Enlace Judío México e Israel – La identidad es un tema tan amplio que ha sido explorado por filósofos e historiadores por más de dos siglos. Hay a quien se le da de forma natural, que se integra fácilmente a el lugar en donde vive o donde creció y nunca se pregunta por qué pertenece ahí, y hay quien lucha por definirse toda una vida, para quien la identidad se vuelve algo complejo: un campo de estudio, una exploración o simplemente una duda que impacta directamente en su vida. Ése fue mi caso.

Desde niña me preguntaba ¿por qué mi mamá nos decía que somos judíos si no hablamos hebreo? O ¿por qué a veces mi familia parecía tan distinta al del resto de mis compañeros? ¿Qué es lo que nos hacía judíos y para el caso qué implicaba ser mexicano? Fueron preguntas que me acompañaron varios años y que tomó tiempo asumirlas como parte de mi identidad. Sin embargo, hacerlo me ayudó a crecer muchísimo y a entender cosas que de otra forma no hubiera podido. Por eso creo que es importante compartirlo. Esperamos les guste.

Tuve dos maestros en mi preparatoria que en cierta manera ayudaron a definir mi identidad. El primero era de geografía, tenía un odio extremo a los extranjeros y la inmigración; por alguna razón agarró un odio especial conmigo. Desde el primer día leyó mis apellidos en el grupo y quiso hacerme ver que no soy mexicana y todo el año intentó molestarme con esa premisa. El segundo era profundamente antisemita, leía pasajes del Talmud en clase, los sacaba de contexto y los distorsionaba para exponer la maldad inherente en los judíos; era un fiel creyente de los Protocolos de los Sabios de Sión y no le agradaba nada que yo estuviera en su salón de clases. El primer día me preguntó si era judía y desde entonces me tuvo una gran desconfianza.

El primero no tuvo efecto en mí, sus intentos de lastimarme no tenían éxito. Yo sabía que era mexicana, que no tenía que ser guadalupana para serlo y que la pronunciación de mi apellido no tenían nada que hacer en ese asunto. Sin embargo, el segundo tocó un punto difícil. Yo sabía que lo que él decía, partía de un odio ajeno al judaísmo, pero no sabía realmente que implicaba ser judío. Sabía que era judía pues mi madre siempre nos lo dijo, y aparte de “Aranza” tenía un segundo nombre judío. Cada cierto tiempo iba a las bodas, los bar y bat mitsvot de mis primos, le decía “bobe” a mi abuela, a veces había comida distinta en la casa y el bisabuelo se llama “zeide David.” Aún así fuera de la familia nunca había convivido con más judíos, no sabía nada de judaísmo y siempre que me había querido acercar al tema, mis papás habían respondido más con incomodidad que con neutralidad. Para ellos yo era judía y con eso bastaba ¿para qué averiguar más?

Unos meses antes de empezar la universidad entré a un programa en el que me llevaron a conocer Israel con otro grupo de personas, una manera de fortalecer la identidad judía y los lazos con el Estado judío. Ahí tuve la oportunidad de convivir con todo tipo de personas que habían vivido el judaísmo desde ángulos diversos. Había religiosos, hijos de familias mixtas, seculares que habían pasado toda su vida en escuelas judías y chavos como yo que no tenían ni idea de lo que ser judío era. Tuve la oportunidad de resolver ciertas dudas. Además conocí a una chava que me llevó a su templo y me enamoré del judaísmo como forma de acercarse a D-os.

A los pocos años ya era observante. La identidad había dejado de ser una duda. Sabía que el judaísmo es variado porque cada quién parte de su propia experiencia. Ninguno de mis antepasados cercanos había sido religioso, y sin embargo esa fibra es la que había más tocado toda mi experiencia. Para el ortodoxo ser judío implica aceptar una forma de vida como mandato divino, te da una responsabilidad muy bella hacia D-os, el hombre y el mundo que te rodea; es judío quien nace de madre judía o quien acepta como suya esa responsabilidad. Para el secular por su lado ser judío significa una cosa totalmente opuesta. Implica tener un pasado histórico compartido o haber crecido en el mismo ambiente comunitario. El judío va a escuelas judías, pasa los sábados en una tnuá (grupo juvenil judío) come kósher o tuvo antepasados que hablaban idish o árabe, o español antiguo salieron de Polonia, Siria, Líbano o Turquía. Es decir el judaísmo es una identidad plural, pues parte de un hecho para convertirse en una relación. Y eso podemos decirlo de cualquier identidad. Uno es aquello a lo que decide darle importancia. El hecho para la persona es que nació de una madre judía, que estudió en el colegio Tarbut o que su familia se comporta de tal o cual manera. Decidir como eso afecta en su vida, o cómo eso afecta la forma en que se percibe frente al espejo es lo que implica asumir una identidad y ello por necesidad será siempre propia e individual.

El tiempo también me enseñó que hay muchas formas de crear esa relación con el pasado; algunas son muy nocivas y otras son formas de fortalecerse frente a la vida. Mis amigos de la universidad constantemente me contaban experiencias muy nocivas sobre judíos que habían conocido en otros medios. Noté que la razón principal de esas faltas era una identidad mal asumida. Uno puede crear una identidad desde una idea falsa de superioridad y desprecio hacia lo que no se conoce o desde la integración hacia lo que se ama. Uno puede verse como judío o como mexicano porque considera que todos los otros pueblos son inferiores, despreciables y por eso no quiere mezclarse con ellos (el caso del maestro que no me veía como mexicana) o puede hacerlo porque tiene cariño al pasado histórico que conforma su comunidad, su familia, y desea continuarlo en su vida y descendencia. Va a hacerlo porque quiere vivir con su pareja los ideales tan elevados que ese pasado le ofrece o la forma de vida que disfrutó tanto en su infancia (el caso de muchas amigas que escogieron de esta forma a sus parejas). Ambas pueden llevar al mismo resultado: mantenerse dentro de una comunidad, conservar una identidad. Sin embargo, la primera te vuelve débil frente al mundo y llena tu camino de amargura; la segunda hace que te integres a un grupo porque asumes sus características como tuyas y eres capaz de ver la belleza de que sea así. Te vuelve fuerte frente a los otros porque partes de una realidad que asumes como cierta y la disfrutas.

Al final cómo impacta la identidad de uno en su vida es una decisión que se toma a lo largo del tiempo a través de la reflexión. ¿Qué es ser mexicano? Involucra el lugar donde naciste o creciste, los padres que tienes, la lengua que hablas ¿Qué es ser judío? Involucra las creencias que te rodean, ciertos sentimientos hacia algunas cosas, las experiencias que tuviste en algún momento de tu vida y tu pasado familiar. ¿Cómo lo interpretas? Depende de ti que sea cosa tuya.