Enlace Judío.- Cuando la mujer libre y autónoma excarcelada de su posesión no deseada ni tampoco presa de su pasado, donde muchas fueron condenadas al ostracismo y al aislamiento, ahora avanzan como conquistando sus propias almas libres e independientes, observando la realidad de hoy que se teje en torno a lo femenino y a la mujer actual. 

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Ahora gestan a fuego lento, en el momento que se les presta, su libertad y derecho a presumir de ella: su libertad internacional como una virtud emanada de ella misma en este siglo XXI. Y como la hoguera que arde como cenizas del albedrío, no quedan más que razones creíbles y verdaderas de buenas perspectivas para celebrar su 8 de marzo: “El Día Internacional de la Mujer”.

Todo ello para conceptuar y dejar claros sus derechos como un diáfano y nítido amanecer. Hoy en día, afortunadamente el atributo de una mujer ya es casi libre como un pájaro que flota sus alas al lomo del viento atrevido y osado. Aunque en esto de los derechos de la mujer todavía haya que luchar y hacer senda por el sendero de la libertad infinita. Pues el candil que ilumina, que traza el camino de un mundo luminoso y las excusas gastadas no deben ser freno para la emancipación de la mujer moderna. La hembra contemporánea de hoy que ilumina la lucha universal de ella misma, día a día, con más cimas que alcanzar que las separa del abismo, como un literato viejo de sus equidades y alzadas luchas por no ser excluida en una alineación entre la igualdad y la paridad.

Pues del contratiempo y adversidad que viniese a crecerse la mujer de nuestros tiempos depende de su lucha y manifestación diaria. Algunas porque han aprendido a desconfiar del hombre de actitudes sementales como verracos, “criaturas” un tanto ya anacrónicas y selladas en su propio pasado de luces opacas en los tiempos que vivimos, que se muestran como un recuerdo en los museos y pondrán el silencio mudo de perdonavidas ya arrinconado, defecto que les ha caracterizado en la historia pasada a muchos varones. Los mitos sobre las diferencias en el cerebro de hombres y mujeres vuelven una y otra vez, pese a quien pese, a ser falsos, avalados de antiguas y caprichosas malas costumbres que del pasado vienen de varones con usanzas y costumbres rancias y machistas.

La mujer de hoy en día se ha incorporado al cortejo consigo misma, para trasladarse y transitar en un largo y resonante camino recorrido para no ser la miseria de nadie. Una mujer autónoma, libre y segura de sí misma. Y se lo ha ganado a pulso y respeto como el que estercola y labra su propia tierra. Y todo esto no es feminismo, es equidad de derechos y justicias ecuánimes sin consumir del todo la esperanza que han de evolucionar mucho más con los tiempos.

Destacar también el caso de la mujer judía -amigas que un servidor tiene el placer de contar con su apego y simpatía-. La mujer judía es polivalente y con sus propios valores calculados, tasados paciente y tenazmente que vence a la turbulencia, con garra y fuerza, que por su idiosincrasia y singularidad las hace singulares y exclusivas. El papel de la mujer judía en la vida actual no se puede definir sin conocer los preceptos históricos y raíces que lo nutren. Sin embargo, es difícil generalizar sobre la condición femenina a lo largo de la historia de la mujer judía, ya que se deben tomar en consideración los diferentes estilos de vida a través de las épocas y la enorme variedad de circunstancias a las que las mujeres judías se tuvieron que adaptar. La historia del nacimiento del pueblo judío se caracteriza por un predominante protagonismo femenino. Entre los capítulos fundacionales de la nación hebrea, sólo uno lleva el nombre de los fundadores, y no se eligió el nombre de uno de los patriarcas, sino el de la primera matriarca de Israel: Sara. El capítulo se llama Jaié Sara – La Vida de Sara. Al comenzar, se relata el fallecimiento de la primera matriarca del pueblo judío, el dolor de su esposo, Abraham, y los detalles de su entierro. Todo el comienzo se centra en la desaparición física de Sara, ningún capítulo bíblico es dedicado en honor a los patriarcas.

A pesar de entender el fenómeno cultural y sus efectos en su contexto y entorno, se observa la energía y la fuerza de la mujer judía, pues el amplio mar, es el desafío y las leyes de pureza familiar como algo híbrido en sus vidas. Pues ellas suelen ser la espina dorsal de la familia, cosa que pueden compatibilizar con destreza y caracterizar el proceso de emancipación de la mujer judía desde los tiempos bíblicos hasta hoy. En la mayoría de los casos, el rol de la mujer judía ha tenido una concepción errónea y muchas veces de desconocimiento cultural. Es lo que se llama ignorar y desoír las costumbres de un pueblo como es el hebreo. Dejémonos entonces de cuestionarnos hechos a dedo de la ignorancia y también de los estereotipos no probados, pues en la mayoría de los casos el rol de la mujer judía ha tenido una concepción errónea y hemos de dejar algo perfectamente nítido: las mujeres judías trabajan y estudian, creen y rezan. Son extrovertidas, amables y siempre en movimiento. La mujer judía destaca también por ser excelente madre y excelente esposa.

Algunas de ellas amparadas en la fuente inagotable que son sus intuiciones, virtudes y fe en Dios, sintiéndolo como el incienso de la fiesta de sus creencias religiosas y siempre luchando contra la enfermedad del antisemitismo, mal endémico que todavía perdura tristemente en nuestras culturas. Y muchas de ellas han sabido asenderear con gran éxito en sus carreras profesionales, y han logrado triunfar desde el distrito financiero de Nueva York hasta los grandes puestos económicos y políticos en Israel.

“Ama a tu esposa como a ti mismo y hónrala más que a ti mismo”.
(Yevamot 62-b: Talmud)

(Dedicado al pueblo judío)

Sergio Farras, escritor tremendista

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