Enlace Judío México e Israel – 28 de junio de 1919, el majestuoso salón de los espejos en el palacio de Versalles recibe a grandes personalidades de todo el mundo. Entre los invitados están los representantes de Alemania, que sólo están presentes para recibir las penalizaciones obligadas.

Y así, mientras en las calles de cientos de países la gente festeja que la gran guerra terminó, Alemania, humillada y profundamente lastimada, no le queda otra opción que firmar el tratado de Versalles, un acuerdo en el que acepta su responsabilidad como provocador de la guerra y en el que se compromete a pagar penalizaciones que son, más bien, una condena.

La firma del acuerdo no demora más de un par de minutos, pero tras ella caen para Alemania años de una asoladora pobreza; la inflación estaba por los cielos y el desempleo también. Abundaba el descontento y el hambre, pero sobre todo, abundaba la desesperación por recuperarse.

Entre la sociedad no tardan en formarse distintos grupos políticos, gente agrupada que quiere tomar acción, reparar el daño de Alemania y restaurar el honor.

Entre tantos, está el Partido Obrero Alemán, que utilizando una pequeña cervecería en Baviera como centro de reunión, fantasean constantemente con la recuperación de Alemania tan necesitada de una solución.

Un día el partido capta la atención de un joven austriaco, Adolf Hitler, condecorado en la Primera Guerra Mundial pero resentido por la derrota y sus consecuencias. Aquel joven no tardó en hacerse notar y sus innegables habilidades como orador lo posicionaron como líder del partido en 1921, pues a pesar de su joven edad nadie tenía su fervor para hablar.

Después de un arduo trabajo el Partido Obrero Alemán se preparó para dar un gran golpe de Estado, Fue así como el 9 y 10 de noviembre de 1923, aquel puñado de hombres decididos dieron el paso para tratar de tomar el futuro de Alemania en sus manos.

El putsch fue un fracaso; los ambiciosos manifestantes que pretendieron derrocar al gobierno alemán fueron detenidos. Sin embargo, Adolf Hitler supo aprovechar muy bien su momento de fama, y su juicio, lo convirtió en un escenario de discurso político que arrancó los aplausos incluso de los que lo juzgaban.

 


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