Enlace Judío México e Israel – ¿Cómo cambia la vida después de un evento global? Cuando ocurre una tragedia nacional, un desastre natural o un gran descubrimiento la vida cambia. España no fue la misma después de los viajes de Colón, el terremoto del 85 en México cambió para siempre la forma en que nos percibimos y actuamos como sociedad y Estados Unidos nunca fue el mismo después de la caída de las Torres Gemelas. No quiero decir que los estragos dejados por la epidemia de Covid-19 sean de la misma magnitud, ni comparables con los eventos anteriores; la situación es distinta por muchísimas razones. Sin embargo, sí comparte un elemento común entre ellas fue un evento internacional que afecto la vida de cientos de miles de personas.

Por más de tres meses hemos estado en aislamiento. Ese simple factor afecta la forma en que nos relacionamos, la forma en que vemos a nuestras sociedades y nosotros mismos y la forma en que hemos llevado nuestras vidas este tiempo. Por primera vez en tanto tiempo la situación va a empezar a cambiar nuevamente, los negocios van a poder abrir, la gente va salir a la calle y al trabajo, las reuniones van a ser posibles nuevamente y poco a poco la vida regresará a la normalidad. Sin embargo, como con cualquier evento habrá cosas dentro de nosotros que cambiarán para siempre: las reflexiones sobre nuestra vida que hicimos, la nueva forma de relacionarnos con nuestros amigos y familia y los aprendizajes en general que obtuvimos. En la vida judía hubo muchas cosas que cambiaron, sin embargo, qué aprendizaje podemos obtener de ellas. A continuación queremos hablar sobre cómo cambio la vida judía durante la pandemia y los aprendizajes que podemos obtener de este evento.


1) La espiritualidad es más importante que la religión

El cambio más importante que enfrentó la comunidad judía en el mundo es por tres meses acomodar una estructura fuertemente comunitaria a una individual. ¿Qué quiere decir esto? El judaísmo es una religión fuertemente familiar y fuertemente comunitaria. Hay ciertos mandatos que se deben cumplir de forma comunitaria y otros que su elemento grupal aunque no es obligatorio se ha vuelto parte esencial de la costumbre. Por ejemplo, los rezos deben hacerse con un minián de 10 personas, cada Shabat debe de leerse públicamente la Torá y las festividades se celebran a través de cenas y comidas familiares donde los invitados son una parte importante de la fiesta. Sin mencionar la importancia de la compañía en bodas, bar mitzvot y funerales.

Todo eso se acabo durante la cuarentena. La gente tuvo que buscar maneras de seguir haciendo estos preceptos, sin la congregación y cumpliendo con los requerimientos halájicos. Hubo todo tipo de inventos e innovaciones interesantes, como lecturas de Torá a través del Zoom o con instrumentos halajicamente permitidos en Shabat; formas de celebrar las festividades en conjunto sin estar físicamente presente. En Estados Unidos, por ejemplo, se hicieron conciertos en carros y desfiles para festejar Lag Baomer, se hicieron colectas y distribuciones de cajas de matzá durante Pésaj y cosas por el estilo. Sin embargo, no importa cuántos recursos tuviéramos a la mano al final estábamos solos en el aislamiento. Eso quiere decir que no dependíamos de la comunidad, ni de las estructuras sociales para realizar las prácticas judías, quien las hizo lo hizo porque realmente quería hacerlas. No porque hubiera una presión social para hacerlas.

Muchas veces pasa que en las comunidades tan unidas como la judía se genera una presión social muy fuerte a cumplir con las normas establecidas aunque la persona ya no se relacione con ellas, ni las quiera. Eso produce que la gente actúe sin darle sentido realmente a lo que está haciendo y todo el crecimiento espiritual que podría tener quede anulado en una enorme frustración. El aislamiento eliminó por completo esa presión y le abrió un espacio a cada uno para preguntarse ¿por qué sigo estos ritos? ¿realmente me gusta la vida que estoy llevando? ¿para quién lo estoy haciendo? Al final del camino, con cada acción que tomamos la responsabilidad es nuestra y de nadie más. Los ritos, las religiones, las costumbres están hechas para que crezcamos espiritualmente a través de ellas, pero sólo podemos hacerlo si sabemos que la decisión es nuestra y sabemos que somos nosotros quienes lo están haciendo y nadie más.


2) Se puede estar cerca sin estar presente físicamente

Cuando estemos en el trabajo o en la casa con la familia damos por sentado que ponemos atención a la gente que nos rodea y que realmente nos estamos relacionando con ella. Sin embargo, no necesariamente es así podemos compartir la mesa diario con nuestros hermanos y aún así no ser cercanos a ellos, porque estamos completamente distanciados de nuestro entorno. Esto lo podemos aprender de las halajot (normas) que el judaísmo marca sobre cómo relacionarnos con nuestro prójimo. A través de ellas sabemos que tenemos que poner atención a los sentimientos, la situación y las necesidades que las personas de nuestro alrededor están viviendo. Nos enseñan también a ser atentos con las personas que queremos.

El aislamiento a su manera también nos lo enseñó, la gente no estaba a nuestro alrededor simplemente por una razón circunstancial. Para mantener relaciones con nuestras amistades tuvimos que aprender a buscar a nuestros amigos, a generar redes de apoyo a estar realmente presentes.


3) Son las comunidades quiénes hacen a los líderes; no los líderes a las comunidades

El embajador David Friedman con su familia en Pantry Packers. (Credito de la foto: MATTY STERN / US EMBASSY JERUSALEM)

Hay precepto en el judaísmo el cual nos dice que un buen rabino en realidad se juzga en base a la comunidad que lo eligió. Incluso existe un midrash (historia de la tradición oral) donde dos grandes rabinos pasan al mundo venidero y se está juzgando cual fue realmente más grande; al final, lo que se hace es ver a la comunidad que dejaron atrás antes de irse. Si bien el judaísmo nos permite y recuerda constantemente la importancia del crecimiento espiritual individual, sigue siendo una religión muy comunitaria y siempre va a valorar el esfuerzo y dedicación que uno da a las personas que lo rodean. Una de las cosas más bellas de estos últimos meses fue ver la participación de voluntarios en todas las comunidades ofreciendo su ayuda tanto para distribuir comida kosher como para dar ayuda especializada, por ejemplo en el ámbito médico y emocional. Si bien fueron momentos tristes, la entrega de tanta gente dispuesta a ayudar nos mostró quiénes somos.


4) La bondad no siempre viene acompañada de buena fortuna

En este artículo publicado por JTA rab Fink se pregunta por qué el virus ocurrió de forma tan precipitada. Su comunidad se infectó en los servicios y el se pregunta por qué D-os hizo que pasará de esa forma si al final del camino no estaban haciendo nada malo. Este pensamiento nos trae una de las enseñanzas más grandes que el judaísmo tiene y que se plasma en el libro de Job. La bondad no siempre viene acompañada de buena fortuna, a veces uno hace un acto bueno y esa acción que fue hecha de corazón y en el momento adecuado le trae malos resultados. Eso no hace que el acto no sea esencialmente bueno, ni le quita merito a la persona. Sin embargo, a manera de consuelo, nos lleva a pensar que por algo suceden las cosas. Si D-os hizo el mundo que habitamos de forma tan bella, las cosas que suceden en él pasan por algo.


5) A veces los pequeños detalles son más importantes que los grandes eventos

El judaísmo nos obliga a fijarnos en los placeres y los detalles diarios de la vida cotidiana. Agradecemos antes de comernos una fruta, al oler una buena fragancia y en general a través de las leyes de kashrut y el agradecimiento nos hace estar presentes y notar en cada momento cada detalle del día. La pandemia si bien trajo grandes preocupaciones económicas con ella, también nos separa un poco de la vida ajetreada de ciudad que a veces vivimos. Sin el tráfico, los pendientes y las reuniones la cuarentena nos empujo a una vida un poco más retirada, más tranquila que nos obliga a pensar en los detalles, en las actividades cotidianas que realizamos diariamente.

En unas semanas la vida regresará a la normalidad; sin embargo, cualquier aprendizaje que hayamos tenido quedará con nosotros.


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