Enlace Judío México e Israel – Aarón Ciechanover es uno de los científicos más prominentes de Israel. En el marco de la FIL Guadalajara 2020, conversó con Andrés Roemer sobre ciencia, filosofía y las emergencias que enfrenta el mundo.

“Nací en Israel, de padres que migraron de Polonia cuando eran niños y ya se sentían las nubes del Holocausto en el aire, pero lograron llegar a Israel mucho antes. Crecí junto con el país. Israel se estableció como un país independiente a finales de los cuarenta. Nací ahí. Era un país pobre, recuerdo. No había mucho ahí, debo admitirlo.”

Así se presenta Aarón Ciechanover, Premio Nobel de Química 2004 (junto con Avram Hershko e Irwin Rose), ante el público virtual de la FIL Guadalajara, en una conversación con Andrés Roemer que formó parte de las actividades de este importante encuentro cultural, orillado al espectro digital por la pandemia de covid-19, en su edición 34, que se lleva a cabo del 26 de noviembre al 6 de diciembre.

A lo largo de la conversación, el científico israelí dará muestras de su inteligencia, su sentido del humor y su incontenible pasión por la ciencia, en un recorrido por su vida desde aquellos primeros años en el naciente país al que junto con muchas otras mentes infatigables ha logrado convertir en un epicentro del desarrollo científico y tecnológico.

Tras graduarse de la preparatoria, Ciechanover decidió estudiar Medicina en la Universidad Hebrea. “Cuando me gradué, serví como médico de combate en el ejército. Esto ocurrió exactamente en 1973, así que fui directamente de la universidad a las batallas, las crueles batallas de 1973, el día de la Guerra de Expiación.”

Al finalizar su servicio militar, el joven médico vivió lo que define como “un breve romance con la cirugía, pero luego decidí que la medicina era una profesión que mi madre quería que yo estudiara pero no era exactamente lo que yo quería. Entonces decidí estudiar Ciencias Biológicas en otro lado, y me registré de nuevo como estudiante en el Technion, y comencé a estudiar Biología, y durante mi doctorado, descubrí junto con mi mentor el sistema en el que sigo trabajando y que nos llevó a estrechar la mano del rey de Suecia.”

Más adelante en la conversación, Ciechanover intentará explicar “con peras y manzanas”, cuál es dicho sistema. Un complejísimo campo de estudio que los neófitos tendremos que conformarnos con entender superficialmente pero que ha redundado en la creación de medicinas que han mejorado la calidad de vida de millones de personas.

“Al terminar el doctorado, decidí que era momento de dejar el nido. Si permaneces con tu mentor te relacionarán con él toda tu vida, así que, para crear tu propia identidad, tienes que ir a otro lado, y para mí ese otro lugar fue otro excelente instituto llamado MIT o Instituto Tecnológico de Massachusetts. Ahí pasé cuatro años increíblemente emocionantes.”

Sin embargo, a diferencia de otros científicos, que convierten a Estados Unidos en su residencia permanente para aprovechar las bondades de un sistema de educación superior que brinda grandes facilidades de desarrollo a las mentes más geniales, Ciechanover decidió volver a su pequeño país. Uno al que había que volver grande.

“Y sigo trabajando ahí, en el mismo sistema, en diferentes direcciones. Mientras tanto, el sistema se ha difundido enormemente: fármacos, pacientes, miles y miles de investigadores en la industria farmacéutica.”

Haz de tu pasatiempo una carrera

Aficionado a la escucha de música cantoral judía, Ciechanover carece de pasatiempos que reclamen demasiada atención. “Cuando hablo con estudiantes jóvenes y me preguntan cuál es mi pasatiempo, les digo que es la ciencia. Y me dicen ‘no, esa es su profesión. ¿Cuál es su pasatiempo?’ Y yo les digo: ‘no, ese es mi pasatiempo’. Y después les aconsejo que lo mejor que pueden hacer es por sí mismos es que su profesión sea su pasatiempo. Y luego algún loco les pagará cada mes por hacerlo.”

En su caso, ese “loco” es Technion, institución análoga al MIT, donde Ciechanover ha pasado jornadas extenuantes desde que la pandemia de covid-19 explotó en Israel y en el mundo.

La ciencia está presente 24 horas al día. Esta entrevista está siendo grabada en mi laboratorio. Y no hemos parado un día por la epidemia de covid-19. Ha sido increíble estar aquí y jugar al ajedrez con Dios.”

Como a todo gran científico, a Ciechanover no le han bastado las explicaciones metafísicas para comprender el mundo. Por eso ha dedicado toda su vida al estudio de los complejos mecanismos que permiten la vida sobre la Tierra. Específicamente, el Nobel israelí se ha volcado al estudio de las proteínas y, más concretamente, de cómo se degradan.

“Las proteínas son pequeñas máquinas mediante las cuales nuestro cuerpo se mueve”, explica. “Puedo hablar contigo ahora porque mis músculos se están moviendo y están formados por proteínas que chocan unas con otras y son capaces de contraerse y relajarse.”

Las proteínas están en todos los organismos. “La proteína de la sangre, llamada hemoglobina, lleva oxígeno a los pulmones, que lo distribuyen por todo el cuerpo y nos permite generar energía. Y las enzimas que se encuentran en la comida… todas son proteínas. Los anticuerpos que nos protegen contra las enfermedades, incluso contra el covid. Las vacunas generan anticuerpos que son proteínas. Vivimos gracias a unos 25 mil tipos diferentes de proteínas, esas pequeñas máquinas que interpretan la maravillosa sinfonía de la vida. Y esta orquesta no necesita un director. Cada una sabe qué tocar, qué notas, y cuándo entrar o salir de la sinfonía. Y eso es simplemente maravilloso.”

Sin embargo, las proteínas son también sensibles y se degradan. Ciechanover pone como ejemplo un trozo de carne: si lo dejas sobre la mesa, dice, cambiará de color, apestará y no será apta para comerse. Lo mismo ocurre en el intrincado y fascinante universo interior de cada ser vivo.

“Vivo a una temperatura alta, de 37 grados, estoy expuesto a la radiación solar, a la radiación ultravioleta, así que mis propias proteínas y las de todos los seres vivos, están sujetas al daño y a la mutación todo el tiempo y por lo tanto necesitan ser reemplazadas.”

A diferencia de un trozo de carne muerta, dice Ciechanover, nuestras proteínas no solo se degradan sino que se renuevan constantemente, en un proceso complicado, al cuyo estudio ha consagrado su vida el científico israelí.

“Así que cuando nos miramos en el espejo cada día mientras nos afeitamos, o las mujeres se maquillan, pensamos que estamos viendo el mismo rostro pero no es así, es una ilusión. Químicamente, cambiamos cada día de 5 a 10% de nuestras proteínas. Así que de hoy a mañana, de 5 a y u 8%, según el índice metabólico, habrá cambiado, lo que nos lleva a una pregunta muy interesante. Si no soy en absoluto quien era hace dos meses, entonces ¿quién soy?”

No será la última vez en la entrevista que Ciechanover lance cuestionamientos de carácter filosófico. Además de un científico, es un pensador que a menudo explora los diversos campos del conocimiento humano en busca de respuestas y, claro, de preguntas más interesantes y complejas.

“Esta es una pregunta filosófica cómica pero también es una pregunta biológica muy profunda porque ¿cómo es posible que altere mi hardware y sin embargo, el software permanezca igual?”

Las emociones, el amor, el odio… “¿Cómo todas las funciones altas de mi cerebro han permanecido o incluso mejorado a pesar de que el hardware ha cambiado completamente en los últimos dos meses? Eso no pasa con tu computadora, porque si compras una a la que quieres reemplazar, todavía necesitas tomar el software y moverlo de una computadora a otra. Eso no ocurre en nuestro cuerpo. Lo que es una cuestión biológica increíble.”

El descubrimiento

Hablando simplificadamente, “lo que descubrimos fue un mecanismo de intercambio. Cómo se deshace el cuerpo de todas las proteínas viejas y dañadas y las renueva todo el tiempo. Y resultó que es un mecanismo de entrada fundamental sin el cual podríamos morir fácilmente, si no funcionara bien.”

Ese descubrimiento hizo posible la creación, por parte de otros científicos, de nuevos medicamentos que, entre otras cosas, sirven para tratar enfermedades cerebrales como el Alzheimer o el Parkinson, “y estas medicinas han sido usadas por millones de pacientes en todo el mundo, para quienes han sido increíblemente benéficas.”

Hacer ciencia, dice, es como construir un edificio. Alguien pone los cimientos y luego alguien más coloca los tabiques, los ladrillos, las ventanas, los ductos y cableados, el aire acondicionado y el internet… Se trata de un “proyecto viviente.”

Ciechanover echa mano de las metáforas para intentar explicar sus hallazgos. También para hacer entender a su público, que este día es solamente virtual, las fascinantes contradicciones que se hallan implícitas en la “sinfonía de la vida”.

“Las cosas buenas de la vida son también las malas. Ya sea la bebida o lo que sea. Las cosas buenas en biología también son las malas. No podemos vivir sin oxígeno. Pero este resultó ser dañino. Es tóxico. Y, de hecho, cuando vamos a comprar píldoras de vitaminas, estamos comprando antioxidantes para combatir al oxígeno. Sin embargo, el oxígeno es esencial para generar energía.”

El oxígeno que nos permite existir es también responsable de la degradación de las proteínas. El equilibrio dentro de nuestro cuerpo es tan delicado que basta un cambio de cinco grados en la temperatura corporal para aniquilarnos.

“Por ejemplo, la energía. Cuando afuera hay 37°C en las calles de Nueva York, la gente enloquece y corre a donde hay aire acondicionado, pero vivimos a 37°C sin percibirlo y es esencial. No podemos reducir la temperatura o aumentarla siquiera uno o dos grados. Es decir, a 39° estamos muy enfermos y a 42° estamos muertos.”

Sigue: “si me preguntan por qué Dios no nos creó con una temperatura de 4° o de -18°, piensen en un trozo de carne a esa temperatura: se conservaría por meses o años, pero incluso a temperatura ambiente no se conservaría ni un día. Así que lo que sucede es que básicamente las condiciones que nos permiten desarrollar organismos complejos son las mismas condiciones contra las que debemos pelear, y por eso, la evolución desarrolla un mecanismo de protección conjunto contra la oxigenación y la temperatura, y el mecanismo destructivo que descubrimos para las proteínas es exactamente uno de esos mecanismos de protección esenciales contra el medioambiente, sin embargo, las causas del daño son esenciales para la vida. Es un ciclo interesante.”

El covid y otras crisis mundiales

A Aaro Ciechanover le preocupa el mundo. Su destino. Ve en la civilización contemporánea tantas maravillas como amenazas y no duda en alzar la voz, con la misma pasión con que explica los entresijos de su ciencia, para denunciar la estupidez y la avaricia que nos están asesinando.

Interesado por las cuestiones éticas, Ciechanover habla del acceso a los tratamientos médicos y, en concreto, a la atención intensiva de pacientes gravemente enfermos por covid-19.

“Recuerdo los días en que Nueva York sufría una presión enorme por parte de pacientes que bloqueaban las puertas de los hospitales, y también los médicos de Italia y otros países debían priorizar a quién atender primero en las salas de urgencias. Y una vez ahí, a quién colocar ventilación mecánica porque no había suficientes respiradores.”

Los parámetros para decidir a quién priorizar son problemáticos, admite. Él mismo no tiene claras las respuestas a preguntas como qué tomar en cuenta a la hora de decidir a qué paciente darle una oportunidad de vivir y a qué paciente condenar a una muerte segura.

“Al final, terminas con algunos criterios pero sabes que estás restringiendo la vida y no es justo. Sabes que si no conectas a un paciente al ventilador lo estás sentenciando a muerte, y eso es algo que los seres humanos no podemos tolerar (…). Siempre existirá una cuestión moral. La cuestión de priorizar el tratamiento es extremadamente seria. No sé si alguna vez seremos capaces de resolverla.”

Independientemente de si la cuestión tiene respuesta, amerita una profunda reflexión, dice. “La gente no lo admite pero en Israel, algunos de los hospitales están llenos y estoy seguro que están haciendo estos cálculos sin informar a nadie. Porque es una cuestión tan delicada en la sociedad que es realmente difícil explicarla abiertamente.”

Otro asunto que le preocupa es la vacuna contra el SARS-CoV-2. No duda que pronto estará disponible para el mundo pero teme la reacción de los antivacunas, un grupo que crece rápidamente ante el azoro de la comunidad científica y de los gobiernos del mundo.

“Y el problema con ellos es muy complicado porque, por un lado, no puedes obligar a alguien a tomar un tratamiento pero, por el otro lado, están poniendo en peligro a la sociedad.”

Este problema ha llevado a Ciechanover a teorizar sobre las posibles causas que lo explican. La discriminación de los grupos minoritarios, la proliferación de las fake news, la falta de escrúpulos de las celebridades ignorantes y, claro, la inacción de los dueños de las plataformas de redes sociales explican, en parte, un fenómeno que amenaza a la salud pública mundial.

“Por ejemplo. Andrew Wakefield, que no es un especialista y de repente se le ocurrió una idea. Una pésima idea. Que las vacunas causan autismo. Todo el espectro del autismo. Entonces, las madres oyeron eso y dijeron ‘de ninguna manera vacunaré a mi hijo contra nada en el mundo’, desde paperas, sarampión, rubeola, influenza hasta covid-19, ahora.”

La difusión de esa “pésima idea” fue tan masiva que ahora, aunque los supuestos hallazgos de Wakefield han sido ampliamente desacreditados por la comunidad científica del mundo, y pese a que se han invertido miles de millones de dólares en intentar convencer a la gente al respecto, en muchos prevalece una idea infundada y mentirosa.

Básicamente, la conclusión es que la vacuna no provoca autismo ni nada parecido. Pero la gente no lee el New England Jornal of Medicine o The Lancet. Incluso en el New York Times esta información no es tan visible. La gente lee las fake news más populares. Es cierto que ahora nos estamos recuperando de la estupidez de Wakefield pero no al grado que le gustaría a la comunidad biomédica. Entonces, esta es otra fuente de la falta de confianza en la comunidad médica.”

Al lado de Donald Trump o de Madonna, que han esparcido información falsa contra las vacunas o el uso del cubrebocas, y que tienen millones de seguidores en sus redes sociales, los científicos cuentan con cientos o acaso miles de seguidores.

“Creo que las redes sociales están sirviendo a un mal propósito. En vez de decirle a la gente que sí, vivimos en un mundo libre y Madonna puede hacer lo que quiera, sin embargo eso está mal. Si Mark Zuckerberg hubiera declarado que, a pesar de la libertad de difusión de la información, esta era falsa, eso habría ayudado.”

Otro problema es que el resto de las enfermedades “no se han tomado un año sabático” mientras combatimos al covid-19. El cáncer sigue ahí, dice, y los pacientes no pueden acceder a un tratamiento correcto porque los hospitales están llenos de enfermos de covid-19.

Otro problema que inquieta a Ciechanover es el cambio climático. “Seguimos calentando al planeta, deforestando la cuenca del Amazonas y nos estamos matando a nosotros mismos. Pero la gente dice ‘no, el futuro es lejano, esto afectará a nuestros hijos.’ Quizá sea cierto pero personalmente no estoy seguro. Depende de tu edad y está sucediendo muy rápido. Considera el derretimiento de los glaciares en el Polo Sur, en la Antártica. Simplemente, el aumento del nivel del mar es atemorizante. Ciertamente, asustó a los habitantes de Manhattan.”

No todos estos temas, dice, están relacionados directamente con el virus sino con nuestras vidas como seres humanos y con nuestro futuro. “Deberíamos de pensar en todos estos problemas que, ciertamente, no son todos los que tenemos.”

 

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío