El viernes 4 de diciembre de 2020 la Policía israelí arrestó un hombre israelí judío de 49 años, después de que, presuntamente, prendió fuego al interior de una iglesia católica romana llamada la Iglesia de Todas las Naciones, ubicada en el Monte de los Olivos en Jerusalén.

El hombre prendió fuego a la iglesia vertiendo “líquido inflamable” y “prendiéndola en llamas”, según los informes policiales. Un guardia de seguridad de la iglesia lo detuvo hasta que llegó la policía.

Se sospecha que el hombre, de 49 años, es una persona de derecha que prendió fuego al lugar sagrado sobre la base de un crimen de odio, pero no se han confirmado detalles.

El portavoz de la policía ha informado que este sospechoso “ha estado involucrado en incendios provocados en todo tipo de lugares, sin ninguna conexión con cristianos, religión, etc.”

El fanatismo del supremacismo racial inculcó en el europeo que tenía derecho natural sobre los nativos de África, América, Oceanía, y que el colonialismo llevaba la civilización, la cultura, el idioma, la ciencia, la tecnología, y el conocimiento a los indígenas y que los civilizaría en los valores de la civilización ¡europea, naturalmente!

Este fanatismo ha llegado a su perversión máxima con el genocidio de diferentes etnias y al Holocausto, perpetrado por alemanes “arios” nacionalsocialistas contra sus conciudadanos judíos y gitanos y de los de la Europa colaboracionista y la sometida a la bota nazi, exterminando judíos, la elite científica, cultura y científica. Basta observar el elevadísimo porcentaje de judíos con premios Nobel, científicos, médicos, pensadores, empresarios, economistas, abogados, escritores, artistas, músicos, respecto a su porcentaje poblacional, no sólo en Alemania, sino en todo el resto de Europa, de la Europa que fue motor del mundo. 

El fanatismo ideológico marxista totalitario ha hecho creer a sus líderes que eran el faro y la luz, la conciencia de la clase obrera, y que ellos eran los redentores de la humanidad, como reza el himno de la Internacional, que iluminaría al resto de los humanos hacia el nuevo hombre socialista y de ahí un salto al nuevo hombre comunista.

Bajo el nombre del socialismo (socialismo, comunismo, y fascismo nacidos bajo el paraguas del socialismo como Benito Mussolini, que fue un socialista internacional antes de ser un socialista nacional) se han perpetrado los más numerosos crímenes contra la humanidad, y todo por el fanatismo de aquellos que se creen que son los “más iguales de entre los iguales” y que son capaces de transformar el mundo, eso sí, asesinando más de un centenar de millones de seres humanos en aras de unos ideales de “igualdad”.

El fanatismo religioso cristiano ha llevado a demonizar a los judíos y su resultado fueron los pogromos contra las juderías europeas, el gueto, la Inquisición y sus crímenes, las conversiones forzosas, los crímenes de la Inquisición y el luteranismo y su odio contra los judíos.

Lutero, el adalid de la Reforma, sostenía que se tenían que incendiar las sinagogas y escuelas judías, destruir sus libros de oraciones, prohibir a los rabinos predicar,  arrasar las casas y confiscar sus propiedades y dinero y que no se les debía mostrar piedad ni bondad, ni brindar protección legal, y estos “gusanos venenosos envenenados” –así calificaba Lucero a los judíos- debían ser reclutados para trabajos forzados o expulsados ​ por siempre. También defendió el asesinato de judíos, escribiendo “[nosotros, los cristianos] tenemos la culpa de no matarlos”.

Este fanatismo y cultura de odio ha desaparecido de la teología cristiana.

Desde hace 14 siglos continúa un fanatismo religioso, el islamista que propone la Yihad (la guerra por Ala) como medio para alcanzar la hermandad musulmana entre todos los seres humanos, gobernados por la sharía (la ley islámica) y todo aquel ser humano que se oponga deber ser eliminado. Esta Yihad es el sexto pilar del Islam y todavía no hay fatuas que prohíban la Yihad

El hecho que el número de delitos de odio por parte de judíos es excepcional, y muy inferior al que perpetran proporcionalmente otros miembros de otras religiones, y ya no digamos los musulmanes, no es motivo para ignorarlo.

La población judía en su totalidad condena absolutamente este delito. La policía israelí actúo de inmediato, y será juzgado con la ley israelí, ley que no discrimina si el delito de odio lo comete un judío, cristiano o musulmán. 

Ya nos gustaría que los perpetradores de asesinatos, degüellos, atropellamientos, explosión de bombas contra metros, autobuses, colegios, decapitación de profesores, incendios de iglesias y catedrales, violación de mujeres y tantos otros crímenes en nombre de la Yihad fueran repudiados, rechazados por su comunidad religiosa, y sobre todo en los países del islam.

Por suerte hay algunos líderes musulmanes liberales, los que están contra el islamismo y el terrorismo yihadista, pero estos temen por su propia seguridad al protestar contra el terrorismo yihadista, pues son amenazados a muerte, y como dice el vicepresidente de imanes musulmanes en Francia, Hocine Drouiche, “La mayoría de los musulmanes no aceptan nuestro discurso. Tenemos miedo por nuestras esposas e hijos. Es un problema muy difícil. Estas personas necesitan ser enemigas del Occidente”.                                 

Drouiche teme por su vida, y eso que vive en Francia ¿Cómo sería su temor si vivera en un país musulmán?   

 


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