Sabemos que la presencia judía en México se remonta a los primeros días de la Colonia. Desde entonces, podemos identificar tres grandes etapas de migraciones. La primera es la ya referida del período colonial; la segunda se extiende desde mediados del siglo XIX y culmina hacia finales de los años 20’s o inicios de los años 30’s del siglo XX; y la última comenzó a inicios del siglo XX, y fue la única que se consolidó en una vida institucional que dio a luz lo que hoy conocemos como Comunidad Judía de México.

Del período colonial no tenemos mucha información, salvo la que gira alrededor de los procesos inquisitoriales. Sin embargo, de allí podemos deducir muchas cosas seguras sobre lo que fue la vida judía en el Virreinato de la Nueva España.

Del segundo período tenemos muchos datos más, pero también sabemos que la mayoría de estos judíos estuvieron en México sólo de paso —generalmente por cuestiones comerciales o de negocios—, y por ello nunca se crearon instituciones que garantizaran la continuidad de la vida judía. Sólo hubo un intento de ello, del cual surgió la que debió ser la primera sinagoga mexicana en la historia moderna, y que se construyó en la población de Río Blanco, Veracruz, colindante a la ciudad de Orizaba, un centro comercial de suma importancia para la época.

Irving Gatell nos cuenta la fascinante, pero también trágica, historia de esta comunidad y esta sinagoga. Curiosamente, el grupo de judíos que la construyó debió tener cierto contacto con los migrantes que tuvieron en Orizaba su lugar de paso antes de establecerse definitivamente en la Ciudad de México.

¿Por qué si coincidieron geográficamente durante unos 15 o 20 años no hubo un esfuerzo de integración? No lo sabemos, e Irving Gatell explora las razones, que pueden explicarse por el origen de estas comunidades (alemanes, ingleses, franceses y holandeses por un lado, sirios y libaneses por el otro), o por el impacto social y psicológico tan distinto que tuvo para cada grupo la Guerra Cristera.


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