DIOS CREADOR

Abraham Abinu descubrió a Dios al observar la creación. “Tiene que haber un Creador Inteligente”, razonó Abraham, Alguien que trajo todo a la existencia y continúa haciendo que este maravilloso mundo funcione (יש אדון לבירה).

DIOS ES UNO

Esta idea, que ya era muy innovadora, fue seguida por otra declaración revolucionaria de Abraham: “Hay un solo Dios”. Abraham, contra toda lógica contemporánea, afirmó que no hay fuerzas divinas opuestas que luchen entre sí: en la visión de Abraham, la luz y las tinieblas, la salud y la enfermedad, el nacimiento y la muerte, vienen del mismo Dios. Para los hombres de ese tiempo esto ya era ridículo: lo más lógico es explicar que el bien y el mal, la vida y la muerte, provienen de dos o más poderes mitológicos opuestos y diferentes. ¡Creer en un solo Dios era una locura! Quizás una blasfemia y una falta de respeto hacia los demás dioses.

DIOS ES INVISIBLE

Y como si esto no fuera suficiente, Abraham también afirmó que los ídolos eran falsas representaciones de Dios. “Dios no se puede ver. No tiene cuerpo. Es invisible”, afirmó Abraham. Creo que esta declaración de Abraham fue la más dramática. Hoy en 2020 la entendemos sin problema, porque sabemos que estamos rodeados de ondas electromagnéticas invisibles a los ojos, como la radio, el microondas, WiFi, teléfonos celulares, etc, etc. Hoy sabemos que muchas cosas que no vemos obviamente existen en una dimensión que no podemos percibir con nuestros ojos. Pero hace 4.000 años, ¿quién creería en algo que no se puede ver, tocar o representar? ¿Quién creería que algo o alguien que no se ve no solo existe sino que es responsable por la existencia de todo lo visible? Si me preguntan, creo que esta fue la innovación más dramática del monoteísmo de Abraham y la creencia más improbable de ser aceptada por los demás.

LE IMPORTA Y NOS ESCUCHA

Pero hay un aspecto del monoteísmo judío (o la teología judía) que según la lectura literal del texto bíblico (peshat) Abraham Abinu solo descubrió con el correr del tiempo. Que “al Creador le importan los seres humanos. Interviene en su beneficio y hasta puede cambiar el curso natural de los acontecimientos cuando se lo pedimos”. Lo que nos llevaría a suponer que Abraham no estaba completamente consciente de este hecho acerca de Dios es que Abraham no rezó a Dios cuando necesitó Su intervención. Por ejemplo: Abraham deja la cómoda vida de Harán y emigra a Israel. Cuando Abraham llega a Israel, la tierra sufre una sequía severa. Abraham decide emigrar a Egipto, y una vez allí, su esposa Sara es secuestrada. En ambas crisis, Abraham no oró. Abraham no le pidió a Dios que le concediera la bendición de la lluvia, ni le imploró que le ayudara a recuperar a su esposa Sara. ¿Por qué?

SUFRIR SIN ORAR

El silencio del texto parece indicar que Abraham “no imaginó que podía pedirle a Dios” Su intervención para cambiar un hecho natural o personal. Si nos ponemos en el contexto de la generación de Abraham, los paganos no esperaban que a los dioses les importara de ellos. Primero porque los dioses siempre exigían obsequios y sacrificios de los humanos. Y no tenían empatía hacia los seres humanos. Ni amor ni interés por ellos. Estos dioses mitológicos estaban muy ocupados luchando entre sí y no tenían ningún interés en ayudar a los hombres. Por el contrario, en ocasiones competían con los humanos por recursos naturales como la lluvia o la luz. Rezar era completamente contrario a la intuición en una sociedad pagana. Y algo que Abraham no pudo deducir por su propia inteligencia u observación. Lo tuvo que aprender.

EL NACIMIENTO DE LA ORACIÓN

Siguiendo estrictamente el sentido literal del texto, es Dios quien menciona en primer lugar el concepto de rezar (lehitpalel). En la Parashá que leímos este pasado Shabbat, Sara es secuestrada por segunda vez, ahora por el monarca de Gerar, Abimelej. Dios castiga al rey con graves aflicciones. Se le aparece a Abimelej en su sueño y le revela que Sara es una mujer casada. Abimelej le dice a Dios que él no lo sabía y luego Dios le dice qué hacer (Génesis 20: 7) “Ahora, devuélvale la mujer a su esposo, que es un profeta, y [pídele] que ore por ti y no morirás” . Génesis 20:17: “Entonces Abraham oró a Dios y Dios sanó a Abimelej”. Esta es la primera oración formal en la Tora.

REVALORANDO LA TEFILA

En nuestros días, estamos familiarizados con el concepto de rezar y nos parece natural que Dios se preocupe por nosotros y nos escuche. Pero la oración no es algo que debamos esperar naturalmente del Creador del universo. La oración es un increíble privilegio. Un regalo que se nos otorga porque HaShem nos ama como un padre ama a sus hijos. Anteriormente, Abraham ha invocado el nombre de Dios (vayqra beshem HaShem; nebarej sheajalnu mishelo, tiquen tefilat Shajarit, etc.) para reconocerlo y anunciar Su existencia al resto del mundo. Abraham también interviene en Sodoma y Gomorra, cuestiona la justicia Divina y negocia, pero técnicamente no reza. Parece que es solamente después de lo que le sucedió a Abimelej, y por instrucción explícita de Dios, que Abraham “descubre” que es posible pedirle a Dios que actúe en beneficio de un ser humano, y que Dios, por ejemplo, puede cambiar el curso natural de una enfermedad y curar, gracias a nuestra oración.

La lección se aprende rápidamente. En la Parashá de esta semana, Jayé Sará, encontramos a Eliezer, el sirviente de Abraham, orando y pidiendo la asistencia del Creador para encontrar una esposa adecuada para Yitsjaq. Luego, Yitsjaq reza por un hijo. Yaaqob reza por protección Divina. Y el resto es historia…


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