¿Una colonia judía en el Ártico?

El 27 de julio de 1931, el todavía inexistente Estado de Israel estuvo a punto de poseer una colonia en el Ártico, muy cerca del Polo Norte.

BENJAMÍN TROYSE PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Esta fue una más de las espectaculares aventuras y ocurrencias de Arthur Koestler.

Arthur, descendiente de una familia húngara con dificultades económicas crónicas, fue alumno de la carrera de Ingeniería del Politécnico de Viena (La Technische Hochschule), a donde ingresó en 1922, a los 17 años de edad. Ahí fue miembro distinguido de uno de los Korps o Burschenschaften, fraternidades de estudiantes donde las actividades principales eran los duelos entre unas y otras, así como las constantes y fenomenales borracheras. Además, eran caldos de cultivo de organizaciones políticas. Arthur perteneció a una de las fraternidades sionistas particularmente guerrera, llamada “Unitas”. Otras llevaban nombres como “Ivria”, “Lebanonia”, “Jordania”, “Kadima”, etc. También había fraternidades pan-germanistas y liberales. Los miembros de las fraternidades sionistas eran generalmente los más agresivos y retaban a duelo a cualquier miembro de otra rival por asuntos tan triviales como una mirada fija o un roce. Los duelos eran con garrotes o a esgrima y las lesiones llegaban a ser graves aunque casi nunca mortales.

Ahí conoció a Otto Hahn, quien recibiría el premio Nobel de Química en 1944 y a Vladimir Jabotinsky, uno de los padres del sionismo, de quien dijo que “se movía como un soldado y hablaba como un literato, que cautivaba a sus partidarios así como a sus opositores por su voz; hacía que cualquier idioma que hablara – y hablaba ocho perfectamente-, sonara tan suavemente como el italiano” *. Con él conoció al doctor Wolfgang von Weisl, de quien llegó a ser amigo íntimo y era uno de los tenientes de “Jabo”. Von Weisl había sido oficial del ejército austriaco y llegó a ser comandante de la artillería israelí en el Negev.

Por ellos se volvió sionista, abandonó los estudios y se fue de pionero a Palestina.

Sus compañeros de fraternidad lo acompañaron a la estación de tren de Viena y pocos días más tarde desembarcaba en Haifa, con poco menos de una libra en el bolsillo. Había sido designado a la Kvutsa Hetzabáh en el Valle de Jezrel.

Desde el primer momento se dio cuenta que no estaba hecho para esa vida tan dura. Tras su período de prueba de 5 semanas, le informaron que no podía seguir ahí pues iban a dar la oportunidad a aspirantes mejor calificados.

*Entre otros clásicos, Jabotinsky tradujo al hebreo La Divina Comedia de Dante

Regresó caminando a Haifa a buscar un medio de subsistencia. Con un amigo de un conocido de Viena, fundó una agencia noticiosa, un semanario en hebreo y una especie de liga de defensa de las libertades civiles; los tres fracasaron.

Intentó vender limonada en un bazar árabe y también fracasó. Su descripción del trabajo de vendedor de gazús es sensacional: “-Como cualquier profesión, la de vender limonada tiene sus secretos y artimañas…Además del cántaro con la limonada, hay que llevar una botella de agua para enjuagar el vaso delante de cada cliente…El grito y el tañido de las castañuelas) de cobre, que llevaban en los dedos de una mano para anunciarse, debe ser bastante sonoro para llamar la atención, pero al mismo tiempo hay que cantar la palabra lemún con una vibración lánguida y desgarradora, que conjure ante la mente del posible cliente la imagen de las caravanas que se mueren de sed en el desierto. En resumen, la venta de limonada también tiene sus campeones y sus Napoleones; y si uno no es del lugar, es mejor no insistir-“

Trabajó como ayudante de un arquitecto en proyectos para la municipalidad que quebró. Finalmente se unió al Club Sionista Revisionista del que fue Secretario Honorario y en su sede, una habitación sin muebles donde podía dormir en el suelo sobre unos periódicos, llegó a quedarse sin un centavo, ni siquiera para comer.

Una noche en que estaba seguro que sería la última de su vida, se le ocurrió que nunca había oído que en el mundo civilizado un joven muriera de hambre y que era prácticamente imposible que él fuera el primero, por lo que, algo pasaría que lo impediría.

Después de cinco días de lo que llamó su carrera de faquir ayunador, casi delirante, asomado en el balcón de la habitación vio un carruaje tirado por caballos en el que iba un hombre muy bien vestido que alzó los ojos y al verlo gritó su nombre. Era el doctor Von Wiesl, que se desempeñaba como corresponsal para el medio Oriente de la cadena de diarios Ulstein, la más grande de Alemania y una de las más importantes de Europa y vivía en Jerusalem. Von Wiesel lo llevó a cenar y al despedirse le dio algo de dinero.

En ese momento su fortuna cambió. Al día siguiente, con ropa nueva y un buen desayuno en el estómago, se fue a nadar a la playa en donde se le acercó un joven que se presentó como el hijo del Primer Rabino de Baden, quien le dijo que lo había reconocido por su fotografía en el periódico y que estaban feliz de conocer a alguien tan famoso.

Sin entender, Arthur le preguntó a qué se refería. El joven le contestó que había visto su foto en la portada del Neue Freie Presse, uno de los diarios más importantes de Europa Central que había publicado un relato de viaje llamado “Llegada a Palestina”, del que ya se había olvidado. Poco después recibió el pago correspondiente de una libra y media.

Después de muchas aventuras, con altas y bajas, más bajas que altas, Von Wiesl lo buscó para ofrecerle un trabajo en El Cairo como director de un diario alemán. Aceptó y se mudó. El diario solo publicó tres números y cerró. En ese momento, otra oportunidad se le presentó. Jabotinsky lo propuso como secretario ejecutivo del Comité Ejecutivo Internacional Revisionista Sionista, con sede en Berlín, para lo que tenía que ir allá a entrevistarse.

Como pudo hizo el viaje y fue aceptado en un trabajo de resultó tedioso y mal pagado pero que fue un magnífico entrenamiento político. A los pocos meses, Von Wiesl lo buscó de nuevo para proponerlo como su sustituto en Medio Oriente pues se iba comisionado por tiempo indefinido a la India.

La Casa Ulstein en esa época era la mayor empresa periodística de Europa y probablemente del mundo. Además de publicar cuatro diarios en Berlín, producían revistas y semanarios de todo tipo, editaban libros, tenían agencias de viajes, etc.

Así, con 22 años de edad, Arthur Koestler entró en lo que llamó la aristocracia periodística europea, el sueño de todo periodista y regresaba a Jerusalem, con un sueldo de 200 marcos mensuales, una suma muy importante entonces, más pago por sus artículos. Su único problema era que no tenía dinero para hacer el viaje.

Finalmente llegó y su vida inició una espiral ascendente. Entrevistó al Rey Feisal de Arabia Saudita, al Emir de Transjordania, al Primer Ministro de Egipto y a todos los personajes importantes del Medio Oriente de esa época.

Después de tres años, se dio cuenta que estaba cansado de vivir ahí -estaba harto tanto del romanticismo árabe como de la mística judía-.

Viajó como pudo a Berlín para solicitar su cambio, decidido a renunciar si no lo conseguía.

Para su sorpresa, lo aceptaron sin problema y fue transferido a París.

Desde ahí, transmitía por teléfono tres veces diarias, las noticias más relevantes, las breaking news. Además, escribía artículos editoriales, reseñas culturales y científicas, entrevistas y crónicas. De esta manera conoció a Luis Buñuel, que recientemente había presentado su película surrealista Un Perro Andalúz y al Duque de Broglie, ganador del Premio Nobel de Física ese año de 1929, siendo el primero en entrevistarlo. Llegó a ser director de asuntos extranjeros del diario berlinés B. Z. am Mittag y a la edad de 25 años, ganaba el salario máximo de cualquier periodista alemán de la época.

Permaneció en la oficina de París un año y medio y a consecuencia del retiro del director de la sección científica de la casa Ulstein y de su artículo acerca de de Broglie, fue llamado a Berlín a ocupar ese nuevo cargo.

Llegó ahí el 14 de septiembre, día de las elecciones que significaron la caída de la República de Weimar y el inicio del ascenso del fascismo al poder, lo que él llamó, la antesala del apocalipsis.

En Norteamérica ya existían varias revistas científicas dirigidas al público general. En Europa, Arthur fue el precursor de la divulgación científica, siendo sus temas preferidos todo lo relacionado con la energía atómica, la astronáutica que todavía pertenecía a la ciencia ficción y un campo en el que sus esfuerzos fracasaron rotundamente; el ocultismo.

En sus investigaciones de este tema conoció a Eric Jan Hanussen, supuesto barón danés, hipnotista y mentalista que llegó a ser considerado como un verdadero vidente por altos jerarcas nazis, entre ellos el jefe de la policía de Berlín, de quien era confidente y sobre quien ejercía una gran influencia. El fin de Hanussen fue trágico al descubrir la Gestapo que no era ni barón ni danés sino judío de Bohemia. Koestler lo entrevistó y presenció una sesión que consideró una farsa, lo que comentó en su reportaje posterior y a partir de esto, desenmascaró a varios charlatanes que le pedían que publicara sus asombrosos descubrimientos, como generadores que producían más energía de la que consumían, autos que funcionaban con agua, etc. Fue acusado de violar la Ley; La Segunda Ley de la Termodinámica, la Ley de la Conservación de la Energía. Decía que una parte de su labor era investigar las pretensiones de falsos investigadores o científicos que trabajan en las fronteras de la ciencia, que podían ser estafadores o genios desconocidos.

Así, conoció los primeros instrumentos musicales electrónicos, precursores de los sintetizadores y aparatos modernos utilizados por prácticamente todos los grupos de música popular; el piano Bechstein-Siemens, el violín Vierling, el Trautoniun y el más conocido, el Teremin, que sobrevive hasta estos días.

Un día del verano de 1931, el director gerente de la Casa Ulstein lo llamó a su oficina y le dijo:

“¿Cuántos años tiene Usted Herr Koestler?
-“Veintiseis”- contestó él
“Usted ha viajado mucho para su edad, a casi todo el mundo. Excepto al Polo Norte”.

Así empezó su gran aventura, lo que él llamó el pináculo de su carrera periodística.

La idea original fue de William Randolph Hearst, el excéntrico y riquísimo magnate periodístico norteamericano, en el cual se inspiró Orson Wells para el personaje de la película “El Ciudadano Kane”.

Era una época de expediciones y descubrimientos que fascinaron al mundo, con personajes como el capitán Scott, el comandante Peary y Roal Amundsen. Pronto entrarían en escena Lawrence de Arabia, Lindbergh, Edmund Hillary y otros famosos exploradores de la primera mitad del siglo XX.

Hearst ideó el encuentro de un submarino inglés que rompiera la capa de hielo del Polo Norte, con el dirigible Graf Zeppelin. Esa sería la noticia más grande de todos los tiempos.

El submarino, comprado a la marina norteamericana, fue rebautizado como Nautilus, en honor al de Julio Verne de 20,000 Leguas de Viaje Submarino.

El navío sufrió tres averías en su viaje a través del Atlántico y terminó siendo hundido en un fiordo. Con esto, Hearst perdió el interés y la casa Ulstein compró el monopolio informativo y fotográfico del proyecto por 10,000 dólares.

Sin embargo, el costo de la expedición sería mucho mayor, además de que la empresa propietaria del Graf Zeppelin no estaba muy dispuesta a exponer su vehículo de lujo a los azares del Ártico a riesgo de perder los ingresos del que fue el medio de transporte más caro de la historia hasta ese momento. Un pasaje costaba alrededor de 2,000 dólares, equivalentes a más de 30,000 dólares actuales. Finalmente aceptaron a cambio de la publicidad y una parte de las ganancias que se obtuvieran por patrocinios. Se hizo un llamado al patriotismo de industriales alemanes para que aportaran el equipo necesario, y, finalmente, se emitió una edición especial de “Sellos Postales Zeppelin del Polo Norte”.

La expedición duraría 6 días, durante los cuales harían el primer levantamiento topográfico y fotográfico del Ártico y se encontrarían con un barco ruso para intercambiar la correspondencia con los sellos postales del Polo Norte cancelados durante el vuelo. Iban 56 pasajeros; 40 tripulantes, 15 científicos alemanes y rusos y un periodista, Arthur Koestler.

Sin embargo, por motivos económicos, sobre todo, el costo de los seguros, la expedición solo tuvo permitido llegar al paralelo 85, a 600 kilómetros del Polo.

Despegaron del hangar del Zeppelin a orillas del lago Constanza, al sur de Alemania. Sobrevolaron Berlín donde los homenajeó una multitud. De ahí se dirigieron al norte, pasando sobre Finlandia, el Mar Báltico y Estonia para dar algunas vueltas sobre Leningrado, hoy San Petersburgo. Luego se dirigieron al norte cruzando el Mar de Barents hasta llegar a un grupo de islas congeladas que forman las llamadas Tierra de Francisco José y Tierra del Norte.

Pocos días antes de la partida, Arthur cuenta que tuvo una inspiración que lo hizo saltar de su sillón:

-“La idea era, simplemente, establecer una colonia del futuro Estado Judío”-

Esto, en 1931, 17 años antes de la fundación de Israel.

Continúa Arthur:

-“Todos saben que si uno planta una bandera en una isla o territorio que hasta ese momento no figuraba en los mapas, la nación representada por dicha bandera tiene derechos de posesión sobre el territorio en cuestión. Ahora bien, en esa época, en 1931, yo poseía aún un pasaporte palestiniense, y era ciudadano naturalizado de dicho país. Además, era seguro que en esas aguas solitarias en torno a la Tierra del Norte, descubriríamos una cantidad de islas solitarias, lo que en realidad ocurrió. Por lo tanto, no tenía más que proveerme de una o dos docenas de banderas sionistas- azules y blancas, con el escudo dorado de David en el medio-, cargar su extremo con plomo y dejarlas caer sobre alguna isla desconocida. De este modo, el futuro Estado de Israel poseería una colonia, o por lo menos, un lugar de veraneo cerca del Polo Norte. ¿Y quién podría apreciar sus ventajas mejor que los ciudadanos de esa tierra desierta y ardiente?”

Sorpresiva e inesperadamente, el serio y conservador doctor Ulstein, director de la empresa, no la desecho, por el contrario, la tomó en consideración pero decidió consultar con sus asesores. El experto en legislación internacional echó un balde de agua fría a la idea. Explicó que por tratados internacionales, todas las tierras e islas que se descubrieran entre los meridianos 32 y 168 al este de Greenwich, pertenecía a Rusia, las descubriese quien las descubriese.

Y así, Israel se quedó sin una colonia en el Polo Norte.

Sin embargo, ahí no terminaron las aventuras de Arthur. Todo lo contrario, apenas empezaban.

Se volvió un furibundo comunista, yendo a vivir y militar a la Rusia Stalinista, para, pocos años después, regresar decepcionado, convertido en un anticomunista radical.

Fue corresponsal en España durante la guerra civil donde lo apresaron los fascistas y lo condenaron a muerte. Salvó la vida pocas horas antes de su ejecución gracias a la intervención de asociaciones de escritores ingleses apoyados por el gobierno británico. Arthur ya era un escritor de renombre. Al ser liberado, viajó a Inglaterra donde pasó el resto de su vida. Se nacionalizó ciudadano británico y recibió el título nobiliario honorífico de Comendador del Imperio Británico, convirtiéndose en Sir Arthur Koestler

Su obra abarcó muchos géneros: periodismos, novela, libros científicos,etc. Escribió sobre astrología, parapsicología, las tribus perdidas de Israel, política e historia.

Su autobiografía en tres volúmenes, La Flecha en el Azul, Euforia y Utopía y La Escritura Invisible, es fascinante y motivadora.

Murió en Londres en 1983.

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