Enlace Judío – El destacado escritor, poeta y filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson alguna vez dijo que el mundo era un sinfín de cuerdas de tensión que esperan ser tocadas.

Más de 150 años después, hay ocasiones que nos obligan a recordar la veracidad de su analogía. Hay momentos que nos fuerzan a detenernos a reflexionar cómo llegamos a donde estamos. En la mayoría de los casos, cuando exploramos los sucesos que nos parecen sorprendentes, nos podemos dar cuenta de la tensión que había detrás.

El miércoles pasado, un par de marchas en Jerusalén sacudieron tanto a israelíes como a palestinos. Del un lado, Lehava, un grupo de supremacistas judíos, repitió la consigna de “muerte a los árabes” a todo pulmón. Incluso durante la manifestación, algunos integrantes de Lehava atacaron casas de árabes inocentes con el propósito de destruirlas, por el simple hecho de que sus dueños eran árabes.

Lamentablemente, la ideología de este grupo fanático tiene representación en el parlamento israelí. El legislador kahanista Itamar Ben-Gvir o su copartidario Bezalel Smotrich incitaron a los jóvenes a tomar las calles con Lehava.

Al mismo tiempo, a unas cuadras de la manifestación de Lehava, se encontraba un grupo de palestinos en protesta. En cuanto se encontraron, reinó el caos. Las masas acaloradas siempre son un campo fértil para la violencia. Tristemente, esta vez no fue la excepción. Trabajadores árabes del mercado de la Ciudad Vieja, quienes no tenían que ver con la marcha, fueron atacados. Igualmente, un joven judío de 15 años fue apuñalado en la pierna.

Es importante remarcar que el clima en las redes sociales no ha sido particularmente amigable durante el último mes. De hecho, la manifestación de Lehava surgió en respuesta a un reto entre palestinos en la red social TikTok que animaba a grabarse molestando a judíos. Un video particularmente perturbador, de un adolescente cacheteando a 2 judíos ultraortodoxos en un vagón del tren ligero de Jerusalén fue la llama que encendió al fuego.

Durante los tiempos de crisis, las tensiones se tienden a elevar. Sumado a la pandemia, la inestabilidad política tanto en Israel (4 elecciones en menos de 2 años) como en Palestina (no pueden tener una elección, por más que quieran) y la permanente crisis geopolítica en la región, no hacen nada más que incrementar la división.

Las manifestaciones violentas de la semana pasada en Jerusalén no son un caso aislado, son la culminación de un clima de odio que ha encontrado un lugar para reproducirse. Décadas de ocupación militar y terrorismo han generado un ambiente de desconfianza.

Gente en el poder que condona a las partes más extremistas de sus respectivas sociedades hacen que los grupos más radicales de sus poblaciones acaparen las primeras planas de los periódicos enemigos, quienes los usan de ejemplo para deshumanizar al otro. En la oleada de cifras y de noticias, se pierden las verdaderas víctimas del conflicto: quienes tienen que vivirlo a diario. 

 


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