Putin y Erdogan priorizan acuerdos económicos

 

ESTHER SHABOT

No cabe duda que las economías rusa y turca están pasando por un mal momento.

Las posiciones sostenidas por los gobiernos de Rusia y Turquía sobre cuestiones geoestratégicas regionales que les incumben directamente han sido en los tiempos recientes, antagónicas en la mayoría de los casos. Mientras que el presidente Erdogan es enemigo acérrimo del régimen sirio de Bashar al-Assad, Putin es su más ferviente defensor y su apoyo incondicional. De igual modo, Turquía se opone a las ambiciones rusas en Ucrania, de tal suerte que existe suficiente tensión en la relación entre ambos países como para suponer que debía de prevalecer un distanciamiento considerable entre ellos.

Y, sin embargo, tal parece que las necesidades e intereses económicos de ambos gobiernos están siendo de suficiente peso como para asumir un pragmatismo a ultranza sin importar gran cosa la congruencia política. La prueba de ello es el resultado de la visita del presidente Putin a Turquía el 1 de diciembre pasado, cuando a pesar de no haberse puesto de acuerdo sobre la crisis siria, fortalecieron sus nexos económicos sustancialmente a partir de acuerdos sobre tres asuntos importantes.

El primero se refiere a una rebaja de 6% en el precio del gas que Rusia exporta a Turquía, lo cual le significará a ésta un ahorro de 260 millones de dólares al año. El segundo consiste en un abasto adicional de tres billones de metros cúbicos de gas durante el próximo invierno. Y el tercero está destinado a aliviar el efecto de las sanciones que Estados Unidos y la Unión Europea han impuesto sobre Rusia mediante la venta de Turquía a la Federación Rusa de mayores cantidades de alimentos. Erdogan ha podido desvincularse de la obligación de participar en dichas sanciones por medio de su anuncio de que sólo se plegaría a ellas si el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una resolución al respecto. Y como es obvio que eso no procederá en virtud del veto que Rusia ejerce en el seno del Consejo, Ankara continúa con sus lazos comerciales con Rusia como siempre.

Otro tema importante que apareció en la visita de Putin a Turquía fue el de la posibilidad —anunciada por el mismoPutin y por uno de los altos directivos de Gazprom, la empresa estatal rusa que monopoliza sus energéticos— de cambiar el trayecto de un importante gasoducto hoy en construcción, a fin de que en vez de pasar por la zona del Mar Negro entre la Federación Rusa y Bulgaria, el ducto pase por Turquía, para de ahí llegar a Europa. Se trata de un gasoducto de importancia considerable, ya que contará con la capacidad de bombear 63 billones de metros cúbicos de gas anuales. Por lo visto, ante las objeciones legales que ha estado imponiendo la Comisión Europea a este proyecto por no ajustarse a los requerimientos legales que la Unión Europea exige al respecto, Putin está recurriendo a la alternativa turca.

No cabe duda que las economías rusa y turca están pasando por un mal momento. En el primer caso, las sanciones por el conflicto con Ucrania, el desplome de los precios del petróleo y las deficiencias estructurales de la economía rusa están haciendo crisis en estos momentos. Y en cuanto a Ankara, la desaceleración económica que padece, la llegada de más de un millón de refugiados provenientes de las zonas aledañas hoy sumidas en guerras atroces y la volatilidad política prevaleciente en su entorno regional, imprimen a las finanzas nacionales turcas una fragilidad que no había tenido en los últimos años. De ahí la necesidad de ambas partes de poner bajo el tapete sus múltiples desacuerdos políticos para lograr así beneficios económicos que son urgentes.

 

Fuente:excelsior.com.mx

esther shabot: Licenciada en Sociología (Universidad Nacional Autónoma de México, 1980), con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). Docente en la ENEP Acatlán, UNAM (1984-1994), impartiendo las materias «Medio Oriente en el siglo xx» e «Historia Mundial del siglo xx». Actualmente es profesora en diversas universidades e instituciones educativas mexicanas privadas. Desde 1986 es columnista semanal en el periódico Excélsior donde trata asuntos internacionales. Formó parte del equipo de investigación y redacción del libro documental Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México en la primera mitad del siglo xx (1992). Es coautora de Humanismo y cultura judía (1999) y coordinadora de El rostro de la verdad. Testimonios de sobrevivientes del Holocausto en México (2002). Redactora de la entrada sobre «Antisemitismo en México», en Antisemitism: A Historical Encyclo-pedia of Prejudice and Persecution (2005).