Enlace Judío México e Israel- Hemos llamado nuestra situación actual de distintas maneras: aislamiento, encierro, confinamiento. Todos estos términos aplican a la falta de movilidad fuera de casa que se nos ha (y nos hemos) impuesto y que nos ha causado, a menudo, desesperación y estrés. Sin embargo, hay un aspecto no tomado en cuenta: la libertad que la pandemia nos ha otorgado dentro de nuestra cárcel territorial.

MAY SAMRA PARA ENLACE JUDÍO

TODO SE VALE. LOS MOTIVOS PARA HACER TODO O NO HACER NADA

En estas circunstancias de locura, ante la descomunal amenaza del peligro de morir solo en un hospital o peor aún, de ver morir a un familiar, tenemos los mejores pretextos -perdón, los mejores argumentos- que nos pueden servir para justificar el caer en cualquiera de los siete pecados capitales, a saber: lujuria, ira, soberbia, envidia, avaricia, pereza y gula.

Podemos echar la culpa de cualquier falla nuestra relacionada con estos pecados a una o la combinación de varias de las siguientes incertidumbres: sanitaria, económica o laboral.

Podemos poner de pretexto la angustia, la depresión, la compulsión o la apatía. Nadie podrá contradecirnos sin parecer un desalmado. Ni siquiera los sobrevivientes del Holocausto, quienes nos recuerdan que además de la cárcel, ellos, durante años, no tuvieron Netflix ni alimentos dignos de este nombre (además de que los  tenían trabajando sin parar a punta de bayoneta, pero sólo son detalles).

La soledad individual o soledad compartida (no sé cuál es más dolorosa); la falta de privacidad resultante del hacinamiento obligatorio con la pareja y/o los niños. Y si todo va bien con uno mismo, contener las crisis de nuestros acompañantes. ¡Ah! Se me olvidaban… las labores del hogar.

Pero el motivo principal para desaparecerse de la faz de la tierra es, sin duda, las fallas y ¡terror! la posible ausencia del Internet (que Dios no nos someta a una prueba semejante).

Finalmente, el estrés y el cansancio por solo pensar en todos los anteriores.

LA AUSENCIA DE GUÍAS 

Nuestras guías tradicionales nos han fallado en esta época sin precedente, entre ellas:

Las autoridades

Se ha comentado que la sociedad civil decidió guardarse en casa antes de que las autoridades lo ordenaran. De igual manera, muchas de las decisiones de la sociedad no han sido guiadas por sus gobiernos. En estos momentos, las autoridades de varios países del mundo no cuentan con la legitimidad suficiente para convencer a la población de seguir incondicionalmente sus instrucciones.

Negación de la pandemia, propuestas mágicas y religiosas, zigzagueo en el manejo de la crisis, improvisaciones peligrosas, todo ello ha destruido la confianza de los ciudadanos. Añadan a eso presidentes, secretarios y personajes clave del gobierno que se han contagiado, demostrando así la impotencia del Estado.

La ciencia

¿Dónde está la omnipotente, omnipresente y omnisciente ciencia? Ha sido vencida por un engendro de serpiente con murciélago. Ni todos los científicos del mundo, trabajando hombro con hombro, han podido, a meses de iniciada la pandemia, dar con la cura ni con la vacuna. Menos aún explicarnos a qué nos enfrentamos. Ni siquiera responder a lo siguiente: ¿Existe inmunidad después del contagio? ¿Acaso es nuestro destino es contagiarnos todos? ¿Por qué algunos son asintomáticos? ¿Cuáles son los riesgos en los niños?

O estas nimiedades: ¿Sirven los guantes o sólo trasladan el virus? ¿ Cuál es el tiempo de vida de un tapabocas? ¿Vive el virus en el aire?

Por desgracia, aún no sabemos nada del coronavirus. Una cosa es segura: lo destruye una burbuja de jabón.

Guías espirituales

Han aparecido guías espirituales que afirman que es el principio del fin, la Apocalípsis. Que nos venden esperanza. O amuletos. O curación. Aún así, para un creyente, hablar con Dios es lo único que reconforta el alma.

ESTA SITUACIÓN HA SIDO TREMENDAMENTE LIBERADORA

A pesar de nuestra percepción, existe un aspecto oculto del encierro: la libertad que la pandemia nos ha otorgado dentro de nuestra cárcel territorial. De un día para otro, de un momento a otro, se nos ofreció libertad ilimitada. A modo de metáfora bíblica: a quienes no queríamos la manzana (o el higo), nos la hicieron tragar a la fuerza y completita, con todo y cáscara. ¿Querías libertad? Ahí te va.

Primero, el virus nos otorgó libertad acerca de qué hacemos para asegurar nuestra salud e integridad física. Decidir nuestras salidas (si acaso, en qué circunstancias, cómo, cuándo y con quién), nuestra alimentación (qué, cuándo y cómo), nuestro aseo personal (si acaso, cuándo) y con suerte nuestra forma de trabajar (si acaso, dónde y cuándo).

Además, el confinamiento ha permitido:

A quien debe tomar una decisión urgente, la posibilidad de postegarla.

A quien no sabe confrontar sus problemas, la oportunidad de evadirlos por un tiempo indefinido.

Al incumplido, la facilidad de desligarse de responsabilidades.

Al antisocial, el no tener que convivir con otros.

Al mal pagador, el no cumplir con sus compromisos.

Al holgazán,  el pretexto de estar todo el día en la cama.

Al paranoico y el hipocondríaco, un regalo divino: pueden demostrar que tienen razón.

Al violento, la justificación de llevar a cabo lo que le dictan sus impulsos (ver los 7 pecados capitales).

Al depresivo, el trampolín del cual brincar a las profundidades oscuras.

Y no hablaré de la lujuria.

PERO TAMBIÉN…

El encierro por la pandemia nos ha permitido reorientar nuestros patrones de consumo y de gasto y reordenar prioridades materiales, mentales, emocionales y espirituales…

Ha proporcionado una libertad ilimitada para el creativo, que necesitaba un alto en la vorágine urbana diaria para poner en orden sus proyectos

Para el buen padre, madre, hijo, hermano o hermana, la posibilidad de acercarse, emocionalmente a quienes le importan.

Para el trabajador responsable, cumplir con sus responsabilidades con los medios a su alcance y mantener su empleo o su empresa

Para quien quiere y respeta su cuerpo, ejercitarse y comer sanamente.

Preparemos estas alas recién desplegadas… para la salida. 


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