Enlace Judío México e Israel – Un dilema que ha cautivado a filósofos y psicólogos por igual es el motivo de las acciones humanas. Hay quienes le dan más peso a los pensamientos que a las emociones; mantienen que estos primeros son la génesis de las segundas, que todo sentimiento es causado por un pensamiento claro o no asumido. Otros opinan que es exactamente al revés que las emociones son las que determinan la forma de pensar de un individuo. Sin embargo, no cabe duda que ambos (pensamientos y emociones) interactúan entre sí y se conforman mutuamente; y uno puede decidir el proceso bajo el cual quiere funcionar. En un momento determinado puede decidir escuchar a su razón y tener consciente las emociones que ese pensamiento genera internamente o en otro preferir darle espacio más amplio a las emociones que su cuerpo naturalmente produce. El musar (una corriente de pensamiento judía surgida en el siglo XIX) nos enseña a tener consciencia de nuestras emociones para poder controlarlas y dirigirlas hacia D-os. Lo que esta doctrina enseña es el motivo por el cual cada mitzvá (mandato divino) fue dada al hombre y las actitudes o emociones con las cuales uno debe realizarlas. Esto lleva a la persona a conocerse en una forma que no lo haría si no se forzara a hacer dicha exploración, y lo ayuda a adquirir una gran fuerza interna.

Su máxima expresión se encuentra en las festividades judías. Puesto que a lo largo de los milenios, los rabinos no sólo se han dedicado a difundir las leyes y acciones que la Torá y el Talmud exigen de dicha festividad, aparte, se han interesado por explorar las emociones y actitudes que deben desarrollarse durante determinado día. Es a través de las emociones que el recuerdo de la historia judía y el mensaje de la fiesta se queda en la persona. Por eso hay festividades como Tishá beAv o Purim que nos exigen sentir determinadas emociones durante ese día (dolor profundo por la pérdida del Templo o alegría por nuestra salvación durante el imperio persa) y otras que simplemente las generan como Pesaj. Yom Kipur se encuentra entre ambas y es uno de los días más complejos para entender dentro de estos términos. Por un lado debemos sentir reverencia y miedo a D-os y al mismo tiempo recordar Su amor y actuar con felicidad por ello; debemos arrepentirnos de nuestros pecados pero sentir la liberación de la culpa al ser purificados y debemos disfrutar el día como se disfruta cualquier festividad. Es sin duda un vaivén de emociones.

Alegría y miedo

La primera dificultad que encontramos en este día es que se nos pide sentir miedo y alegría (guilá ve yirá) al mismo tiempo. Debe ser al mismo tiempo el día más solemne y el más alegre para el pueblo judío. El miedo me es fácil entenderlo: es el día en que confesamos nuestros pecados frente a D-os y pedimos perdón y absolución por ellos. A veces conocer las posibles consecuencias de errores que me fueron perdonados me ha hecho en Yom Kipur sentir el miedo más grande que he sentido en mi vida. Al mismo tiempo, la conciencia que D-os el Creador del Universo y que de Él depende la vida y la muerte haría temblar de miedo a cualquiera que se pare frente a Él. Sin embargo, en un día tan solemne ¿cómo podemos entender la alegría?

Hay varias respuestas a esta pregunta; la primera nos dice que es un proceso de miedo a alegría, al pararnos frente a D-os sentimos miedo genuino y nos arrepentimos de habernos separado de Él. Sin embargo sentimos alegría al saber que hemos hecho todo lo que estuvo en nuestras manos para enmendar el error cometido y que en este día D-os nos ha perdonado o que se han borrado del Cielo y de la Tierra los efectos de nuestros actos. La segunda nos dice que el miedo no es un miedo que nos haga temblar, sino que es simplemente una muestra de respeto, nos paramos frente a D-os con reverencia. Mientras que una tercera reconoce la intensidad del miedo que uno siente frente a D-os y describe la alegría como un sentimiento que surge simultáneamente al miedo gracias a la cercanía que la persona genera con D-os. Al mismo tiempo que uno siente vergüenza, miedo y reverencia de confesar sus pecados se siente feliz de poder hablar y entablar una relación con D-os y de tener la confianza de que D-os lo escucha. Son actitudes distintas con las que uno se acerca a este día que a veces conviven las tres dentro de la misma persona.

Distintas formas de teshuvá

La ambivalencia emocional que se vive al acercarse a D-os a través del miedo y la alegría también está presente en el proceso de teshuvá que marca el paso del día. La teshuvá es el proceso que se lleva a cabo a través de todo el mes de elul y en las festividades de tishrey, para algunos las más importantes del año (Rosh Hashaná, Yom Kipur, Sucot y Sheminí Atzéret). “Shuva” básicamente significa regreso, la teshuvá es el proceso de introspección y cambio interno que implica el preludio a la expiación de los pecados. Básicamente se refiere a tomar la determinación de no volver a realizar los pecados cometidos y hacer acciones para evitar volver a caer en ellos.

En español suele traducirse como “arrepentimiento,” sin embargo la palabra no abarca en totalidad el significado real de la teshuvá ya que el arrepentimiento y la vergüenza son sólo una parte del proceso; una que incluso no es terminantemente necesaria para algunas posturas. La parte más importante de la teshuvá, más incluso que el arrepentimiento es el cambio interno en la persona, las acciones que toma como consecuencia y la sinceridad de la resolución. La vergüenza o el arrepentimiento deben ayudar a la persona a cambiar, sin embargo, si no lo hacen no tienen ninguna utilidad. En el judaísmo además es de suma importancia que la persona supere ambos sentimientos pues se consideran un peso que no le permite a la persona llegar a una expiación genuina y restablecer plenamente una relación sana y estable con D-os.

Varios rabinos han hablado sobre los procesos que se deben llevar a cabo al hacer teshuvá, los distintos niveles de cercanía que uno alcanza con D-os a través de ella o la forma de medir correctamente nuestras intenciones. Para rab Sloveitchik, por ejemplo, el sentimiento de arrepentimiento no es necesario mientras la persona tome una resolución sincera de no volver a cometerlo y se basa en Maimónides para ofrecer una medida bastante estable en la que dice si la persona se encuentra con la posibilidad de pecar de la misma forma en que lo hizo y tres veces niega esa oportunidad puede tener la confianza que su resolución fue sincera y que ha actuado en consecuencia. Para rab Eliahu Dessler sin embargo, es la vergüenza y el arrepentimiento el que verdaderamente “limpia” por así decirlo el pecado de la persona. Bajo esta perspectiva si la persona siente dolor genuino las posibilidades de que vuelva a cometer el mismo pecado son bajas, ya que nadie activamente regresaría a una experiencia dolorosa por propia voluntad. Al hecho de que la gente vuelva a pecar, rab Dessler adjudica una falta de poder percibir ese dolor intrínseco en el pecado, para él, la persona cae nuevamente en el mismo pecado porque sigue pensando en el placer que le ocasiona en vez de asociar la experiencia con dolor o vergüenza. Es una postura radicalmente distinta a la de Sloveitchik, donde el rabino distingue los dos caminos posibles a la teshuvá: la razón o la emoción, en la primera la vergüenza puede existir o no.

Sin embargo, un aspecto mucho más discutido de la teshuvá es aquel que la misma Guemará rescata. De Yom Kipur se nos dice que aquel que hace teshuvá por miedo sus pecados se vuelven como si fueran pecados sin intención o son borrados de los libros, mientras que aquel que hace teshuvá por amor sus pecados se convierten en méritos. Es una afirmación que es muy díficil de entender porque en este caso particular ¿qué distingue realmente al miedo del amor?

La explicación tradicional que se da es que uno puede hacer teshuvá por miedo a las consecuencias que sus acciones puedan tener ya sea a nivel terrenal o en el mundo venidero. En este caso entiende que D-os es Soberano del Universo y que sus acciones pueden tener una consecuencia fatal para él o para el mundo y por eso decide cambiar, actúa en base al respeto que le tiene a D-os y Su ley, a ello se refiere el miedo. Sin embargo, puede decidir cambiar no por miedo a las consecuencias de sus acciones sino por que busca mayor conexión con D-os; entiende la bondad de la ley que le fue dada, entiende por qué ese pecado particular esta prohibido y siente placer de poder acercarse a D-os en esa forma, entonces se dice que cambia por amor. En los rezos pedimos acercarnos a D-os como hijos y si no es posible entonces como sirvientes. La frase describe las dos formas de ver la teshuvá.

Otra explicación también habla sobre los sentimientos que generamos hacia el pecado cometido. Existe una postura que nos dice que todo pecado surge de una fuerza interna muy potente de parte del que lo comete. Es así porque en su interior no se ha dado cuenta que busca a D-os, pero lo está buscando en la forma equivocada. Cuando siente vergüenza y desagrado por el pecado se dice que su teshuvá surge del miedo, sin embargo, cuando logra perdonarse, olvida la culpa y la vergüenza, entiende los motivos que lo llevaron a actuar de esa forma y logra usar toda esa energía en la forma correcta entonces su teshuvá parte del amor y sus pecados se convierten en méritos.

Finalmente hay quien explica que uno puede cambiar por necesidad a cambiar, porque es infeliz, tiene una carencia o la circunstancia lo está llevando a cambiar y hay quien sin necesidad, ni faltas por voluntad propia decide cambiar y superarse. El primero se dice que hace teshuvá por miedo y el segundo por amor.

El ayuno, una forma de placer

Finalmente otra de las cualidades contrarias que Yom Kipur une es la del ayuno. A diferencia de los ayunos referentes al Templo este ayuno no esta hecho para ayudarnos a sentir dolor, sino debe ser parte del placer del día. Uno come en Erev Yom Kipur precisamente para que el ayuno no pese sobre su carne y debe hacerlo con alegría y disfrute del día que se aproxima. El ayuno en realidad esta pensado para ayudar a la persona en el rezo, la reflexión y para separarlo de asuntos terrenales; ayudandolo a adentrarse en el mundo espiritual. Nos abstenemos de comer con el cuerpo para comer con el espíritu del Olam Habá (mundo venidero) y la Shejiná (la presencia Divina).