Enlace Judío México e Israel – Corrupción, trata de personas, abuso de menores… Sobre estos temas dialogaron Shoshana Turkía y Béla Braun, a razón de la novela de este, Solo que Marla no Volverá, que se publicó en España recientemente y que está dando mucho de qué hablar. 

¿Cuáles son los límites entre lo público y lo privado? ¿Es legítimo que el estado o la familia o la sociedad regulen la vida sexual y afectiva de las personas? ¿Debe la literatura obedecer a las convenciones sociales, a las fuerzas políticas?

Sobre estos temas conversaron, la noche del 11 de noviembre, la escritora, conductora y psicoterapeuta Shoshana Turkía y Béla Braun, autor de la novela Solo que Marla no volverá (Drácena, Madrid, 2020), en exclusiva, para los seguidores de Enlace Judío en Facebook.

Porque más que una novela negra, como se le promociona en el mercado ibérico, Solo que Marla no volverá pretende ser una reflexión sobre los límites del amor, sobre la pérdida y sobre la búsqueda de sentido en un contexto de brutal corrupción institucional, donde la esclavitud sexual y la desaparición de personas forman parte de la cotidianidad.

El Estado y las relaciones

Pero en esos límites del amor (y del deseo), el autor nos ha confrontado con un tema que ha sido motivo de discusión y también de legislación: las relaciones sexuales consentidas entre un adulto y un menor. ¿Dónde están los límites que separan el deseo y el amor del abuso? ¿Deben ser materia de escrutinio público las relaciones sexoafectivas?

“¿Para qué Marla es menor de edad?”, inquiere Turkía, quien antes había hablado de la difícil labor de autoeditarse que enfrentan los escritores. “Eso me sirve para que el protagonista tenga un predicamento moral”, respondió Braun. “También me sirve para que la propia historia de amor, que empieza como una cosa muy idílica, se vuelva también conflictiva para el lector. Es, si se quiere, una provocación.”

“¿No te parece muy arriesgado tomar estos temas que actualmente tienen implicaciones no solamente morales sino también legales?”, continuó Turkía, quien recordó que en la agenda del debate público hay incluso quien defiende la pedofilia como una preferencia sexual.

“Sí me parece riesgoso y creo que el arte que no se arriesga no tiene mucho interés”, replicó el autor. “Me parece que es problemático el hecho de que el Estado regule la vida afectiva de las personas. Y entiendo que en ciertos límites y con ciertas consideraciones, el Estado y la sociedad y la familia se adjudican ese derecho y lo hacen más o menos por consenso (…), no importa mi opinión al respecto. Ni siquiera la tengo muy clara pero me parece un tema problemático.”

Hay una línea muy delgada entre el uso y el abuso en una relación

El autor sugirió, como ejemplo de esta problemática, el caso de los matrimonios entre jovencitas menores de edad y hombres adultos que puede atestiguar “cualquiera que se dé un paseo por Polanco”, uno de los barrios judíos más tradicionales de la Ciudad de México, donde no es extraño encontrar matrimonios ortodoxos en los que la disparidad de edades y la alta fecundidad son habituales.

“Yo creo que las personas tienen dignidad y están constreñidas a la ley independientemente de su género”, opinó Shoshana Turkía. Tener relaciones sexuales con un menor, con o sin consentimiento, después de cierta edad, sí es una violación a la ley”, agregó. “Yo creo que cuando hay una diferencia de poder clara en una relación sexual, hay una línea muy delgadita entre el uso y el abuso en la relación.

La transgresión es parte intrínseca e la búsqueda del artista

Turkía habló sobre el tabú y su importancia en la construcción de las relaciones sociales. También opinó que “hay posiciones personales, no al momento de crear la obra pero sí al momento de publicarla. Porque ahí hay una responsabilidad. Creo que son dos momentos del quehacer artístico distintos. Es decir, uno crea en lo intimísimo, no hay un acto más íntimo”, pero publicar la obra implica una responsabilidad más allá del acto creativo. Al momento de publicar, “me parece que ya hay un statement de la voz narrativa hacia lo público.”

“Sí, de la voz narrativa”, replicó Braun, “no necesariamente del autor”. A lo que Turkía respondió: “Las regalías sí van al autor y a la editorial, no a la voz narrativa. Me parece un poco siniestro.”

“La línea que delimita el abuso en una relación no siempre está determinada por la diferencia de edad ni por el género”, dijo Braun. “Toda relación amorosa pasa por momentos de utilitarismo. Toda relación amorosa pasa por momentos en que proyectamos injustamente en el otro deseos y reproches. Toda relación amorosa es compleja, es frágil, está todo el tiempo en un equilibrio que se puede romper muy fácilmente (…). No necesariamente una relación amorosa entre una mujer menor de edad y un hombre mayor de edad representa en sí un abuso del hombre mayor de edad.”

Por otro lado, “yo pienso que la literatura de ficción no tiene por qué estar sometida ni a las buenas maneras ni al consenso público de lo que está bien y lo que está mal; si lo estuviera, no se hubiera publicado nada de lo que hoy en día conocemos como la gran literatura. La transgresión es una parte intrínseca en la búsqueda de un artista.

Braun añadió que Solo que Marla no volverá no es una apología de la pederastia, e ironizó respecto a que, incluso si lo fuera, son escasas probabilidades de que la obra cobre la notoriedad suficiente como para llegar a tener una influencia determinante en la opinión pública respecto a ese tema.

También recordó que el propio protagonista de la novela, un jugador y vendedor de artículos de billar, sufre un conflicto moral cuando se entera que su amante es menor de edad, y alude a un pasaje de la novela en el que este personaje es interrogado respecto a las prácticas sexuales que realizaba con su amante, la enigmática Marla, cuya voz casi no se escucha, pues ya desde el comienzo de la novela, ella está ausente. Seguirá ausente, como se advierte en el título, para justificar la epopeya del antihéroe, que deberá recorrer el submundo de la prostitución en busca de su amada.

El autor habló sobre el acto de “transgresión de la realidad” como un motor del arte, a lo que Turkía replicó que Solo que Marla no volverá no es una novela transgresora sino “una novela más sobre cómo nos matan.”

El propio acto narrativo, dijo el autor, es en sí una transgresión a la realidad. Darle voz a personajes que, a través del lenguaje, develan realidades no aparentes, en ya una transgresión a la realidad, independientemente de si la novela es “realista” o no. “Es una lectura menos evidente pero también está ahí.”

Al final del debate, tanto Turkía como Braun coincidieron en que este representó una experiencia positiva de diálogo, intercambio de ideas y discusión, en un mundo que, gracias a las redes sociales, cada vez se vuelve más reacio a admitir en los argumentos del otro cualquier validez.

Solo que Marla no volverá fue editada, impresa y distribuida en España por Editorial Drácena y puede conseguirse en todo el mundo a través de la plataforma Amazon.

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