Enlace Judío – “Aquí estoy, un árabe palestino que solo sabe escribir en hebreo, atrapado en el centro de Illinois”, fue lo que le dijo el autor Sayed Kashua a Etgar Keret en 2014 durante una conversación sobre la literatura, Israel y  identidad. La aparente contradicción de su realidad es uno de los temas que se ve reflejado en su literatura: ¿Qué es lo que forja nuestra personalidad y dicta nuestros pensamientos? ¿Cómo juega nuestra identidad en nuestras experiencias? ¿Nos sigue a todas partes, puede cambiar? 

Kashua es un escritor universal. Aunque en sus libros aborde experiencias personales, finalmente todos los lectores nos podemos sentir identificados con las situaciones que plantea en sus novelas. Como bien dice Alfonso Cuarón, el arte es más universal cuando las experiencias planteadas en una obra son más específicas, más personales.

En su obra debut Dancing arabs, Kashua pudo cautivar al público israelí haciendo un relato de un joven árabe en Israel que fantasea con lograr aceptación en el mundo judío, pero no puede hacer de lado sus orígenes. Tocando temas como la masculinidad, el matrimonio, la flojera y el racismo, el autor construye un panorama de identidades yuxtapuestas. Sin embargo, la complejidad es inherente al ser humano. Mediante la experiencia del protagonista, el lector puede verse reflejado en innumerables ocasiones.

Igualmente, en Segunda persona del singular, Sayed demuestra ser un maestro de la intriga. Es un libro sobre un triángulo amoroso donde el hombre sospecha que su esposa lo engaña y sus celos lo vuelven loco. Parece un tópico trillado y cliché, pero Kashua se las arregla para agregarle una gran pizca de originalidad. Además de ser un thriller magistral, el libro explora la vida diaria en Israel desde los ojos de un palestino: la cultura, la identidad y los privilegios son algunas de las temáticas que se manejan. En el texto resurgen los cuestionamientos con respecto a pertenecer culturalmente a dos lados en un mismo espacio. 

En 2014, Kashua confesó a The Guardian sobre sus aspiraciones cuando decidió volverse escritor temprano en su vida:  “Quería contarles a los israelíes la historia palestina. Cuando la lean entenderán lo que vivimos. Así mis hijos tendrán un futuro mejor”. No obstante, el tiempo lo desencantó. Escribió que después de veinticinco años apelando al público israelí finalmente se dio por vencido cuando escuchó una marcha de jóvenes que entonaba “muerte a los árabes”. “Entendí que había perdido mi pequeña guerra”, dijo.

En ese contexto, Kashua publicó Native. En el libro, explica su decisión de dejar Israel para irse a vivir a Chicago. A través de una serie de artículos en un tono satírico, parecido al de Etgar Keret, Kashua documenta su vida cotidiana. Los textos no son sobre racismo, pero tristemente está presente en la mayoría de los capítulos. Es interesante, porque las denuncias refieren a situaciones sutiles de todos lados del espectro político. Kashua habla de los derechistas que gritan “muerte a los árabes”, pero también critica a los de izquierda que lo quieren reducir a un token, que sienten lástima por él y que sólo quieren que hable de su experiencia como palestino en Israel, en vez de otros temas.

Los textos de Sayed Kashua son ricos en su humanidad. Más allá de entender su experiencia, nos podemos entender a nosotros mismos por medio de ella.

 


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