Desde hace una semana se hace la cuenta del omer que dura cuarenta y nueve días y se realiza todas las noches. Ésta es una preparación para recibir Torá en Shavuot y un recuerdo del maná que caía del cielo. La siguiente reflexión de Rab Silverberg nos habla del maná y cómo superar la envidia.

Rav David Silverberg. El maná

La Torá cuenta en Parashat Beshalach (16:15) que la primera vez que Benei Yisrael vio el maná, se volvieron “ish el achiv” – “cada hombre a su hermano”- y dijeron: “Man hu”, que se traduce comúnmente como “¿Qué es?”.

A Rav Yitzchak Yaakov de Biala le pareció significativo que la Torá hable del pueblo “ish el achiv”, una expresión que podría connotar un sentimiento especial de amor y afecto fraternal. Cuando cayó el maná y Benei Yisrael fue a obtener su ración de comida, se miraron unos a otros como “achiv” – hermanos. No había competencia ni celos, porque todos sabían que cada uno estaba recibiendo su porción designada para él por el Todopoderoso. Esto contrasta con los medios naturales de sustento, cuya búsqueda se caracteriza a menudo por una feroz competitividad, lucha y envidia. Las personas compiten entre sí por los puestos de trabajo y los clientes, y se sienten privadas cuando ven a otros que disfrutan de un mayor éxito financiero que ellos. El Rebe de Biala detecta en el relato de la Torá sobre el maná un énfasis en la ausencia de tales tensiones cuando el pueblo recogía su maná. Sabiendo que todas y cada una de las porciones eran un regalo enviado por Dios, por el que nadie había trabajado o realizado ningún tipo de esfuerzo para obtenerlo, no había lugar para la competencia o la fricción mientras el pueblo iba recogiendo la comida que necesitaba para sí mismo y sus familias.

El Rebe de Biala nos enseña que podemos eliminar gran parte de los celos y las peleas que asolan a tanta gente si vemos nuestro sustento como el maná celestial, como un regalo que Dios nos ha concedido con gracia y compasión. Aunque nosotros, a diferencia de nuestros antepasados en el desierto, debemos trabajar y utilizar nuestra fuerza, creatividad y habilidades para ganarnos la vida, sin embargo, debemos considerar nuestro sustento como un regalo de Dios. Este mensaje fue transmitido por Moshé antes de su muerte, como leemos en Parashat Eikev (Devarim 8), cuando ordenó al pueblo que recordara su sustento milagroso en el desierto después de cruzar a Eretz Yisrael y ganara riqueza a través de la agricultura y la cría de ganado. Moshé planteó la preocupación de que la nueva prosperidad del pueblo pudiera llevarles a enorgullecerse de su riqueza – “mi fuerza y el poder de mi mano produjeron toda esta riqueza” (Devarim 8:17)- y olvidar que es Dios “quien os da la fuerza para producir riqueza” (Devarim 8:18).

El maná proporcionado a nuestros antepasados nos recuerda que todas nuestras posesiones materiales son, en esencia, maná, un regalo proporcionado por Dios, aunque invirtamos tiempo y esfuerzo para obtenerlo. Cuando vivamos con esta conciencia, entonces miraremos a nuestro semejante como “achiv”, nuestro “hermano”, y no como nuestro competidor. Si creemos que nuestro sustento depende, en última instancia, de la gracia del Todopoderoso, que es capaz de proveer a todos de todas sus necesidades, entonces no sentiremos celos ni resentimiento por el éxito material de los demás, y más bien los miraremos con amor y afecto y viviremos pacíficamente con ellos como hermanos.

Fuente: Etzion.org