Enlace Judío México e Israel – Mitzvá guedolá lihiyot b’simja tamid: es una gran ordenanza estar siempre felices.

Esa célebre frase del Rebbe Najmán de Breslav puede resultar intrigante, si tomamos en cuenta que el judaísmo —y de manera muy particular el jasidismo— ha sido una cultura siempre al filo del riesgo, y que durante dieciocho siglos se mantuvo en condiciones de vulnerabilidad y peligro.

Pogroms, expulsiones, conversiones forzadas, asesinatos, secuestros, fueron apenas algunas de las desgracias que persiguieron al pueblo judío durante su largo exilio.

Sin embargo, basta ver las danzas judías tradicionales para ver que en todo momento el pueblo judío fue uno que supo encontrar el secreto de la felicidad.

¿En qué radica esta experiencia humana tan compleja, tan anhelada por todos y tan elusiva para la mayoría de los seres humanos?

Irving Gatell explora las características del jasidismo, las enseñanzas del Rebbe Najmán de Breslav, las reflexiones del rabino Noaj Weinberg, y la experiencia de Víctor Frankl, para ofrecernos una reflexión sobre cómo el judaísmo ha entendido la felicidad, y especialmente cómo ha logrado vivirla y disfrutarla pese a todas las calamidades que ha sufrido a lo largo de la Historia.

Detrás de todas estas reflexiones, está la convicción de que el ser humano tiene el privilegio de tomar el control de su destino, y que hay algo muy íntimo y sagrado que nada ni nadie nos puede quitar: la posibilidad de tomar la decisión de ser felices.


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