Enlace Judío – El presidente iraní Hassan Rouhani se burló de los graves sucesos en el Capitolio: “Han demostrado lo débil que es la democracia occidental. Esta es una prueba de que los estadounidenses han perdido a todos los referentes de liderazgo”, dijo el presidente persa, títere obediente del poder del régimen islamista.

Mientras el mundo está conmocionado por la visión de la irrupción violenta en el edificio del Capitolio, los enemigos de EE. UU., los líderes del eje iraní, emitieron declaraciones condenando la administración estadounidense, el sistema político en EE. UU. y la democracia occidental.

El presidente iraní se refirió a los disturbios en Washington y dijo: “Lo que sucedió en EE. UU. fue una demostración de extremismo. Los alborotadores demostraron cuán débil es la democracia occidental y cuán débiles son sus bases morales”.

“A pesar de todos los avances y beneficios científicos, los disturbios demuestran cuán fácilmente los populistas pueden llevar a todo el sistema a la ruina. Es asombroso ver lo que un líder populista le ha hecho a este país en cuatro años”, agregó el presidente iraní.

Los medios de comunicación iraníes cubrieron ampliamente los disturbios. Los sitios de noticias, incluida la agencia de noticias Tasnim afiliada a la facción extremista conservadora en Irán, dieron titulares que bordean felizmente la visión de la destrucción y la violencia de los EE. UU.

Los aliados de Irán en el eje chiita también expresaron su alegría. Un líder del grupo extremista pro-iraní de los hutíes, que busca derrocar al gobierno en el Yemen, expresó que “el régimen estadounidense ha corrompido al pueblo e ignorado a sus ciudadanos. Una gran civilización no cae por falta de conocimiento o progreso sino por la tiranía”, dijo al Bahiti, líder extremista yemení.

Las burlonas expresiones de los iraníes y algunos de sus socios ideológicos, demuestran la otra cara de la peligrosidad de lo que ha sucedido en EE. UU. en algo parecido a lo que fue una asonada en la demoracia más antigua del mundo y referente incondicional de los valores que han conformado lo que llamamos -con virtudes y defectos- mundo occidental.

La maniobra llevada a cabo por fanáticos de Trump y en parte alentados por el propio presidente norteamericano en su afán de perpetuarse en el poder mostrando un fraude inexistente, le ha dado un golpe fenomenal a la credibilidad del sistema estadounidense, a su solidez y a su influencia. Los festejos en Teherán habrán sido algo más silenciosos en China y Turquía, por lo menos. En EE. UU. se reeditaron en esa imágenes hechos que vimos en precarios sistemas democráticos de Latinoamérica. Los alcances de los sucesos en el Capitolio condicionarán a EE. UU. por largo tiempo. No ha sido fácil ver banderas de la época de la guerra civil norteamericana ondear en el parlamento o en manos de partidarios del neonazismo supremacista que invade a EE. UU. Se ha fortalecido en el país del norte una grieta sin precedentes que perdurará en el tiempo, fracturará al Partido Republicano y creará un movimiento populista de diversas extracciones que uno podría llamar “trumpismo”.

Los sucesos en el Capitolio y las sonrisas en Teherán también dejarán huellas en Israel.

No hay dudas de que Trump ha sido el mejor presidente de EE. UU. que ha privilegiado los intereses de Israel en todo terreno y que ha posibilitado el acercamiento de gran parte del mundo árabe al Estado judío, relegando la agenda palestina a un segundo plano. Solo por eso merecería un Premio Nobel de la Paz. Por lo del Capitolio, merecería el Premio Nobel a la Estupidez, si este existiera. Ha sido un líder controvertido que ha sintonizado perfectamente con Israel en declamar la peligrosidad de Irán para Israel y para Occidente en general y regímenes amigos y muy distinto a Obama, que ha sido conciliador en extremo con la teocracia iraní en un signo de debilidad alarmante.

La partida poco honrosa de Trump del poder fortalecerá a Irán más allá de que Biden no es Obama (aunque haya sido su vicepresidente su acercamiento a Israel es visceral). Si hay consenso en Israel en algo -a pesar de las grietas socio-religiosas que lo atraviesan- es la imposibilidad de aceptar a un Irán con un plan nuclear militar, tal como lo viene conformando desde hace años y develado insistentemente por Netanyahu.

La democracia más grande del mundo llora e Irán sonríe. No es el preludio de buenos tiempos.

 

*Natalio Steiner es director de Comunidades Plus y corresponsal en Argentina de Enlace Judío


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