Para muchos, la paz es el estado natural de las cosas. Salen a la calle sin realmente esperar conflicto en ella, ni se acuestan en la noche preguntándose si van a vivir al siguiente día. Sin embargo, esto no es así para una gran parte del mundo, y difícilmente lo ha sido para la mayoría de la humanidad en el pasado. Los países que realmente tienen seguridad y paz lo alcanzaron tras muchos años de conflictos y guerras.
Amalek y Egipto, dos tipos de enemigo
En ese fragmento se habla de dos naciones que atacaron al pueblo de Israel: Egipto y Amalek. Ambas son muy distintas, pero lo que es profundamente interesante es la respuesta que la Torá da a ellas. De Egipto te pide: “no despreciar al egipcio porque fuiste extranjero en su tierra” (Deuteronomio 23:8), mientras que de Amalek te pide luchar contra ellos y no olvidar lo que te hicieron. ¿Dónde radica la diferencia entre una nación y otra?
La respuesta que se da es que Amalek odiaba a Israel, mientras que Egipto le temía. ¿Quién es tu enemigo? “alguien dispuesto a morir para matarte”. Amalek ataca a un pueblo débil y cansado en el desierto, y las razones que dan para atacarlo es que justo en ese momento muestran debilidad. Egipto por el contrario inició el genocidio contra Israel porque los miró como un pueblo “numeroso y fuerte” (Ex 1:9). Egipto buscaba oprimirlos y dominarlos, Amalek aniquilaros.
El odio sin causa
“Los nazis desviaban trenes que llevaba suministros a su propio ejército para transportar judíos a campos de exterminio.” La Torá nos pide recordar que ese tipo de enemigo existe.