La Derecha extrema antisemita en Francia… ¿rumbo al poder?

GABRIELA CAÑAS

Con el viento a favor y la mirada puesta en las presidenciales de 2017, el Frente Nacional (FN) ha consolidado el liderazgo de su presidenta, Marine Le Pen. Lo ha hecho con una unanimidad soviética. La práctica totalidad de los votos para elegir al líder del partido fue ayer para esta mujer que ha llevado a la ultraderecha francesa a sus cotas más altas, convirtiéndolo en el partido más votado en las últimas europeas.

Mientras el presidente, el socialista François Hollande, se hunde en las encuestas el nuevo jefe de la oposición, Nicolás Sarkozy, ha sido elegido en su partido, la UMP (Unión por un Movimiento Popular), con menos apoyos de lo esperado, Marine Le Pen logra el 100% de los votos, tiene los sondeos a favor y prepara, segura, al partido para conquistar el poder. “Somos los únicos que garantizamos la República Francesa. Los únicos capaces de formar un gobierno para el pueblo”, ha proclamado, exultante, en el cierre del 15º congreso del FN celebrado en Lyon este fin de semana.

Este congreso era el primer gran encuentro del FN desde que Marine Le Pen tomó las riendas del partido en enero de 2011 y será el último antes de las presidenciales de 2017. Los sondeos le auguran el éxito en primera vuelta y sobre ellos ha cabalgado eufórico el partido. “Estamos en crisis”, bromeaba esta semana la líder ultraderechista a la revista Paris Match. “En crisis de crecimiento”.

Nadie en el partido disputa el liderazgo a Marine Le Pen. Era la única candidata a presidirlo. En contra, sólo ha obtenido un puñado de votos nulos de casi 23.000. La formación asegura disponer de 83.000 afiliados. El congreso elegía también al comité político (10 miembros) y al comité central (120 miembros), en el que se han abierto paso los más próximos a la presidenta, cuyo discurso social ha logrado situar al partido en lo más alto de su historia. “¿Quién podía imaginar hace cuatro años que llegaríamos hasta aquí?”, se preguntaba Marine Le Pen en su vibrante discurso de ayer. Marion Maréchal-Le Pen, la más votada para incorporarse al comité político, ha rehusado el nombramiento de vicepresidenta para evitar la imagen de exceso de familiares, un gesto que difícilmente puede ocultar la fuerza de un apellido que está marcando la historia reciente del país.

El discurso de Marine Le Pen que se abre paso en el electorado francés resonó ayer de nuevo en Lyon. La líder ultraderechista trazó un retrato catastrófico de la situación francesa, del paro y la desesperanza social, arremetió con dureza contra Hollande y Sarkozy —“se han equivocado en todo”, afirmó— y, por supuesto, culpó de la crisis a la Unión Europea y a la inmigración masiva “que diluye nuestra identidad”. La pérdida de soberanía y el empobrecimiento de la población mientras se acoge a inmigrantes que disponen de “todo gratis” son las armas esenciales de una formación que está logrando recabar el voto del descontento. “Ellos son el pasado”, dijo respecto al Partido Socialista y la derechista UMP. “Nosotros somos el futuro”.

La debilidad del Estado frente a la mundialización ha dejado huérfanos a millones de franceses, acostumbrados a ser guiados por un Estado fuerte y altamente intervencionista, explica un diplomático francés experto en política europea, que remata: “Es una crisis de identidad”. A la luz de tal sentimiento, se entiende mejor el éxito de una mujer que asegura: “Francia tiene necesidad de un verdadero jefe. Es urgente. Aquí estoy ante los franceses”.

El FN, armado ideológicamente de ultranacionalismo con la promesa de “reconducir Francia”, necesita ahora recursos humanos para poder presentar candidaturas en las citas electorales más próximas: las departamentales y las regionales. El partido genera expectativas en los sondeos incluso donde aún no dispone de candidatos. Nicolas Bay, nuevo secretario general, quiere presentar políticos de la formación en los 2.052 cantones cuyas elecciones se celebran el año próximo.

El FN ha reunido en Lyon a siete partidos europeos de extrema derecha como el Vlaams Belang flamenco o el Partido por la Libertad del holandés Geert Wilders. Ha sido particularmente importante la presencia de dos dirigentes de Rusia Unida. Las buenas relaciones con el Kremlin de Le Pen —contraria a la política de sanciones contra Moscú— han sido recordadas esta semana por la prensa francesa. El FN ha logrado un crédito de nueve millones de euros del First Czech-Russian Bank, con sede en Moscú. La dirección del partido ha alegado necesitar dinero y ha denunciado, a su vez, el escándalo de que la banca francesa no le facilite créditos. Obtener mayor financiación es crucial para que el FN pueda afrontar las próximas citas electorales.

 

Fuente: El País

Nota de la redacción de Enlace Judío:

Estamos ante un evidente auge de los movimientos de derecha en toda Europa, pero resulta altamente interesante el caso francés, porque es allí donde muchas dinámicas sociales (que incluyen el auge del islamismo y del antisemitismo) están teniendo su expresión más acentuada.

 La Historia es cíclica. Se reitera con más frecuencia de lo que nos imaginamos, y bien se ha dicho que quien no aprende de ella, es quien más está condenado a repetirla.

 Europa no ha aprendido de su propia Historia. Lo podemos ver por la forma en la que sus distintos grupos vuelven a confrontarse exactamente igual que hace un siglo, con exactamente el mismo resultado: el auge de las derechas y los nacionalismos.

 En el caso francés, el saldo es trágico para la comunidad judía: otrora una de las más nutridas y añejas, hoy está en vías de desaparecer ya que sus integrantes están optando por la migración, dada la inseguridad en la que están viviendo.

Si Le Pen efectivamente toma el poder en Francia, tal vez ella sea testigo del fin de la Comunidad Judía Francesa como tal, y entonces el antisemitismo de esa derecha extrema pase a segundo plano. Lo complejo del asunto es que Le Pen tiene bien identificado a la migración musulmana como una fuente de problemas objetivos y reales en Francia y, peor aún, la ha etiquetado como la causante de la pérdida de identidad del país.

Si esta dinámica continúa –y yo no veo cómo pudiera detenerse– una Francia gobernada por la derecha no tardaría en poner leyes abiertamente racistas, como las de Alemania en los años 30’s contra los judíos, aunque en esta ocasión sería contra los inmigrantes musulmanes.

Y, como ya sabemos, eso sólo es el inicio del fin, el punto de partida para una ruta que culmina siempre con masacres de proporciones monstruosas.

La guerra civil en la ex Yugoeslavia ya demostró que los europeos no tardarían nada para lanzarse a masacrar musulmanes. Y si no sucede algo que equilibre la situación actual, el auge político de Le Pen va a ser sólo otro eslabón en la próxima guerra étnica en Europa.

Irving Gatell

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