“Exijamos que actúe la Cruz Roja en Gaza”. Hermana de secuestrada pide intervención de nuestros lectores

Enlace Judío México e Israel – En Gaza, 240 personas permanecen cautivas por Hamás. En Israel, miles esperan con angustia su regreso. Esta es la historia de una de ellos, a cuya hermana, cuñado y sobrinas secuestraron los terroristas hace más de un mes, y de quienes no sabe si quiera si continúan con vida. 

 

Eran casi las 6:30 de la mañana cuando comenzaron a sonar las sirenas en la comunidad donde vive Paola Frishta, a media hora de Gaza. Lo primero que hizo cuando las escuchó fue llamar a su hermana, Karina, de 51 años, quien vivía en el kibutz Nir Oz, en la frontera, junto con su esposo y sus hijos. ‘Estamos en la pieza de seguridad’, le dijo Karina, y durante hora y media siguieron comunicándose.

“Y de pronto me dijo: ‘Pao, tenemos terroristas en el kibutz’. Yo pensé. ‘Terroristas, puede haber tres o cuatro. (Pero en el kibutz) hay ejército. Hay gente que cuida en el kibutz, que está con armas, que viven ahí’. Y le dije ‘bueno, entren a la pieza de seguridad y no abran la puerta. Estate ahí’. Y mi hermana me dijo ‘sí, sí, estamos en la pieza’. Y así seguimos hablando dentro de tanto.

Y en un momento empecé a ver yo en la televisión que hay terroristas en todos lados. A 15 minutos de acá, de mi casa también. Y todos tuvimos que quedarnos encerrados en las casas, y yo le empecé a escribir a mi hermana. ‘¿Qué pasa?’ Y me dijo que el marido está saliendo con un arma de la casa. Entonces yo le dije ‘bueno, ‘entra en la pieza y no salgas. Quédate ahí en la pieza’. Y dentro de eso me dijo ‘Sí’, y seguimos escribiendo. Y yo no le quería llamar por teléfono porque tenía miedo que escuchen que hay alguien en la pieza”.

Al final, la angustia le hizo llamar de nuevo. Su hermana le dijo que estaba muy asustada, que sus hijas tenían mucho miedo. Mika, de 18 años, Yuval, de 10. “Paola, están dentro de mi casa. Entraron a mi casa los terroristas”. Esa fue la última vez que Paola escuchó la voz de su hermana. “Desde ese momento no sé nada de ellos. “No sé si comen, si toman, si las maltratan, si están juntas”.

Tampoco sabe si recibe las medicinas que debe tomar tras haber sobrevivido a un cáncer de mama.

Un último recurso: Paola pide ayuda para que actúe la Cruz Roja

Su voz se quiebra, desesperada, cuando pide la ayuda de la Cruz Roja, cuando exige: “¡Todo el mundo tiene que gritar. Hay un bebé de nueve meses abajo de la tierra. ¿Qué come ese bebé? ¿Está con la mamá? Hay una nena de tres años, mellizas de tres años. Mi sobrina, que tiene diez años y medio… ¿Qué tiene que ver mi sobrina con la guerra? Alguien tiene que ayudarnos.

“Yo le estoy gritando al mundo: ¡por favor, hagan todo lo posible para que vuelvan a casa. Estamos todos desesperados”.

Paola no ha recibido una prueba de que su hermana, su cuñado y sus sobrinas sigan vivos. No los ha visto en los videos y las fotos que los terroristas han hecho circular, y el gobierno, hasta ahora, solo ha confirmado el secuestro pero no le ha dado información sobre cómo se encuentran.

Paola piensa que en Gaza, la Cruz Roja debería de interceder, pedirle a Hamás que dé una lista de las personas que siguen vivas, que les haga llegar las medicinas a quienes las necesitan.  “Ya desde el principio vimos todas las notas de los remedios. De todas las 240 personas que están ahí. Hay personas mayores que tienen problemas de corazón”.

“Es inhumano lo que estamos pasando, es el segundo Holocausto”.

También se desespera cuando observa la indiferencia de los otros.

“No puede ser que el mundo no esté para con nosotros. Todo el mundo tiene que pensar que a lo mejor ahora nos pasa a nosotros (pero) mañana le puede pasar a otros”.

La familia Engelbert

La vida después del 7 de octubre

Desde hace más de un mes, la vida para Paola transcurre así, esperando, deseando, rezando “por todos los rehenes. En especial por mi hermana, por su marido y sus dos niñas. Tratando de estar bien en mi casa. Tengo cuatro hijos yo acá. Estamos muy cerca de los bombardeos también, No hay un día que no pensamos en ello. O que no esté haciendo algo para tratar de ayudar a que vuelvan a casa”.

“No se duerme. No se come. Pero bueno, tenemos que seguir adelante para que ellos vuelvan y nosotros estemos bien para ellos”.

Según Paola, casi todas las familias de los 240 rehenes se mantienen en contacto. Se han juntado en Tel Aviv e intercambiado ideas sobre qué se puede hacer, cómo sumar para que sus seres queridos vuelvan a casa. Algunas familias de sobrevivientes perdieron sus casas. Los terroristas usaron lanzallamas y quemaron, destruyeron los hogares de muchas personas que ahora se encuentran desplazadas.

“Mira, acá hay bombas”, dice al otro lado de la línea. “Se escuchan las bombas. Es tremendo”.

Su hijo mayor, de 21 años, está en el Ejército. Hace más de un mes que no lo ve. Es otro de los motivos de angustia que la aquejan desde el ataque del 7 de octubre.

Piensa que el gobierno hace lo que puede: “Quiero creer que están haciendo hasta lo imposible para traer a todos los rehenes y terminar de una vez con esto”.

Sobre la posibilidad de intercambiar a los prisioneros palestinos por los israelíes secuestrados, Paola piensa que “son manipulaciones de Hamás. No es nada en serio. Ellos nos quieren hacer sufrir. Nos quieren dar a pensar que nos van a dar gente, pero  lo que ellos quieren es golpearnos en el corazón, hacernos mal y tratar de matar a más gente. No es verdad. Es pura mentira. Pura mentira”.

“La sueño mucho, a mi hermana”

Tras más de un mes de guerra en el sur, Paola solo quiere que todo termine.

Cada vez que escucha las bombas caer sobre Gaza, teme lo peor.

“Cada bomba me estremece el corazón. Claro que quiero que acaben” los bombardeos. Que acaben con Hamás también, claro, pero “primero hay que devolver a los 240 rehenes que están allá y salvar a la gente que no tiene nada que ver. La gente en Gaza tampoco quiere vivir lo que están viviendo. Utilizan a la propia gente de Gaza”.

El odio, la violencia, la depravación mostrados en el ataque sorprenden a Paola quien, dice, “no pensé que un ser humano pueda hacer las cosas que hicieron. Yo no vi el video ( de 45 minutos que registra las atrocidades y que ha sido proyectado para periodistas y diplomáticos) y le pedí a mis hijos que tampoco lo vean. Es inhumano”.

“Ni siquiera puedo decirte que son monstruos. Son Peor. Son peor”.

Tampoco entiende cómo la gente que vivía del otro lado de la frontera, que recibía ayuda constantemente por parte de los habitantes de los kibutzim, pudo cometer tantas atrocidades. “¿En qué pensaban?”, se pregunta. “Si pensaban en los padres de ellos, en los hijos de ellos, en si volvían a la casa e iban a poder vivir con las cosas que hicieron. No sé. La verdad es que no me entra ni en la cabeza ni en el corazón cómo se puede ser así”.

 

¿Crees que el alma de Israel cambió a partir del 7 de octubre?, se le pregunta.

“Nosotros vamos a ser más fuertes y más unidos, porque no tenemos nada más que unos a los otros. Y así somos en Israel. Así somos los judíos: unos para los otros”.

Hace más de un mes que Paola no escucha la voz de Karina, su hermana. Debe contentarse con encontrarla por las noches, mientras duerme, y despertar con la angustia renovada, con la incertidumbre, con el terror que le produce saber que Karina y su familia esperan bajo tierra mientras Israel bombardea el territorio.

“La sueño mucho, a mi hermana, la sueño mucho y todas las mañanas espero que me llame porque era (la rutina). Abríamos la mañana con el teléfono. ‘Hola, hermana. Cómo estás?’ Y eso me falta mucho. La sueño que está bien, que está cuidando a las nenas y que va a volver porque mi hermana es fuerte, mi hermana es una mujer muy fuerte y yo sé que va a volver”.

¿Qué mensaje le enviarías a tu hermana si pudieras?

“Kari, corazón. Estás fuerte. Cuídate. Lo estamos cuidando a Alton. Te quiero mucho. Todos te queremos. Todos estamos rezando por vos. Por las chicas. Por los 240 rehenes que están ahí. Tengan fe. Que ya van a volver. Donde hay amor, hay paz”.

 

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