Enlace Judío México e Israel – Nietzsche es, fuera de toda duda, uno de los filósofos más importantes e interesantes de la modernidad. Sus críticas y cuestionamientos fueron agresivos y ácidos, pero surgidos de inquietudes muy legítimas y de una sorprendente lucidez —propia de un elevadísimo intelecto— que, desafortunadamente, tuvo que alternarse con su cuadro de demencia, ya que padeció una esquizofrenia hereditaria por el lado de su padre, pastor de la Iglesia luterana, y víctima también de este padecimiento.
A Nietzsche le tocó vivir un momento muy singular. Fue justo la época en la que los paradigmas del razonamiento científico estaban llegando a su madurez, y los grandes avances tecnológicos estaban a punto de explotar y convertirse en todos los inventos que cambiaron la faz de la Tierra, desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX.
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La producción filosófica de Nietzsche —notable poeta y excelente músico, además— surgió entre 20 y 30 años después de que Darwin publicara “El origen de las especies”, obra que puso en jaque las interpretaciones literalistas del Génesis. Nietzsche entendió muy bien la importancia de esta obra, e intuyó que el advenimiento de un nuevo modelo de pensamiento científico marcaría el inicio de una nueva era para la humanidad. Por eso habló de “la muerte de los dioses” y de “la muerte de D-os”.
¿A qué se refería con esto? Irving Gatell nos lo explica en esta charla, y de paso nos explica cómo Nietzsche tuvo la lucidez suficiente para entender que vivía en un momento crucial, pero que —por supuesto— no era un adivino para prever lo que habría de suceder con la filosofía (o con la humanidad) en los siguientes 150 años.
En esta tensión entre la lucidez y el no poder adivinar el futuro, Nietzsche planteó una serie de preguntas que, curiosamente, son parte natural de los conceptos con los que el judaísmo ha vivido desde hace milenios.
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