Jorge Rozemblum/ Estella-Lizarra: una judería en el camino de Santiago

Enlace Judío – Estella es una ciudad española en el centro de Navarra, denominada en lengua vasca como Lizarra, a la orilla del río Ega y por la que transcurre el Camino de Santiago, la vía de peregrinación cristiana más importante de la península ibérica.

Aunque se conoce la presencia judía en la misma desde el inicio del segundo milenio, no es oficialmente fundada hasta el año 1090 por el rey navarro-aragonés Sancho Ramírez, cerca de la aldea primitiva de Lizarra que, según unos historiadores, había sido reconquistada por Sancho Garcés I en el año 914.

Su destacado patrimonio monumental la ha hecho merecedora del apodo de “Toledo del norte”, siendo las principales atracciones arquitectónicas las iglesias de San Pedro de la Rúa, San Miguel, Santo Sepulcro y el Palacio de los Reyes de Navarra (único ejemplo de estilo románico civil en la zona).

Con objeto de proteger el citado Camino de Santiago se eligió el lugar que en un principio fue habitado sólo por ciudadanos francos, es decir, comerciantes y hombres libres de vasallaje, sin nobles, clérigos ni campesinos. El rey dotó a la ciudad de unas instituciones de gobierno similares a las de Jaca mediante la cual intentó dirigirla hacia un desarrollo basado en el comercio y los servicios, para el que es propicio el lugar elegido en la fundación.

Dicen los historiadores que es muy probable que desde prácticamente el momento de la fundación Estella-Lizarra (como se la denomina actualmente) contase con una comunidad judía, que estaría ubicada en el barrio de Elgacena, en lo que sería la judería más antigua de Navarra. Décadas después, terminando ya el reinado de Alfonso I el Batallador, la comunidad crece y se expande, ocupando una terraza del río Ega al sur de la ciudad.

Pese a sufrir reveses como la conversión de la sinagoga en iglesia en 1144, durante el siglo XII la comunidad judía estaba integrada en la vida de la localidad y en sus instituciones, como se puede ver en documentos de 1188 en los que, en un pleito entre gente de Estella-Lizarra y de la cercana Bearin, el rabino Elías participó como uno de los testigos. Por aquel entonces se calcula que podrían residir en la localidad unos 150 sefardíes, aproximadamente una décima parte del total de habitantes.

Durante el siglo XIII la comunidad, cuyos miembros se dedicaban sobre todo al comercio y las finanzas, siguió prosperando y creciendo, y hay datos que nos hablan de su buena salud económica, como que en 1266 contribuyó al pago de impuestos con 1.600 libras, una cantidad importante.

Sólo diez años después los judíos de Estella-Lizarra muestran su vinculación con la corona cuando varios personajes notables de la comunidad juran fidelidad sobre la Torá y la ley de Moisés a la reina Juana, entonces sólo una niña. Sin embargo, la relación con el resto de la población empieza a deteriorarse como se puede constatar con algunas leyes promovidas que tenían como objetivo evidente los judíos. Las ciudades y el vulgo presionaban más y más contra éstos y, aunque los monarcas trataban de defenderlos, no siempre lograron hacerlo.

La situación lleva en Estella-Lizarra a un suceso terrible: en 1328, aprovechando el vacío de poder tras la muerte del rey Carlos I, se produce un asalto a la judería en el que muchas casas son saqueadas y no pocos judíos asesinatos. La reina Juana II multó a la ciudad por estos hechos y hubo también condenas -incluso de muerte- a los principales implicados, pero al parecer buena parte de estos castigos no se llegaron a ejecutar.

La judería logró, no obstante, recuperarse y tres décadas después tenía tantos habitantes como antes del asalto, si bien muchos de ellos eran judíos franceses e ingleses, ya que los que habían huido en el asalto no volvieron a la ciudad. Para finales de siglo, las relaciones de los judíos de la ciudad eran muy importantes, e incluso uno de ellos, León Horabuena, rabino mayor de la localidad, fue médico del rey Carlos III.

Sin embargo, la propia ciudad había entrado en una cierta decadencia que, obviamente, afectó también a su judería hasta 1492, cuando llegaron a Navarra algunos de los judíos exiliados desde Castilla y Aragón tras el edicto de expulsión de los Reyes Católicos, si bien debido a las fuertes presiones de estos monarcas, seis años después se decreta también la expulsión de la Navarra todavía independiente.

El rastro del brillante pasado sefardí de Estella-Lizarra, una ciudad que tuvo dos juderías y se cree que incluso más de una sinagoga, se puede seguir hoy en la parte más antigua de la ciudad. Una buena forma de empezar a hacerlo es en la oficina de turismo, en la que una maqueta reproduce lo que debía ser la villa durante la época medieval, con su judería separada del resto del casco urbano por su propia muralla.

Los lienzos de esta muralla que aún se conservan son, sin lugar a dudas, el resto más importante del pasado sefardí en Estella-Lizarra, además de ser bastante excepcionales en el conjunto de España, donde estas defensas internas no se han conservado prácticamente en ningún lugar. Protegido por esa muralla se encuentra el espacio de la llamada judería nueva, en el que se han realizado excavaciones arqueológicas ya en el siglo XXI, en las que se han encontrado diferentes materiales de construcción y restos a partir de los cuales se puede asegurar que las viviendas de la judería estaban construidas en terrazas que se adaptaban a la inclinación de la colina.

Además de las viviendas, en este espacio que se calcula que tenía unos 35.000 metros cuadrados estaban todos los servicios comunitarios de la aljama: el horno, la carnicería, los baños, el molino, una tintorería y, por supuesto, la sinagoga. Por desgracia, por el momento no se han localizado los restos de estos edificios. 

La ruta en la búsqueda de ese pasado sefardí debe pasar también por la Rúa de las Tiendas, en pleno Camino de Santiago, en la que se sabe que muchos judíos tenían sus comercios y que todavía conserva un inconfundible sabor medieval. Tampoco deben perderse la iglesia de Santa María Jus del Castillo, un templo románico levantado exactamente en el solar que tenía la primera sinagoga.

Por último, una curiosidad interesante son las dos figuras de hombres judíos que sostienen el dintel de la iglesia del Santo Sepulcro, probablemente imágenes hechas para representar un papel negativo de éstos y un buen reflejo del ambiente que se respiró en la ciudad a finales del siglo XIII y que acabó llevando al asalto de la judería de 1328.

 

*El autor es Director de Radio Sefarad.


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