Enlace Judío México e Israel –  Vivimos tres veces. Esta es la vida número “2”: la vida después del nacimiento y antes de la muerte. Esta es una vida con un cuerpo ya formado y un alma en proceso de formación (Ver el artículo anterior) . La vida número “1” es la que vivimos en el vientre materno, con un cuerpo en proceso de formación. La vida número “3” es la que accederemos después de esta vida, sin un cuerpo. La muerte es el final de la vida “2” y, aunque nuestro cuerpo perece, no quiere decir que “nosotros” desaparezcamos por completo. Nuestra Torá ve la muerte física como una transición entre dos vidas, o como una noche entre dos días.

La transición y las diferencias entre la vida 2 y la vida 3 no es fácil de entender. ¿Por qué? Porque no se trata de “saber más” sino de entender por qué “sabemos tan poco”. La mejor manera de captar esta última idea, que puede parecer absurda, es examinar la vida anterior a esta vida, con la mayor seriedad posible.

MORIR O NACER: ¿CUÁL ES LA DIFERENCIA?

Intentemos imaginar lo que le sucede a un bebé en el útero.

Pensemos en primer lugar qué sabe un bebé en su mundo intrauterino sobre nuestra vida, la vida “2” .

Por ejemplo: cuando nace un bebé, ¿sabe que está naciendo o cree que se está muriendo? Si de alguna manera pudiéramos comunicarnos con un bebé de 9 meses y explicarle que en poco tiempo dejará su placenta, el bebé pensará que cuando se desconecte del cordón umbilical seguramente morirá. ¿Por qué? Porque todo lo que sustenta su vida: el oxígeno, la comida, etc. está ahí, en el útero, y llega por el cordón umbilical, sin el cual la vida, tal como la conoce el bebé, no puede ser posible.

LOS LÍMITES DEL CONOCIMIENTO

El bebé en el útero no tiene idea de que existe un mundo fuera de vientre materno. Todo el universo que conoce está constituido por la placenta. En su mundo prenatal no hay luz, ni colores, ni sabores, ni aromas, ni sol, ni cielo, ni agua, ni mamá, ni papá, ni caras, ni otras personas, ni pensamientos articulados con palabras.

El bebé ni siquiera sabe cómo es realmente él o su propio mundo porque nunca se ha visto a sí mismo como realmente él “es”. Es decir, desde nuestra perspectiva, cuando lo vemos en una ecografía o en esas fotos de bebés con un dedo en la boca.

Después de esta breve introducción a la embriología, proyectemos lo que acabamos de aprender a nuestra pregunta: ¿qué podemos saber sobre la vida después de esta vida?

Muy poco. Porque al igual que el bebé, nosotros también estamos limitados por la realidad física que nos rodea.

EL ÚTERO MATERNO Y EL ÚTERO DE LA TIERRA

Vivimos, como me dijo una vez mi madre z”l, en una dimensión que se asemeja a un útero terrenal invisible”. Y si nos comparamos con el bebé en el útero, la realidad que nos espera en el mundo venidero -que, siguiendo esta comparación, es infinitamente más grande, más sofisticado y mucho más significativo que este- no se puede percibir ni conocer desde esta vida. Imaginemos, por ejemplo, que en la vida venidera no hay tiempo (¿Podemos pensar fuera del marco del tiempo?), o imaginemos una realidad en la que no se usa el lenguaje y los pensamientos no se articulan con palabras sino que se procesan a través de una “capacidad” metafísica infinitamente superior a la inteligencia verbal. Pero aunque no podemos saber nada sobre la vida venidera, recién una vez que “nacemos” (de 1 a 2 o de 2 a 3), podemos entender plenamente la realidad de la vida que ha terminado.

De la misma manera que el bebé percibe la vida anterior como la única vida que existe, en esta vida no hay evidencias físicas de que algo de nosotros eventualmente continuará después de esta vida. Porque la fisiología parece indicar que todo termina con la muerte de nuestro cuerpo. Y porque la próxima vida transcurre en una dimensión absolutamente desconocida para nosotros, inaccesible desde esta dimensión y también “inimaginable”.

Seguiremos con este último punto, “inimaginable”, en un próximo articulo.

Continuará


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