Enlace Judío México e Israel –  El nuevo libro de Yaron Avitov, La Flauta de Jaim Toca en el Cielo, contiene una novela corta, tres cuentos y un poema, en los que aborda la realidad que viven los descendientes de los sobrevivientes del Holocausto –el exterminio sistemático, planificado, organizado e implementado por los nazis contra el pueblo judío- que integran la segunda o tercera generación familiar.  La producción literaria sobre los testimonios de los víctimas de la Segunda Guerra Mundial es abundante, pero poco se ha escrito sobre cómo este crimen atroz sin precedentes ha afectado a nietos y bisnietos de aquellas. Con estos relatos Avitov consigue que los lectores  reflexionemos sobre esta realidad.

Gracias a todo lo que ha leído sobre el tema y a los testimonios que ha escuchado, Avitov ha podido elaborar historias tan sólidamente fundamentadas que permiten amalgamar la ficción literaria y la realidad histórica.  Durante la lectura de la obra de Avitov  he recordado  el perturbador cuento Deutsches Requiem en el que Borges logra este efecto.  En tres de los relatos el centro de la historia es un objeto que perteneció a un familiar, marca la vida de los jóvenes protagonistas y los ata a sus antepasados.  Cada uno de los objetos tiene un valor afectivo para su respectivo dueño que siente la imperiosa necesidad de que sea conservado por un miembro de la familia.  Solamente la flauta llegó a manos del joven músico por un acontecimiento inesperado.

En la novela corta El flautista de Birkenplatz, Avitov ha decidido abordar el difícil tema del colaboracionismo.  Lo hace a través del relato del encuentro entre un joven flautista, nieto de un destacado músico asesinado en un campo de concentración, y el director de una orquesta que fue amigo del abuelo, compañero de cautiverio y el único sobreviviente del grupo de músicos  que tocaban frente a los oficiales nazis.   El joven decide buscar información sobre su abuelo durante el tiempo que estuvo prisionero, pero descubrirá algo que cambiará la relación que se había establecido entre él y el director.

En el cuento El hombrecito de la radio, el protagonista es un niño de siete años que escucha las historias que inventa su madre sobre un pequeño hombre que habita dentro de la radio que tienen en la casa. Estas narraciones le ayudaban al niño a soportar las peleas familiares y también a desarrollar su curiosidad y su imaginación.  La madre evita hablar del destino de sus familiares durante la guerra y le dice a su hijo que le pregunte al hombrecito sobre este tema.  Esta radio es el único objeto que pudo llevar la abuela del niño, siendo jovencita, durante su escape.  El deseo de ella cuando estaba por morir, fue que su hija cuidara de la radio como lo haría con su hijo que pronto nacería.

La boina de papá es el relato de un niño de apenas nueve años, que frente a la muerte de su padre, que era sobreviviente del Holocausto, nos confiesa lo que opina de las actitudes irracionales que los adultos tienen en el momento durísimo del entierro, entre ellas obligarle a llevar puesta la boina que fue del padre.  El niño siente también temor de contagiarse de la misma enfermedad que tuvo su papá, sólo por el hecho de usar la gorra en la que han quedado adheridos unos pocos cabellos.

El cuento titulado Aullido es el único en el que Avitov recurre al uso de la tercera persona para la narración.  El elemento central no es un objeto sino una palabra: Marcha.  La madre del protagonista construye una relación de sobreprotección con su hijo, a través de la prohibición de que el hijo participe en cualquier tipo de marcha.  Él, a su vez, intenta romper la relación asfixiante con su madre ingresando al ejército de Israel, a una unidad que se caracteriza por los entrenamientos en marchas de larga distancia. El joven es el único de los personajes que sabe mucho de lo que ocurrió en el Holocausto, sobre todo se ha documentado sobre las marchas de la muerte, en una de las cuales murió su abuelo.

En el poema Gafas, el autor no necesita lentes para ver a los seis millones de víctimas.  Es, en cierta forma, una manera poética de leer el refrán “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.  En los otros relatos los protagonistas son niños y jóvenes ficticios creados por el autor.  En este poema es el propio Avitov quien se dirige directamente al lector.  Ya sea de forma directa o indirecta el propósito del autor es correr el velo de negación y olvido que cada día nos envuelve más.

Finalmente puedo decir que La flauta de Jaim toca en el cielo es un libro con historias bien logradas con las que el autor consigue despertar en el lector la empatía y la identificación con los personajes, permitiendo la comprensión del horror que invadió al mundo y cuya huella se encuentra inclusive en generaciones posteriores.

Las historias que nos presenta Avitov también trascienden geografías, culturas y épocas, haciendo que nos preguntemos si algo similar al Holocausto podría volver a suceder y cuándo.  En la actualidad hay muchas señales que nos advierten de un resurgimiento de aquella ideología perversa y diabólica que precipitó al mundo a una tragedia sin precedentes.  Por eso es que son necesarias y urgentes todas las iniciativas que permitan preservar la memoria de las víctimas.  La literatura es una de ellas y posiblemente la que llega a más público, sobre todo en estos tiempos en los que no se puede visitar museos o los mismos campos de exterminio.

*El autor es Psicólogo Clínico, ensayista y crítico literario

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Yaron Avitov, el antólogo de la obra “La Flauta de Jaim Toca en el Cielo” y de la anterior que también trata sobre el Holocausto, “Escrito en la Ceniza”, es escritor, documentalista, crítico literario, poeta y editor. Conocido por su arduo trabajo a favor del acercamiento cultural entre América Latina e Israel, por sus antologías en el idioma español, y por su investigación sobre la historia de los conversos en Centro y Sudamérica.

Ha publicado 18 libros en hebreo, antologías y novelas, entre ellas la novela “Homeless” (2008).

Ha obtenido siete premios, entre ellos a la investigación en Ciencias Sociales (1993), del Primer Ministro a la Literatura (2005) y del Embajador de la Literatura Hebrea en América Latina (2012). Por su investigación sobre los descendientes de los conversos le otorgaron el premio del Misgav Yerushalayim establecido por la Universidad Hebrea de Jerusalén (2011).

“La Flauta de Jaim Toca en el Cielo” es su octavo libro en el idioma español. Entre sus libros anteriores: “Jerusalén Celestial, Jerusalén Terrenal” (2015).

Es director y guionista de varios documentales de cine, entre ellos “América Ladina” y “El último rincón”. Ha participado en numerosas ferias del libro en Sudamérica, y en varias festivales de cine en la región y en Los Estados Unidos.


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