D-os está con nosotros y está en todos lados, inclusive en nuestro dolor más profundo. Él permite toda acción y da fuerza para que sea realizada, aun cuando lo agrede. Él llama al hombre y el hombre se aleja, y en su alejamiento encuentra la bruma más oscura.

¿Por qué Hashem permite que nos alejemos? La verdad es que no sé, pero lo cierto es que inclusive cuando la persona se encuentra al borde del abismo, o en el abismo mismo, inclusive ahí, el centro se mantiene; el centro siempre nos llama. Esto es lo que Tisha B’Av representa: la luz que se mantiene constante entre la oscuridad.

El Nueve de Av para nosotros es un día de luto. Es el día en que los dos Batei Hamikdashim (los dos Templos Grandes) fueron destruidos, el día en que los espías hablaron mal de la tierra y el día en que cayó el último bastión judío que se enfrentaba a los romanos. Fue un día trágico para toda la humanidad, porque al caer los templos se perdió la conexión más fuerte que hasta el momento había existido entre el hombre y D-os, ya que éste era el lugar que la Shejiná (la presencia divina) habitaba.

Durante esas épocas el pueblo de Israel tenía revelaciones continuas; podía cumplir en amplitud las 613 mitzvot y llevar sus sacrificios al Kohen Gadol (Sumo Sacerdote). Todo esto se perdió con las invaciones que sufrió la ciudad de Jerusalén a manos de romanos y babilonios. En cada caso, el pueblo judío se vio frente al Exilio y los judíos tuvieron que dejar su tierra con la esperanza de regresar algún día.

Aquel día en que regresemos será el día de la Redención, será el día en que el Mesías llegue y se construya el Tercer Templo. Será el día en que los pueblos se volverán a unir en alabanza y reestablecerán una comunicación con D-os inclusive mayor a la que fue perdida. De tal forma que el Exilio, dentro de su oscuridad trae consigo una luz aún más poderosa. Porque en él se encuentra la promesa de una armonía eterna.

Tisha B’ Av representa ambas: El Exilio, que inicia con la destrucción del templo, y la Redención, que paradójicamente encuentra su semilla en el exilio. Representa al hombre dándole la espalda a D-os, destruyendo la casa que él mismo construyó; caminando tan pero tan lejos del centro que ahora no le es posible verlo.

Representa al hombre sumergido en la oscuridad, sin entender el funcionamiento del mundo. En el Exilio, el hombre está perdido; no puede ver la razón de su dolor, ni aceptar su condición. A cada momento que pasa se hunde un trecho más profundo y se aleja un paso más. Sin embargo, llega un instante en el que deja de negarse, abre los ojos, observa la oscuridad en la que se encuentra y, dentro de la desesperación más grande que ha sentido, ruega por una luz. Cuando ese momento llega, las cuerdas ocultas que lo sostenían se muestran. Y el hombre, guiado por ellas, camina de regreso a la luz.

Eso es lo que hacemos en Tisha B’ Av, en este día está terminantemente prohibido estar feliz y es una obligación seria afligirse. Es común que la primera vez que alguien escucha sobre el día, le parezca una exageración y haga una pregunta bastante sincera: ¿Por qué tengo que llorar? ¿Acaso D-os busca mi sufrimiento? La respuesta es no, D-os no busca tu sufrimiento. Sin embargo, vivimos en el Exilio y en este mundo sufrimos.

En muchas ocasiones no sabemos lidiar con ese dolor. Muchas veces, es tan profundo que lo negamos y lo disfrazamos de indiferencia, creemos que no lo sentimos y creemos que no necesitamos un cambio. Esa es la mejor forma de perpetuarlo, al pensar que no existe tendemos a reproducirlo en nosotros y en otras personas. Tisha B’ Av lo que hace es confrontarnos con nuestro propio dolor.

Cuando la persona se obliga a llorar entra en contacto con sus propias emociones. Es un momento en que reexamina la forma en que ha llevado su vida, los momentos dolorosos que ha tenido, la causa de dichos momentos y la forma en que se desarrollaron. Aprende a conocerse; a dominar sus sentimientos y se hace conciente de la oscuridad que lo rodea. Y a través del conocimiento interno y el autocontrol encuentra su alma y encuentra a D-os; el llanto se vuelve un llanto genuino. Entonces, voltea la vista y su dolor se une al de su compañero; al dolor de todo su pueblo que junto con él se aflige en ese día y al dolor de la humanidad que tampoco encuentra a D-os.

Y a través del ruego, el individuo encuentra la armonía que une a la persona con D-os; al judío con el pueblo y a Israel con Hashem. En la voz de esa armonía se encuentra la Redención. Esa es la luz y esa es la oscuridad que dialogan en Tisha B’ Av.