Enlace Judío – La cruel guerra civil que aún azota Siria desde hace 10 años ha destrozado el país y ha matado a más de 500,000 personas y ha dejado 7,000,000 de desplazados o refugiados que han huido dentro y fuera de su país. La guerra comenzó por una salvaje represión militar de la dictadura siria a una protesta en la localidad de Daraa.

Los ciudadanos sirios de todas las clases y etnias del país quedaron conmocionados por el arresto de 15 jóvenes estudiantes, cuyo delito fue pintar grafitis contra Bashar al Asad. Eran los días de la Primavera Árabe y las manifestaciones y protestas populares se extendieron por varios países árabes del Medio Oriente.

En Siria, sin embargo, a diferencia de países vecinos, cientos de miles de ciudadanos no exigieron el derrocamiento del gobernante y su régimen. El impacto de la tortura de aquellos estudiantes que fueron arrestados y encarcelados en los sótanos de la policía secreta provocó una gran protesta popular que se inició en la ciudad de Daraa y desde allí se extendió a  Damasco.

Miles de ciudadanos salieron a manifestarse exigiendo ante todo la democratización así como amplios cambios y reformas en la economía y el sistema de gobierno en el país controlado por la minoría alauita. Asad ordenó represiones brutales para reprimir la protesta popular que se extendió a Damasco y otros distritos del país.

A medida que más y más áreas cayeron en manos de los manifestantes, que se consolidaron en diversos grupos para gestionar la transición a un nuevo gobierno, el régimen de Asad decidió ir a la guerra. Se enviaron unidades del ejército para ocupar las ciudades y vecindarios de los que había surgido la oposición al régimen y los manifestantes respondieron a la violencia con más violencia.

Los nuevos combates entre los manifestantes y el ejército, así como la afluencia de desertores del  ejército sirio, dieron origen a una serie de organizaciones y milicias que se enfrentaron al régimen, pero también entre sí mismas.

En los dos primeros años de la guerra, los rebeldes tuvieron gran éxito en el norte de Siria, el sur y las principales ciudades del país. Los rebeldes lograron ocupar gran parte de la capital, Damasco. Alepo, la segunda ciudad más grande de Siria y la más poblada del país, que fue la capital económica de Siria, fue ocupada en gran parte por grupos rebeldes, que también lograron tomar el control de los cruces fronterizos entre Siria e Irak, Turquía y Jordania. Los soldados del ejército sirio estacionados en la frontera con Israel también huyeron. Parecía que el régimen dinástico y dictatorial llegaría a su fin.

Pero las unidades rebeldes nunca fueron una sola unidad política, sino un mosaico de organizaciones, algunas de las cuales eran muy religiosas, islamistas y extremistas, y no cooperaron de manera efectiva, ni en el campo de batalla ni en el cuidado del público sirio en una guerra cada vez más brutal.

La debilidad de los rebeldes convirtió los territorios bajo su control en presa fácil para ISIS, que se infiltró en territorio sirio en 2013 proveniente de Irak. La organización terrorista logró ocupar tres grandes ciudades en el este del país y controlar territorios en Damasco y Alepo. La organización extremista  estableció un califato islámico en los territorios entre la ciudad de Mosul en Irak y el noreste de Siria, y declaró a la ciudad siria de Raqqa en el noreste de Siria como la capital del Estado Islámico.

A partir de 2016 la situación empeoró para los rebeldes. Los restos del ejército sirio, con la ayuda cada vez mayor de Rusia, Irán y Hezbolá, avanzaron barrio tras barrio, casa tras casa, y consiguieron recuperar zonas que estaban bajo el control de las diversas organizaciones rebeldes. Los restos de las fuerzas de seguridad sirias y sus aliados empujaron a los grupos opositores a una estrecha franja en la provincia noroccidental de Idlib, cerca de la frontera con Turquía. Por su parte, la inicialmente vacilante ayuda de tropas de EE. UU. permitió a los kurdos derrotar al ISIS en el Kurdistán sirio y luego iraquí.

El ejército turco, que buscaba mantener las zonas de guerra alejadas de la frontera turca con Siria, ocupó decenas de kilómetros en el lado sirio de la frontera y estableció una franja de seguridad bajo su control. La derrota de los rebeldes y el intento de reemplazar a Asad parecen aún más trágicos cuando se comprende el precio que pagó Siria por intentar liberarse del régimen baazista.

Los expertos extranjeros estiman que entre 350,000 y 600,000 sirios murieron durante los diez años de la guerra. Más de 5 millones de personas abandonaron el país como refugiados y otros 7 millones se mudaron de sus hogares dentro del país como resultado de los combates. Estos son números inimaginables en un país con una población de alrededor de 20 millones de personas. Más de la mitad de los residentes de Siria se han convertido en refugiados como resultado de la guerra.

A pesar del alto precio que pagó Siria por la vida humana y la desintegración del país, el dictador Bashar al Asad permanece en el trono, a pesar de las brutales masacres, el uso de armas químicas contra su pueblo y el alto precio pagado por la población civil siria, que sigue martirizada bajo la ocupación rusa, turca e iraní.

 

*El autor es director de Comunidades Plus y corresponsal en Argentina de Enlace Judío


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