Ya conocemos el placer que podemos obtener del sexo, del buen sexo y ya sabemos, o debemos saber que todos tenemos la capacidad de experimentar, de dar y de recibir buen sexo.

Ya conocemos las bondades de una vida sexual sana y plena, sabemos que estos beneficios son espirituales, emocionales, psicológicos y fisiológicos, independientes de nuestra edad y condición física.

También sabemos que para que la experiencia sexual sea más placentera, el juego previo es indispensable, ya que nos prepara, en mente, cuerpo y alma, para hacerlo mejor, sentirlo y gozarlo más.

Si el juego previo es bueno, el sexo será mucho mejor.

La ciencia lo confirma: “El factor clave para una relación sexual satisfactoria no es lo que se haga en sí, la técnica, duración, tamaño o si tienes un cuerpo más bonito… sino la generación de deseo. Y esa es precisamente la función de los juegos previos, ya que elevan los niveles de dopamina, una hormona que estimula el deseo sexual”.

Pero, parecería que este juego previo es un ritual que requiere de diversos elementos que no siempre tenemos disponibles, como serían: mucho tiempo disponible, privacidad, un nidito de amor especial, velas, incienso, ropa adecuada, música y una escenografía de película, además de un estado de ánimo sexy.

La realidad no siempre es así, es más, en muy pocas ocasiones contamos con todo esto, en especial en esta época de pandemia y aislamiento, en la que los niveles de preocupación, angustia, incertidumbre por el futuro y dificultades económicas y materiales, tienen a muchos en un estado de estrés elevado y sin humor para convertirse en personajes de una novela romántica o erótica.

Pero no tiene por qué ser así. De la misma manera como no todas la comidas tienen que ser un banquete que dure horas para que sean placenteras, podemos hacer de todos nuestros encuentros sexuales, experiencias muy gratificantes que, además, mejoren nuestro estado de ánimo. Todo es cuestión de actitud y de interés, igual que con todo lo que hacemos en nuestras vidas.

Como bien dice la Dra. Ruth Westheimer, el final de un acto sexual es la preparación para el siguiente

Si consideramos el acto sexual solamente como una carrera hacia el orgasmo, estamos perdiendo de vista el bosque por ver solo un árbol. En este caso, en la mejor de la circunstancias, este duraría en promedio, poco más de 20 minutos, y el clímax, propiamente dicho, no llega siquiera a 1 minuto en las mujeres y alrededor de 20 segundos en los hombres.

Este tipo de actividad tan efímera no tendría el peso que en realidad tiene el sexo en la vida de la humanidad sin no tuviera muchos más elementos emocionales, espirituales, mentales y fisiológicos.

Por esto, insisto que el juego previo, a lo que llamaré foreplay no es un complemento, sino una parte integral del sexo, sin importar su complejidad o su sencillez ni tampoco su duración.

Comencemos por el inicio del deseo.

Pensamos en la otra persona y comenzamos a sentir algo extraño en el bajo vientre. La visualizamos y recordamos lo que nos gusta y lo que nos ha dado placer o imaginamos lo que nos gustaría hacer.

En este momento comienza el foreplay, individualmente, en nuestra cabeza. Empezamos a planear el próximo encuentro, cuándo, dónde y cómo. Revisamos nuestra agenda y nuestro presupuesto.

El siguiente paso es compartirlo. Le llamamos o mandamos un mensaje, que puede ir desde “quiero verte”, “quiero estar contigo”, hasta descripciones más explícitas de lo que vamos a hacer cuando estemos juntos, dependiendo del nivel de confianza e intimidad que ya tengamos.

La elección del lugar y la hora es muy importante. Se debe coordinar dependiendo de las circunstancias de los dos, de tal manera que todo el tiempo y el espacio que se vaya a dedicar, sea exclusivo para lo que vamos a hacer. Esto puede ser desde un cuarto de motel, tu casa o la mía, la recámara que compartimos, asegurando la puerta si hay más familia alrededor, hasta el lugar de trabajo, el coche o una tienda de campaña. La variedad y lo fuera de lo común y hasta exótico del lugar ocasionalmente, añade un elemento de excitación.

Hay quienes lo han llegado a hacer en un elevador de cristal de un edificio muy alto o en un avión lleno de pasajeros. Las ideas románticas de hacerlo en la playa o en una alberca, en la realidad no son muy recomendables, ya que, en el primer caso, la arena se convierte en verdadera lija que deja a los participantes muy lastimados y en la alberca o en un jacuzzi, el agua elimina la lubricación natural, reduciendo la sensación de placer, pero, hay gustos para todo y son muy buenos juegos preliminares para subir la temperatura.

Luego llega el momento del encuentro, en el que entran en juego todos los sentidos.

La vista, Empieza a desvestir mentalmente a la pareja y a redescubrir lo que nos gusta de el o ella. En este aspecto, el foreplay comienza desde que pensamos cómo nos vamos a presentar, como vamos a ir vestidos, que loción vamos a usar, como nos vamos a peinar, de manera tal que nos sintamos a la vez, cómodos y atractivos para el otro y que no sea muy complicado desvestirnos o que nos desvistan. Este es un momento decisivo en el que el deseo puede aumentar o de plano, se puede apagar si lo que vemos, o lo que ve la otra persona no es agradable. No se trata de ir derrochando elegancia como si fuéramos a una reunión en Palacio, pero si, de mostrar interés por vernos bien, limpios y arreglados.

El oído. Las primeras palabras son como la señal de un director de orquesta para iniciar el concierto. Con estas vamos a transmitir instantánea e inconscientemente, deseo o desinterés, seguridad o miedo, gusto o indiferencia por ver al otro. No es igual decir “Qué onda” a “Hola, que bien te ves hoy, que ganas tenía de verte”

El tacto. – La piel es el órgano más grande del cuerpo humano y por medio de esta, percibimos calor, frío, humedad, viento y hasta las vibraciones del sonido, de la música. Pero, sobre todo, placer. A excepción de casos patológicos, a todos nos gusta ser tocados y acariciados, dependiendo de cómo, cuándo, dónde y por quién. Esto se ve seriamente afectado durante la pandemia, cuando tenemos que cuidar la sana distancia, pero dependiendo de la cercanía física que tengamos con el/la otro/otra, puede ser, desde una caricia en un brazo o el hombro hasta un apretado abrazo con todo el cuerpo, con lo que se transmita vitalidad y deseo. Los saludos con una mano como pescado muerto o besitos de mejilla al aire que solo son muecas de los labios son de las peores señales que podemos enviar.

El olfato. –  Este sentido es uno de los más importantes para la supervivencia de la mayoría de los seres vivos, aunque actualmente no estemos tan conscientes de él y se encuentre amenazado por el Coronavirus. Es el sentido que funciona a mayor distancia. Hay especies animales que pueden percibir el aroma sexual de parejas potenciales a muchos kilómetros de distancia. Nos permite percibir mucho acerca de quien tenemos enfrente, casi todo de manera inconsciente, desde sus hábitos de higiene hasta su estado de salud. Pocas cosas hay mas generadoras de rechazo que los malos olores de una persona. El mal aliento, el olor a sudor, el uso de lociones baratas, en cuyo caso es mejor oler a jabón y a bien bañado, el de ropa sucia, etc.

Algunas de la parejas que actuaron con uno de los más famosos galanes de Hollywood, Clark Gable, decían que era insoportable trabajar con él por su mal aliento. Para su fortuna, eso no se transmitía por la pantalla del cine.

El problema con esto es que casi nadie se va a atrever decirnos que nos huele mal la boca, por lo que debemos ser muy conscientes de la higiene bucal en todo momento, especialmente a la mañana siguiente.

El gusto. – Existe toda una cultura del beso. Hay hasta manuales sobre este tema. Evolutivamente, era una manera de saber si el otro nos convenía como pareja. Respecto de las relaciones entre personas, es el primer acto de intimidad. Es cuando dejamos entrar al otro a nuestro cuerpo, es una señal de aceptación y receptividad que dispara la producción de substancias en el cerebro como la oxcitocina, la hormona del apego. Por eso, es una realidad que hay besos que nos marean, que hacen que las mujeres se humedezcan y los hombres tengan una erección. Este es ya el inicio material del acto sexual.

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Aquí se abre un paréntesis cuya longitud depende de cada pareja.

Todo lo descrito requiere de más tiempo en leerse que en llevarse a cabo. Cada quien lo adapta a su tiempo, a sus gustos y a sus posibilidades. El juego previo, puede desarrollarse en unos cuantos minutos o podemos dedicarle todo un día y más.

Podemos incluir una comida, ir al cine, ver la tele o pasear, mientras la presión presión sexual aumenta y el cuerpo y la mente se preparan para el plato principal, que también requiere de su dosis de buen foreplay.

…continuará


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