Aranza Gleason – Pésaj ha sido siempre una de las festividades que más fascinación me ha producido. En ningún otro lado he visto familias enteras llevar a cabo un rito en el centro de la mesa que tiene mas de dos milenios de existencia. Desde el primer día que lo vi, me impacto fuertemente y no me sorprende que en muchos sentidos haya sido la festividad que mantuvo con vida la identidad judía a lo largo del tiempo. Para muchos este día es tan importante como Kipur y es una de las pocas festividades que judíos seculares respetan. Desde el primer seder hasta ahora la noche de Pésaj permanece como símbolo de la unidad familiar, el paso de la tradición y el amor al judaísmo ¿Por qué? Cada quien tiene su propia respuesta y no es posible hablar por una colectividad. Sin embargo, hay ciertos sentimientos que la fiesta despierta y ciertas posturas que son generales y de las cuales todo el mundo puede aprender. En muchos sentidos el corazón de la cultura, del arte y cualquier religión se basa en las respuestas personales, aprendizajes y sentimientos que despierta en quien lo escucha y admira y sólo a través de experiencias compartidas es que un mundo de significados se construye. Por eso me gustaría hablar de cómo las prácticas de Pésaj impactaron en mi vida y porque décadas después de haberlas encontrado siguen siendo importantes para mi desarrollo personal.

La importancia de la libertad e individualidad

Uno de los aprendizajes de Pésaj que más impactaron en mi vida y que aún me maravilla es la forma en que la libertad se plantea. La premisa básica de la libertad en Pésaj es que dejamos de ser esclavos del faraón para servir a D-os. Nos enseña que no existe Rey más grande ni servicio más enriquecedor que seguir a D-os en a vida propia. Para el que creció y está acostumbrado a vivir en un mundo completamente libre y sin leyes le enseña que existe un marco moral al cual debe atarse, le enseña a controlar y librarse de los deseos que no le son productivos, y le da un motivo para trabajar y vivir diariamente. La idea de que la libertad se basa en encontrarle un sentido último a la vida y que ese sentido es moral y personal es una idea capaz de cambiar la vida de una persona y es una idea que hasta la fecha impacta en la forma en que me relaciono con la vida.

En cuanto a alguien que crece o que por suficiente tiempo ha aceptado la rigurosidad del mundo religioso en su vida Pésaj le recuerda que el contacto con D-os se basa primero en la individualidad y no la comunidad. La primera condición para que los judíos aceptaran a D-os es que fueran libres, el sacrificio de Pésaj es un sacrificio voluntario que uno acepta sobre sí mismo sin coerción externa. Cuando los judíos del desierto sacrificaron al borrego en sus casas y pintaron las puertas con su sangre lo que hicieron fue someter su propia voluntad a la voluntad divina libremente se subyugaron a D-os. Lo mismo pasaba cuando uno llevaba un cabrito o un borrego anualmente al templo significaba que voluntariamente se aceptaba a D-os. Es decir la aceptación de D-os sobre uno debe ser voluntaria, debe ser libre. La base de la espiritualidad planteada en estos términos es la voluntad individual y la libertad. Para el que vive en un mundo religioso siempre es importante recordar que está escogiendo ese camino por voluntad propia, y sólo tiene sentido cuando es escogido. Recordar que las limitantes sociales, las decisiones comunitarias, siempre están en segundo plano con respecto a la relación propia de uno con D-os. Y sin embargo, también se aspira a incluir al prójimo en su camino, a compartir la mesa con el extranjero a crear una unión comunitaria, pero desde un respeto a lo íntimo a lo sagrado.

La importancia de renovarse año con año

La primavera muy probablemente es la estación del año que más aparece en historias y poemas. Naturalmente trae alegría a quien observa y lo invita a renovarse. En casi todas las culturas se reconoce que en esta época del año el mundo se renueva y la vida surge con nueva fuerza. Haciendo que los árboles florezcan, las plantas surjan nuevamente, los pájaros y los animales salgan de sus escondites. Universalmente se reconoce su belleza. Los pasajes explícitamente llaman a Pésaj la festividad de la primavera y el calendario entero se arregla para que Pésaj siempre caiga en primavera. Sto es así porque debe haber una sintonía entre el ambiente de renovación que rodea el mundo y la festividad misma. Pésaj de muchísimas formas nos invita a renovarnos.

Primero nos pide que hagamos la limpieza del jametz en donde uno no sólo limpia toda su casa, sino también hace una renovación interna, se deshace de todas las cosas que le impiden crecer y toma acciones para cambiar los hábitos que lo lastiman. Y en segundo lugar aceptar a D-os e incluirse dentro del pueblo judío debe ser una decisión que se toma año con año, un pacto interno que se hace nuevo cada vez que se realiza y cada vez que se acepta. Uno debe verse cada año como que está saliendo de Egipto y debe enseñarle a sus hijos de esa forma. Porque sólo así a través de la renovación continua es que uno puede mantener una relación viva con la tradición y con D-os. Sólo si año con año hace el esfuerzo por cambiar, por “limpiarse internamente” y comprometerse de nuevo.

La importancia de la tradición y la familia

Una de las experiencias que más me impactaron en Israel fue un seder que tuve la oportunidad de presenciar. El rabino de la midrasha (seminario judío) donde estaba era un señor avanzado en edad que llevaba varios años dedicándose a acercar personas a la Torá. Provenía de una familia de tradición antigua de Lituania. Casi no hablaba era un hombre cálido y discreto que amaba la Torá con profundidad, se preocupaba por las alumnas que estaban a su cargo y fomentaba los comportamientos de la ortodoxia más estricta que he conocido. Exigía un alto nivel de discreción, recato, respeto y rigurosidad. Aunque hubo momentos en los que no concordé con las políticas del lugar, tuve la oportunidad de vivir experiencias que abrieron mis ojos y mi corazón de una manera impresionante e hicieron que viaje entero, la situación incómoda y cualquier otro mal sabor de boca valieran la pena por completo. Entre ellas se encuentra ese séder de Pésaj.

Éramos cuatro alumnas, el rabino y su hija. Casi como mago sacó de sus pertenencias una Hagadá de mil setecientos y algo, de Vilna y empezó a hacer el rito cantado al estilo lituano más puro. La hija en algunas partes le hacía coro y había una sintonía entre ambos que no he visto en ninguna parte. Fue algo verdaderamente impresionante, el séder fue el testimonio más fiel del amor tan profundo que ese hombre tiene al judaísmo y a la tradición de sus padres y la muestra más clara de la continuidad en el tiempo que ello implica. El rabino pertenece y honra una tradición milenaria y mantiene los ritos vivos de una cultura que bien podría estar muerta en este día pero se mantiene estable en corazón más profundo de la ortodoxia más rigurosa. Aunque es algo que puedo vivir sólo como espectadora, pues por más ortodoxa o religiosa que me vuelva, la tradición llevada de esa forma no corresponde ni a mi linea familiar ni a lo que me hizo gravitar hacia el judaísmo en un inicio. Me produce una admiración profundísima y un respeto enorme a una forma de vida tan antigua aunque yo no la comparta en esa forma.

La experiencia cambió mi vida y me hizo ver la tradición y la fuerza del tiempo con nuevos ojos. Sin embargo, lo que más me gusta del séder de Pésaj y el judaímo en general es que la espiritualidad se basa en la familia. Mi séder como el suyo se componen del elemento más básico la familia. El primer sacrificio de Pésaj en Egipto fue hecho en la mesa familiar porque en el amor de los hijos a los padres es que existe el paso de la tradición y la base de la espiritualidad. Mientras ello esté vivo las enseñanzas judías y el pueblo judío como tal seguirán existiendo. Muy probablemente ésa sea la razón por la que Pésaj sigue siendo la festividad más respetada entre judíos porque tiene ése aprendizaje desde sus inicios.