De adolescente era un poco más descarnada que hoy, no entendía por qué la gente se dolía de la muerte de escritores o filósofos que ellos ni conocían personalmente. ¿Por qué llorarlos si su relación no había sido verdadera o mejor dicho era inexistente? Un hombre al que nunca habían visto en persona, cómo podía ser tan íntimo para ellos. Sin embargo con los años mi pensamiento evolucionó y las muertes de gente desconocida empezaron a dolerme, pues aprendí a darle valor y peso a las ideas que formaban mi camino. Entendí que hombres espectaculares son ejemplos de esperanza a los cuales podemos recurrir en tiempos difíciles, y que su vida o ideas son la prueba fehaciente de que el mundo al que aspiramos puede realmente existir no sólo afuera de nosotros sino también a través de nosotros. Son un impulso fuerte al amor y el crecimiento. Cuando un hombre así muere, una luz se apaga en todo aquel que fue tocado por sus palabras.

Un hombre como rab Jonathan Sacks es muy difícil de encontrar, para el mundo fue un filosofo de gran profundidad, para la comunidad judía un gran rabino y líder. Para mí, una persona que influyó fuertemente en la manera que pienso y me relaciono con D-os. Era el ejemplo del judío que logra vivir cerca del mundo que lo rodea sin separarse de su tradición, un hombre siempre capaz de ver los detalles hermosos de la vida cotidiana y llenarlos de espiritualidad. Un verdadero ejemplo a seguir, una luz en un mundo que cada vez tiende más al vacío. En homenaje a su vida me gustaría hablar de varias de sus virtudes que impactaron fuertemente en mi desarrollo.

La importancia de la seriedad

El primer artículo que leí de él hablaba sobre el concepto de “tzedaká” (caridad, justicia y misericordia) en la cultura judía. Por primera vez en mi vida leí un rabino que hablará de Shakespeare y supiera a ciencia cierta lo que decía. En ese ensayo, mostraba como el concepto de justicia en el judaísmo no podía ser entendido sin el concepto de misericordia y discutía como el mundo se acerca a ambas ideas a través de grandes textos literarios como las novelas de Jane Austen y las obras del teatro isabelino. Sentí una paz indescriptible de encontrarme a alguien como él que se atreviera a hacerlo. Me hizo ver cosas que no había visto en mi primer lectura del Mercader de Venecia y me hizo sentirme cerca de la Torá como nunca.

Al leer sus ensayos era obvio que dicho artículo no era el único lugar donde hacía eso. La seriedad con la que trataba temas filosóficos, artísticos e intelectuales era una muestra del lugar que le daba al mundo moderno y al conocimiento en su vida. Era un hombre de Torá y todo lo que hacía te dirigía hacia ella, sin embargo, era un hombre tan abierto al mundo que logró hacer que la luz de su enseñanza afectara también ambientes no toraicos y para hacerlo sabía el lugar que tenía que darle al pensamiento profundo.

El amor al mundo

Otra de las cosas que siempre me maravillaron de él es la facilidad que tenía para a través de sus palabras hacer sentir a cualquier persona como en casa, sin importar su contexto cultural o intelectual. Hablaba de temas tan profundos en una manera tan sencilla que cualquiera podía entender e identificarse con lo que decía. Su programa de filosofía en la BBC fue de los programas más escuchados en Inglaterra por grupos de culturas distintas. Su amor al mundo y al judaísmo era tal que siempre recordaba que el judaísmo se dirige a una audiencia más allá de los judíos. Y siempre se mostró abierto a discutir y dialogar con todo tipo de personas sin importar que tan distinto fuera el pensamiento de ellos al suyo.

La grandeza de la sencillez

Finalmente una de las habilidades que siempre admiré de él era su habilidad para ver conceptos tan profundos de la Torá en los detalles de la vida cotidiana. Su serie Thought of the Day es una muestra muy bella de ello, ahí habla del envejecer, de maratones o carreras deportivas con gente con discapacidades, del comportamiento de los niños o de la lluvia. Sin embargo, a través de esos detalles desarrolla el amor a D-os, la relación entre el judío y el mundo, y la lucha interna por crecer. No sólo le ayuda a uno a entender la profundidad tan grande de ciertos pasajes bíblicos, sino también hace que el mundo parezca más bello frente a los ojos de quien lo lee.

No cabe duda que era un hombre ejemplar.