Enlace Judío México e Israel – La ansiada vacuna contra el SARS-Cov-2 podría estar aún lejos de ser una realidad. Carol Perelman conversó con uno de los hombres que desarrollan un nuevo tipo de vacuna que, hasta ahora, solo se había desarrollado conceptualmente. 

El profesor Jonathan Gershoni, jefe del Departamento de Investigación Celular e Inmunología de la Universidad de Tel Aviv, ha dedicado su vida al estudio de virus como el VIH, el SARS-Cov-1 y el MERS. Cuando define su trabajo, Gershoni habla de “investigación inventiva”, un puente entre la academia y la industria.

En una conversación exclusiva para Enlace Judío con nuestra colaboradora Carol Perelman, Gershoni habló sobre este concepto y sobre cómo el destino lo ha llevado a dirigir a un equipo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv que está está desarrollando una vacuna contra el virus causante del covid-19.

“Muy al principio de mi carrera se volvió evidente que una vez que yo entendí la belleza y la importancia de hacer ciencia para básicamente tratar de entender los mecanismos en sí mismos, siempre me encontré preguntándome a mí mismo ¿qué puedo hacer con eso? ¿Cómo lo puedo aplicar? ¿Cómo puedo usar mi conocimiento como un medio para promover y mejorar la salud humana?”

Según Gershoni, en el otro espectro se encuentran las industrias que buscan innovaciones tecnológica y científicas para lanzar productos al mercado. La ciencia de Gershoni se encamina a satisfacer tanto sus preguntas como las necesidades de la industria.

“Muy al principio, mientras trabajaba, se me ocurrieron algunas ideas y (…) en la universidad me explicaron que, de hecho, soy un inventor. Yo no planee ser un inventor pero traje algunos nuevos conceptos, nuevas tecnologías, y los de la universidad dijeron ‘tenemos que proteger tu invento’, y esa fue la primera vez que me hice consciente de la inventiva y las patentes.”

Para que un invento sea patentable, dice Gershoni, debe cumplir tres reglas fundamentales: ser útil, ser verdaderamente nuevo y no ser obvio.

Gershoni se siente cómodo al pensar en lo que hace, no como ciencia básica ni aplicada sino como una forma de ciencia patentable que cumple con los requerimientos establecidos para tal efecto. “Y he sido bendecido porque, a lo largo de los años, he sido capaz de introducir patentes de cosas que se encuentran en mi campo de interés.”

“La investigación inventiva es ese puente que une a la academia con la industria”, sigue Gershoni: “Y es muy importante porque la gente tiene una idea distorsionada del significado de ‘patente’. La gente piensa que quiero hacer dinero. No me molestaría hacer dinero pero ese no es mi objetivo. Como sea, si tú tienes una buena idea que de hecho podría ser útil, es tu responsabilidad moral, especialmente si estás usando fondos públicos para desarrollar tus ideas, proveer a la industria de protección, para que pueda invertir en tu idea, desarrollar un producto y llevarlo al mercado.”

Sin esa protección las ideas, por buenas que sean, nunca llegarán al público, dice Gershoni. Quien pese a admitir que el proceso de convertir una patente en un producto es largo y complejo, nos cuenta cómo una de sus investigaciones, cuya patente venció antes de ser explotada, ha alcanzado una gran importancia.

“Es interesante. Se me ocurrió la idea de que un receptor mimético posiblemente podría interceptar un virus y evitar la infección”, recuerda. Añade que, por recomendación de un colega, Gershoni buscó un nombre para su concepto, y como la función de estas células miméticas era suprimir la acción viral, apeló a la palabra hebrea di cui, supresión. Al final, al transcribir el concepto al inglés, surgió en nombre molecular decoys para denominar a ese tipo de partículas.

Del VIH al ‘corona’

Durante décadas, Gershoni ha estudiado a muchos virus. Uno de ellos fue el temido VIH, causante del sida. Al tratarse de un virus que muta constantemente, el catedrático supuso que, dado que la proteína receptora del virus es bastante estable, debía haber alguna parte en la superficie del virus que no cambiara. De lo contrario, no tendría la capacidad de infectar a las células. Descubrir esa zona específica ayudaría a desarrollar mejores tratamientos y eventualmente, incluso una vacuna.

Hace 15 años comenzó a investigar al SARS-Cov-1 bajo la misma perspectiva. Para él, hallar esa relativamente breve sección del virus que se encarga de “embonar” en el receptor ACE-2, era prioritario. Para cuando sus investigaciones estaban arrojando resultados “ya a nadie le importaba”, dice, pues por fortuna, el virus había desaparecido.

Pero a menudo ocurre en la ciencia que un conocimiento cobra relevancia tiempo después de que fue desarrollado. Gershoni había logrado “comprender a profundidad a los coronavirus, los elementos de unión con los receptores y cómo interactúan con estos. Y entonces, solicitamos una patente en 2015. Y el nombre de la patente es “Vacunas para coronavirus”.

Este nuevo enfoque supone una visión diferente de cómo obtener una vacuna efectiva y segura. Su equipo trabaja en ello desde hace 15 años. “Hemos tenido progresos (pero) lleva tiempo. Es un tipo complicado de experimentos pero confío en que, debido a la similitud con el SARS-Cov-2”, sus estudios deriven en una nueva vacuna algún día.

La carrera: no hay que llegar primero

Aunque los medios de comunicación han hablado de una “carrera” por la obtención de la vacuna contra el virus, “no es tan importante quién llega primero. Lo que es importante es que necesitamos una solución y una vacuna. Hemos sido bombardeados constantemente con comunicados de prensa que dicen que Moderna ha dado otro paso, o que Oxford o AstraZeneca han dado otro paso, como Pfizer y el resto. Al público en general, eso no podría importarle menos. Lo que la persona común quiere saber es cuándo podrá acudir a su plan de salud, arremangarse la camisa, recibir una inyección y saber que ella y su familia están protegidos y pueden seguir con sus vidas.”

Gershon dice que no cree que eso ocurra antes de un año contando desde este momento. “Así que tendremos que aprender a vivir con el coronavirus.”

Mientras la mayor parte de las vacunas que se encuentran en desarrollo buscan proveer a los sujetos de información genética que le permita producir los antígenos contra el virus, Gershon y su equipo trabajan con un enfoque distinto. Según el experto, la producción excesiva de anticuerpos puede ser contraproducente, por lo que su equipo busca atacar “el talón de Aquiles” del virus: esa zona precisa que le sirve para unirse al receptor e infectar las células.

“Somos el único laboratorio del mundo que tiene derecho a decir ‘vamos a reconstituir, extraer con precisión solo la superficie de unión del virus y usar eso para entrenar al sistema inmune.” Gershoni admite que el suyo es un laboratorio pequeño y que no tiene la capacidad de competir contra las grandes farmacéuticas, sin embargo, “nosotros tenemos la patente” de esta nueva forma de hacer vacunas, más específica y precisa.

Dice que “con suerte, lo habremos logrado en unos pocos meses.” Sin embargo, esta nueva tecnología no ha sido aplicada jamás en una vacuna comercial. “Hemos trabajado por muchos años e intentado desarrollar esto como un concepto (…). Creemos que nuestro enfoque va mucho más al punto con esta horrorosa pandemia.”

El trabajo de toda una vida podría rendir frutos si Gershoni y su equipo tienen éxito. Su vacuna podría significar un nuevo paradigma y liberar al mundo de la situación actual. “Siento que he estado trabajando en una obra de teatro, escribiendo el guion durante 40 años, y que al fin se va a llevar al escenario.”

El próximo 30 de septiembre el doctor Gershoni participará en el Innovation Day 2020, organizado por la Universidad de Tel Aviv.

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