Enlace judío México e Israel – A lo largo de los años se ha llamado al pueblo judío el “pueblo del libro” y aunque a veces la descripción no podría sonar más errada, hay veces que parece hacer un dibujo exacto de nuestras tradiciones. En el judaísmo los libros son vastos y cada uno agrega a la concepción del mundo que tenemos y la forma en la que manejamos nuestra vida. Sin embargo, cada uno de los libros son estudiados de forma distinta y existen bajo un canon que los categoriza y ordena. Hay libros que se consideran sagrados y se les da mayor reverencia que a otros. Por ejemplo uno no puede poner un libro secular encima de uno de Torá, ni puede poner un tratado del Talmud por encima del Jumash (el Pentateuco), entre otras reglas que los separan; por ejemplo el hecho de que un libro del Talmud sólo adquiere santidad cuando se estudia y no por sí mismo, mientras que los libros de la Torá escrita tienen santidad por sí mismos y hay ciertas actividades que no se pueden realizar enfrente de ellos.

El canon señala tres categorías de libros que o fueron dictados por D-os o recibieron inspiración divina éstas son: Torá (el Pentateuco), Nevi’im (Profetas) y Ketuvim (Escritos) sus siglas forman el nombre de Tanaj y son considerados sagrados; incluye alrededor de 24 libros. Todos se estudian regularmente, sin embargo sólo la Torá y los Nevi’im (Profetas) se leen públicamente en los servicios de Shabat y las fiestas. De los Ketuvim (escritos) sólo se leen cinco rollos cada uno en momentos muy especiales del año.

El fragmento de los Profetas (Nevi’im) que se lee acompañando la Torá se llama Haftará y consiste en una tradición milenaria, cuyo origen es desconocido, a continuación hablaremos de ello.

¿Por qué se lee de la Torá?

En la persahá (fragmento de la Torá) de Beshalaj se narra como tras la salida de Egipto, al vagar por el desierto y acampar en Refidim el pueblo judío pasó tres días sin agua; tanta fue su sed que se reclamaron a Moisés. Y después se desenvuelve el evento en dónde D-os le ordena y ayuda a sacar agua de la roca. Aunque el pasaje habla de agua literalmente, en la Torá los recursos naturales también son una metáfora de como se relaciona el hombre con D-os. En este caso, para los rabinos, el agua representa la espiritualidad. El pueblo judío estaba sediento del contacto con D-os, pues en tres días no habían sentido Su Presencia y por eso recurrieron a Moisés.

Gracias a este pasaje es que la lectura publica de la Torá se hace tres días a la semana (Lunes, Jueves y Shabat) de tal forma que no transcurren más de dos días juntos sin haber sido leída. Es un momento de suma reverencia, está prohibido hablar y uno debe hacer el gesto de levantarse cuando se trae el rollo a la bimá (mesa de lectura). La importancia del momento es tal que algunos rabinos lo han comparado con el Sinaí, para ellos no es en sí sólo un recuerdo o una lectura rutinaria, sino la vivencia de esa experiencia en el presente. La persona debe tener ello en mente y al escuchar debe aceptar esas palabras como divinas y comprometerse nuevamente con los mandatos. Representa el máximo punto de conexión con la divinidad que la persona puede alcanzar, pues está escuchando las palabras de D-os mismo.

Esa lectura asegura que al menos tres veces por semana, la persona tenga un momento de encuentro con D-os, que su lado espiritual no muera y recuerde a la Torá. La haftara ocurre en el marco de esta reverencia, pues acompaña a esa lectura. Si bien los Profetas y sus lecturas no son consideradas las palabras de D-os tal cual, como es el caso de los libros de la Torá, se les considera inspiración divina y por ende muy cercanos a ella. Tanto así que existe una discusión sobre cuál fue el origen de la haftara, si en épocas de persecución sirvió como sustituto a la lectura formal de la Torá.

El origen de la haftara

El origen de la haftara es ambiguo, existen sólo dos fuentes que hablan de ello. La primera, (Tosafot Meguila 3:4) se refiere al momento en que el rey Antíoco (el villano de Januca) prohibió la lectura de la Torá. Nos dice que en su lugar se empezaron a leer fragmentos de los Profetas y que una vez abolida la prohibición se mantuvieron las lecturas como complemento de la lectura tradicional. Otra opinión (Shibolei Ha-Leket cap 44) nos dice que en antaño se acostumbraba estudiar fragmentos de los Profetas al acabar los rezos de Shabat, sin embargo, conforme fue pasando el tiempo la situación económica ya no lo permitió y se sustituyó el estudio por la lectura.

Las explicaciones son muy distintas entre sí y sus implicaciones tanto halajicas como filosoficas también lo serían. La primera ve a la haftará tan cercana a la lectura de la Torá que incluso podría ser un sustituto; la segunda lo ve como algo aparte de la misma, ni siquiera en sí un complemento.

Ver a la haftara como extensión de la lectura de la Torá ofrece explicaciones a varias halajot, por ejemplo, que sea necesario un minián (presencia de 10 hombres judíos) para poder realizar la lectura; que exista discusión sobre si la lectura de la haftara cuenta como una de las 7 aliot que deben de hacerse al leer de la Torá, que la persona no pueda leerla si no leyó antes un fragmento de la Torá.

Datos sobre la lectura de la haftara

* La haftara es leída por una sola persona a la cual se le llama “maftir”. El maftir además es la última persona que leyó de la Torá.

* La haftara sólo se lee en Shabat y durante las festividades

* Al leer de haftara se dicen cinco bendiciones

* La haftara que se lee en determinada semana suele tratar un tema similar al de la perashá, de tal forma que funcione como espejo. Sin embargo, también se adecua al calendario hebreo y nos ayuda a entender la esencia de la festividad que se avecina. Por ejemplo, las llamadas haftarot de consuelo que se leen entre Tisha Be Av y Yom Kipur o la haftara de Zajor que se lee en el Shabat previo a Purim.