Enlace Judío México e Israel – En los últimos meses hemos apreciado gráficas in crescendo, números cada vez más largos y cifras que en marzo no pensábamos tener que pronunciar. Los encabezados están plagados de cantidades exorbitantes que mientras nos mantienen informados y muestran lo que sucede más allá de nuestras paredes, pretenden que captemos el mensaje y sigamos con lo que ya sabemos: la distancia física, el uso correcto de cubrebocas, el higiene constante de manos, el rastreo de posibles contactos y las pruebas de laboratorio oportunas. Pero en la COVID-19 también hay números pequeños, incluso cifras de un solo digito y en cero, que vale la pena resaltar.

En este texto hablaremos de las estadísticas que se han quedado más bien estacionadas, que no han conocido los términos de “exponenciales” o requerido ser comparados con porcentajes o ser divididos en per cápita para comprenderse mejor. La intención de conocer estos casos no radica tan solo en congratularlos, sino en desmenuzarlos para entender mejor lo que los números nos pueden decir sobre COVID-19. Aprender cómo algunos han hecho para domar las cifras y en su caso tropicalizar las mejores prácticas. Así, no solo aleccionarnos de los lamentables errores, sino también rescatar ejemplos alentadores de países que han tenido aciertos.

Según números oficiales de Worldometer son cinco los países con más de 1 millón de habitantes que desde que inicio la pandemia no han reportado ninguna muerte por COVID-19: el país africano Eritrea y los asiáticos Mongolia, Camboya, Timor Oriental y Laos. Así es, cero muertos al día de hoy; todos ellos con casos activos.

Estos cinco países comparten características similares en varios aspectos que resulta inevitable evidenciar. Por un lado tienen altos índices de pobreza y rezagos considerables en desarrollo; todos con PIB per cápita de menos de la mitad del de México. De los cinco, Eritrea, Cambodia y Laos tienen regímenes autoritarios que con mano dura implementaron medidas para combatir la pandemia; evidentemente todos ellos, incluidos Mongolia y Timor Oriental decidieron también prepararse con firmeza al conocer la vulnerabilidad de sus sistemas de salud.

Según el Proyecto OxCGRT, que mide el índice de estrictez de los gobiernos, según las medidas implementadas ante la pandemia de COVID-19, Laos y Eritrea tuvieron en marzo la calificación de 96 y 93 respectivamente, siendo 100 el nivel más estricto. Como referencia, en México estamos ahorita con índice de estrictez de gobierno según OxCGRT de 82. A pesar de estas similitudes, cada país tiene particularidades que vale la pena entender. 

El caso de Mongolia es peculiar al compartir la mayor longitud de frontera precisamente con China. Tiene un flujo importante de personas que por temas educativos y laborales cruzan constantemente de un país a otro. Es por ello que Mongolia, sabiendo que su sistema de salud no es robusto, tomó medidas drásticas, tempranas, preventivas. Como explicó el epidemiólogo Davaadoj Rendoo, “había que estar preparado antes de que llegara el virus para evitar un desastre. Así que el mismo 10 de enero, cuando se supo del inicio de la epidemia en China, en Mongolia fue obligatorio el uso de cubrebocas“.

El caso de Camboya es interesante porque de los países con cero muertes, es el que más habitantes tiene, más de 16 millones. De ellos, el 80% vive en zonas rurales, por lo que mantienen distanciamiento físico de forma natural. El gobierno aplicó medidas estrictas que se asumieron rápido y de forma temprana, que aunada a la generosa ayuda internacional, han sido fundamental para mantener contenidos los 283 casos que han dado positivo. Y aunque algunos suponen que no hay suficiente información, Camboya ha reportado la realización de cerca de 154,000 pruebas para detección de COVID-19, más que Egipto, que tiene 6 veces más habitantes. 

El caso de Timor Oriental combina que el gobierno de este pequeño recién independizado país cerró desde el inicio de la pandemia su frontera con Indonesia para proteger a su vulnerable población, otorgó apoyos económicos directos a los más pobres y disfrutó de los beneficios de una medida que desde 2015 el organismo internacional World Neighbors había instrumentado en el país. La iniciativa de World Neighbors se había enfocado en promover la resiliencia de la población en los retos del cambio climático, específicamente en el uso adecuado del agua. Ahora, ante la pandemia, la educación respecto al uso de este líquido vital ha asegurado la higiene adecuada de los habitantes y controlado los 29 casos reportados de COVID-19.

Hablar de Eritrea es sumamente complejo. Un país del este de África cuyo gobierno centralista se ha visto ausente y a la vez indignado ante el ofrecimiento de ayuda internacional, poniendo antes “la dignidad nacionalista” que las necesidades reales de su pueblo; entre estos, el gobierno rechazó la generosa oferta del magnate chino fundador de Alibaba, Jack Ma, que pretendía regalar equipo médico para el abastecimiento del precario sistema de salud. Además, en el país existe una opresión desmedida que ha bloqueado el flujo de información, dejando en duda la verdadera magnitud de la pandemia en ese país.

Finalmente, Laos, que fue el último país del sureste asiático en tener su primer caso y que a la fecha tiene 23 positivos reportados y tan solo uno activo, presume de mantenerse como uno de los gobiernos con mejores manejos de la pandemia. Sin embargo, algunos organismos como Human Rights Watch sospechan que el gobierno comunista ha manipulado la veracidad de la situación, controlando los medios de comunicación e incluso provocando arrestos a personas que violan “los intereses del Estado”. Ante ello, existe la preocupación por la invisible epidemia que podría estar azotando al débil sistema de salud de este país. De todas formas, y a pesar de algunos cierres de fronteras, dos de sus países vecinos, China y Tailandia, han apoyado con ayuda médica el país de poco más de 7 millones de habitantes distribuidos en una extensión geográfica del tamaño de Gran Bretaña. Posiblemente esa baja densidad poblacional y que el 20% de las comunidades no tienen comunicación con carreteras sean los factores que tengan controlados los casos. 

Por supuesto que el grandioso trofeo que estos cinco países ostentan de cero muertos durante la pandemia de COVID-19 que al día de hoy, según cifras oficiales, ha cobrado la vida de más de un millón de personas, es espectacular. Sin embargo debemos considerar estos números con un gratito de sal. Posiblemente las muertes por COVID-19 en estos países sí sean inexistentes, otorgo sin conceder, pero sospecho que la realidad es probablemente un poco distinta.

Diversos factores podrían estar detrás del aparente número cero: quizás la escasez de pruebas que confirmen la enfermedad y por ende la causa de muerte; falta de infraestructura que hace que los decesos sucedan lejos de los centros de salud y queden sin contabilizarse; burocracias que retrasan la emisión de los certificados de defunción; o bien, una combinación de estos con el deseo de los sistemas gubernamentales por hacer propaganda local y mostrar una fachada pública que minimice la pandemia. 

Ante esta situación, creo que vale la pena buscar lo que los números pequeños nos quieren decir pero ser menos exigente en esta consulta. Sí buscar aquellos países que mantienen números increíblemente bajos, pero aceptar aquellos cuyos reportes sean más transparentes.

En este cambio de estrategia revisé la lista de los países pertenecientes a la OCDE. En ella encontré que, al día de hoy, los que mejores cifras tienen son Nueva Zelanda e Islandia, el primero con el menor número de casos positivos, 1,871 desde que inició la pandemia, y 25 muertos en total; y el segundo, con el menor número de muertos, 10, y 3,582 casos confirmados de COVID-19. Estos son números verdaderamente extraordinarios y alentadores; para ponerlos en perspectiva, tan solo ayer en México se reportaron 3,175 nuevos casos y 139 muertes confirmadas por COVID-19… ¡en un día! En un día México tuvo más casos que Nueva Zelandia y casi igual que Islandia ¡EN TODA LA PANDEMIA! Y ni que decir del número de muertos. Cómo comparar, 10, 25 con 139 considerando que obviamente cada vida humana es valiosa en sí y una gran pérdida quizás evitable, y que además no se esta logrando contabilizar todas ellas. 

Pero entonces, ¿cuál es la fórmula del éxito de Nueva Zelanda e Islandia? La razón no causa sorpresa: el buen control desde el inicio, con suficientes pruebas y rastreo de casos, la comunicación clara del gobierno, el acercamiento de los líderes a los expertos científicos, la coordinación de sus instituciones que generaron confianza en la población y condujo al comportamiento responsable de los ciudadanos

Si miramos fuera de la OCDE vale la pena resaltar el manejo de la pandemia en Taiwán con 529 casos de COVID-19 y 7 muertos desde el inicio de la pandemia. Pero dejando los países de lado, podemos mirar a África, un continente que por su situación esperaba ser fuertemente golpeado por el nuevo coronavirus y que, sin embargo, a pesar de representar el 17% de la población mundial, cuenta con solamente el 3.5% de las muertes reportadas por COVID-19.

Las razones, según la Academia Africana de Ciencias radican en una combinación de elementos. Uno, es el promedio de edad que sabemos que es un factor predisponente a la forma grave de esta enfermedad, donde en Kenia, es de 20 años, mientras que para Gran Bretaña es de 40 años. También a que África tiene experiencias recientes en el combate a enfermedades contagiosas, a epidemias devastadoras, haciendo que la población reconozca la vulnerabilidad de su precario sistema de salud y con mayor sensibilidad acate las medidas recomendadas, como el uso de cubrebocas. Además, muchos de los africanos reciben al nacer la vacuna contra tuberculosis, BCG, que algunos estudios han encontrado como posiblemente protectora. También, el que los africanos no cuentan con el factor genético que se ha asociado a mayor riesgo de COVID-19 severo, que el clima es más caluroso y seco permitiendo estar más al aire libre, que la densidad poblacional es baja y no hay casi casos de comorbilidades como el sobrepeso.

La idea de este texto es resaltar que a pesar de ser una epidemia global con un patógeno único, que amenaza a la especie humana completa y por igual, cada entidad política ha asumido el manejo interno de su micropandemia de forma independiente, y por ello, con resultados diferentes. Así las medidas asumidas para contener la pandemia ha respetado las fronteras físicas de los países aunque el mismísimo SARS-CoV-2 las ignoró. Pero que gracias a esta diversidad de respuestas vemos también un abanico de números que nos sugieren a gritos no solo lo que unos han hecho mal, sino también observar que las medidas tomadas de forma responsable tienen efectos extraordinarios, de mucho beneficio; que sí funcionan y que sí son posibles.

Y solo para no dejar de lado el impacto económico, según datos de OurWorldinData no había que sacrificar la economía para sobrevivir la pandemia. Por un lado, países como Taiwán y Corea del Sur lograron el éxito recién descrito en tema de salud sin arriesgar su PIB, el primero con una disminución de 0.6% y el segundo con 3% respecto al segundo cuarto del 2019. Mientras que países como Perú que sacrificaron dramáticamente su economía, con pérdidas estimadas en el PIB de 30.2% respecto al mismo cuarto del 2019, ha enfrentado una terrible situación en el tema de salud.  

Toda esta realidad pandémica, que en un principio se asemejaba a un tsunami y ahora se siente más como  un inacabable tornado, nos ha anestesiado y sin duda cansado, pero mi texto va hacía la esperanza de no aflojar, de mostrar que no tenemos que tener cifras aterradoras, que especialmente ahora que comienzan los climas fríos, y con ellos los posibles aumentos de casos sí existe una segunda oportunidad para implementar, con mayor conocimiento, las acciones que ya vimos, durante la primera ola, que sí funcionan.

Recuerda siempre que el nuevo coronavirus no corre por sí mismo entre las personas, más bien somos los humanos, con nuestro comportamiento, los que propagamos al virus. Como especie tenemos la capacidad de trazar el futuro con nuestras acciones, ese es un poder que debiéramos usar a nuestro favor, modificando nuestras actitudes, decisiones y comportamientos podemos cambiar el curso de la pandemia. Eso es lo que nos dicen los números pequeños.

 


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