podemos ver en un nivel muy interesante y alentador, porque refleja que se trata de cambios de fondo, cambios que impactan en un nivel que no se puede alterar tan fácilmente: el cultural.

Y por eso tenemos una serie de televisión que habla bien de una familia judía.

Y por eso ya tenemos comida Kosher en los Emiratos Árabes Unidos.

 


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