Aranza Gleason – Hace unos días fue el 8 de marzo conocido como el Día Internacional de la Mujer. Se ha vuelto popular sacar reseñas sobre mujeres exitosas y la gran labor que han tenido en el mundo e indudablemente nos obliga a reflexionar sobre los roles sociales de género y la percepción de la mujer al interior de distintas comunidades. Invariablemente al hablar de judaísmo surge la pregunta de qué rol juega la mujer al interior de esta tradición y cómo se le ve. La respuesta es por demás compleja pues abarca varios elementos de cómo concebimos el mundo que nos rodea. El primer punto por supuesto implica hablar de identidad, pues el género es un reflejo de cómo nos percibimos.

Identidad, herencia y género

La primera característica que enfrentamos al hablar de identidad es que por necesidad ésta implica un diálogo continuo entre las cualidades que uno posee, a las que uno aspira y lo que el entorno le dice que tiene. Ésta se forma en la persona a lo largo de los años, de las percepciones personales que tiene del mundo que lo rodea y del lugar que ocupa en él. Una herencia cultural o un legado da respuesta a la pregunta identitaria, pues explica el mundo a través de la sabiduría que se ha acumulado con el pasar del tiempo y de las generaciones. La identidad es la base que lo compone, pues para que uno asuma como suyo un legado tiene que asumirse como perteneciente al grupo que lo hereda, o al menos identificar un cierto origen proveniente de él. Pues para que un legado exista depende directamente de alguien que quiera aceptarlo como suyo y alguien que quiera trasmitirlo.

El judaísmo antes que nada es un legado y el lugar que le da a la mujer en sus escritos invariablemente impacta sobre las personas que aceptan como suya esa tradición. A su vez, el género puede ser visto como una herencia o como una opresión. Cuando está enmarcado por una tradición que es aceptada individualmente por la persona le ofrece un sin fin de explicaciones sobre su cuerpo, su origen y su entorno; le puede ofrecer caminos de cómo concebir el lugar que ocupa en el mundo y la sociedad que la rodea. Sin embargo cuando surge del juicio social genera dolor y resentimiento porque la persona no lo está aceptando y no es una postura individual.

El feminismo luchó contra esta forma de ver el género, buscaba liberar a la mujer que se sentía atada a los tabués sociales que la rodeaban y que no le permitían interpretar a su forma el mundo que la rodeaba y su propia imagen. Y en muchos ámbitos su postura fue exitosa al punto tal que hablar de género y diferencias entre hombres y mujeres se ha vuelto un tabú en la esfera pública. Aún así hay quien busca una identidad a través del género y para estas personas la respuesta que las distintas tradiciones traen representa un regalo más que una imposición.

Las mujeres en el judaísmo

En el caso judío el género es un tema muy interesante para estudiar, pues no existe una doctrina simple al rededor del concepto, sino un cúmulo de fuentes textuales, leyes rituales y opiniones filosóficas que componen la visión del género en el judaísmo. Ello le da poder a la persona de crear una imagen propia de lo que el género representa y permite que haya un involucramiento individual con el tema. Una de las fuentes más ricas para hablar de género se encuentra en las historias que la Torá y los midrashim narran. En estos texto destaca la cantidad de modelos femeninos tan variados uno del otro que los textos religiosos muestran. A continuación me gustaría hablar sobre algunas posturas que el judaísmo muestra a través de los textos con respecto al género y son ejemplo de la riqueza cultural que ofrece. Esperamos les guste.

Ezer Kenegdo. Los dos sexos como complementarios

Quizás una de las posturas más bellas del judaísmo es el lugar que le da a la pareja, pues para esta postura la unión amorosa de dos personas es el inicio de la Redención del hombre. La Cabalá nos dice que no hay acción humana más sagrada y que exprese en mayor medida el alma del hombre como el matrimonio, en muchos sentidos se ve como la razón por la cual D-os creó el mundo. Por qué se le da esta importancia, porque es la forma en que el hombre perfecciona su carácter y en esa percepción de la humanidad el rol de los géneros toma mucho peso.

En el judaísmo se cree que uno de los principales motivos por el cual D-os creó el mundo fue para que el hombre se perfeccionará y aprendiera a conocer a D-os en él. Bajo está misma visión es sólo a través de la intimidad y el amor a otra persona que dicho objetivo puede cumplirse. Hombre y mujer se ven como complementarios y creadores con D-os del mundo a través de la relación amorosa que establecen entre ambos. Las diferencias sexuales se ven como parte de la confrontación sana y la diferencia que debe existir en la pareja y también se ven como complementarias. Cuando D-os crea a la mujer le llama “Ezer Kenegdo” “una ayuda en tu contra” porque a veces es a través de la confrontación que uno crece más, cuando tiene que hacer a lado sus propias posturas y pensamientos para darle espacio a la persona de enfrente y trabajar en conjunto. Sin embargo, es una ayuda porque la pareja aspira a una compañía a un trabajo mutuo a crear un equipo. Y ese es uno de los fines del matrimonio. Romper la soledad individual y confrontarse para darle espacio a la persona amada.

Java dadora de vida

Otra imagen hermosa del judaísmo es el lugar tan importante que le da a la mujer en el mundo. La familia lo es todo para la tradición judía, es donde los valores toman relevancia y la tradición es heredada. Gran parte de los ritos se realizan en familia y a la casa se le ha descrito como un mundo en sí mismo. Dentro de este ámbito la mujer toma un lugar importante, es ella de quien dependen los hijos para su educación; es por el mérito de la madre que nacen hijos sabios y rectos.

Una de las primeras referencias a la centralidad que tiene la mujer en el mundo es con Java (Eva). El nombre quiere decir “la madre de toda la vida” se reconoce a la mujer como la creadora de vida, el centro de la existencia. Cuando se habla de cualidades espirituales se habla de que la mujer es más propensa a la Biná aquella energía que nos permite organizar y transformar lo creado o el potencial en algo real; es en el vientre de la madre que se crea el bebé, que toma forma y recibe vida.

La fortaleza de la mujer. Egipto y el Becerro de Oro

Finalmente otra cualidad que se destaca en los textos judíos y que es contraria al estereotipo que se generó en otras épocas es que la fortaleza de carácter no se muestra como característica masculina sino femenina. La Guevurá que implica fuerza, el poder de auto control y dominio de uno mismo es una característica femenina y en los textos se rescatan muchos ejemplos de mujeres que se convirtieron en el modelo de esta cualidad. Especialmente se rescatan dos ejemplos, el primero ocurrió en Egipto y el segundo en el desierto durante el episodio del Becerro de Oro.

Los midrashim nos dicen que fue gracias al mérito de las mujeres que los judíos pudieron sobrevivir Egipto y ser liberados. Y precisamente la característica que se premia es la fortaleza, no cedieron en ánimo frente a las vejaciones de los egipcios y cuando los hombres se rindieron y decidieron dejar de procrear, ellas les levantaron el ánimo y siguieron defendiendo la vida de sus hijos. El mejor ejemplo es Miriam quien de niña se enfrenta a Amram su padre diciéndole que ha condenado el pueblo a morir al fomentar la separación entre parejas. Además con su madre exponía la vida para esconder a los niños varones de los egipcios y ayudar en los partos, pues para la tradición judía las parteras Sifra y Fuva en realidad son Miriam y su madre Yojeved.

En cuanto al Becerro de Oro los midrashim nos dicen que las mujeres se negaron a participar en la idolatría y que trataron de detener a sus esposos. Incluso narran como éstos les quitaron a la fuerza sus joyas para tener el suficiente oro. En ambos casos la característica que destaca es la fortaleza de las mujeres y el dominio que tienen de sí mismas frente a la adversidad, incluso en momentos en que sus esposos fallan.

Modelos de mujeres

Aparte de estas historias, la Torá nos presenta un sin fin de modelos femeninos que destacan en todos los ámbitos a su manera. Tenemos a Deborá como jueza, que se convierte en la imagen de la justicia y la sabiduría tanto así que el dátil representa al sabio gracias a la palma de Deborá; a Miriam como imagen y ejemplo del liderazgo; a las matriarcas como el modelo perfecto del amor y la famila; a Esther como símbolo de la dedicación al pueblo judío, de la plenitud de un reino reinado y del tzniut al cual también los hombres están obligados; y a Ruth como eje del amor a la Torá, la fortaleza de la conversión y el deseo de buscar a D-os. Entre todas ellas se muestran caminos a través de los cuáles una puede relacionarse con su feminidad.

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