Relato de una niña refugiada

Enlace Judío México e Israel – Son las 16 horas con 5 minutos. El cielo se ve gris y triste. Estoy llegando a la estación de tren con mis padres y mi hermana Heidi que tiene 4 meses. Qué afortunada es ella de no saber hablar y de no comprender muchas cosas. Ella no va a extrañar sus juguetes ni la comida de casa como yo. Qué suerte tiene que todavía no sabe comer.

MÓNICA DANA MISSRIE

De pronto la gente se vuelve loca y todos quieren abordar el Kiev Express. No sé porque pelean tanto para pasar primero. Yo deseo quedarme en Ucrania, me gusta mi escuela y mis amigos y voy a echar de menos a mis abuelos. Mi madre dice que nos iremos de viaje por un tiempo y no sabe cuando regresaremos. Sólo traemos un equipaje ya que el espacio es limitado. Qué aburrido, no pude traer ningún juguete para entretenerme. Qué afortunada es Heidi, ella con cualquier objeto se entretiene.

“Sus boletos por favor” gritó un señor de bigotes y cejas raras. Mi padre está serio y no habla. Se apoya con sus muletas para sacar los tickets de su bolsillo y entregarlos. Le insisto a mi padre que no quiero partir. “No quiero escuchar ninguna palabra más, costó mucho trabajo conseguir estos boletos además de que pagamos 2,130 grivnas por cada uno.” Resulta que vamos a un lugar que se llama Varsovia donde vive una tía de mi mamá y llegaremos en 14 horas. Qué aburrido, prefiero ir a casa a comer un Borsch. Voy a extrañar el colegio y a mis amigos.

Las últimas semanas cambió todo en la ciudad. Las personas estaban pendientes de las noticias las 24 horas del día. Las tiendas se encontraban vacías de mercancía pero llenas de gente. Todos se arrebataban los alimentos. De pronto nos quedamos sin agua caliente y sin luz en muchas partes de la ciudad, pero lo que más me asustó fue el sonido de los grads y de los cohetes. Parecía que estaban volando por encima de nuestra cabeza, aunque se escuchaban tan fuerte como si estuvieran tronando adentro de nuestros oídos. Mis padres dicen que esas cosas nos pudieron haber matado y por eso decidieron que nos teníamos que ir. Pensé que el coronavirus era lo más difícil que había sucedido en el país pero esto es aún peor. Creí que todo había terminado y ahora que pude volver al colegio, otra vez lo tengo que dejar.

En el tren todos hablan de noticias y política. Otras personas lloran mucho pero todas parecen estar unidas de alguna manera y eso me tranquiliza. Hay muchas señoras solas con sus hijos. Tuvimos la fortuna de que mi padre se haya accidentado en la construcción donde trabaja, de no ser así, tendría que quedarse en Ucrania para servir como soldado y no podríamos venir todos juntos. Sólo sé que me encuentro fatigada y me cuesta mucho trabajo dormir con tanta gente y tanto ruido.

“Ya van 50 muertos y más de 300 heridos!” Exclamó una señora con el cabello blanco y negro que miraba su celular. Resulta que hubo un bombardeo en la estación de tren de Kramatorsk, en la región de Donetsk. “Los alimentos han alcanzado su máximo precio en toda la historia”. Decía un señor con anteojos. “Qué va a pasar si nos quedamos sin dinero para comprar comida?” Le pregunté a mi padre. “No te preocupes, llegaremos a un lugar en donde nos darán todo lo que necesitamos.” Respondió tranquilo aunque a mi parecer estaba nervioso.

Ya llevamos más de 3 horas en el tren, me quiero levantar pero mi mamá no me lo permite. Una niña pequeña con dos trenzas se me acerca y ofrece prestarme su muñeca. Me preguntó mi edad y mi nombre. “Me llamo Nadia y ya soy grande, en 6 días cumpliré 11 años le contesté.” Me entretuve con ella por un rato.

Es de noche ya son las 22:00 horas y tengo mucho sueño pero no me puedo dormir. Hay más gente de lo permitido y muchos comienzan a quedarse dormidos unos sobres otros como si fueran costales de papa. Heidi comenzó a llorar y su llanto me arrulló tanto que sin darme cuenta, pude conciliar el sueño.

Estaba jugando con mi amiga Olga cuando de pronto una luz me despertó. Era de día y ya faltaba poco para llegar a la ciudad de Varsovia. Eran las 6 horas y mi madre nos dio a beber un poco de leche y nos dio a probar un poco de Paska, que es una especie de pan que elabora especialmente para las fiestas de pascua. No sé si estaba hambrienta o estaba delicioso pero me lo devoré en 5 minutos. “Cuánto falta?”pregunté. “En 20 min llegaremos.” Me contestaron.

Se seguían escuchando los comentarios de política. “Las tropas de Putin siguen asesinando a millones de personas en hospitales, escuelas y viviendas! Es momento que el mundo responda y condenen dichos actos!” Le pedí a mi papá que me explicara lo que estaba pasando y me respondió “Digamos que Ucrania es un país libre, soberano e independiente y los rusos no quieren permitirlo. Cada día muere mucha gente inocente.” Me quedé pensando porqué el mundo de los adultos es tan complicado. Deberían aprender a nosotros los niños, cuando hay un conflicto simplemente se habla y se soluciona fácilmente.

Son las 7 de la mañana y hemos llegado a nuestro destino. Me asomo a la ventana y veo por un lado muchos signos en un idioma que no entiendo y del otro lado muchos carteles escritos en ucraniano y en ruso dándonos la bienvenida. Incluso hay personas ofreciendo alojamiento a aquellos que lo necesiten. Al bajar del tren podemos observar a muchas personas llorando y abrazándose. De repente se le acercó a mi madre una señora corpulenta que cargaba unas rosas rojas y le gritó en ucraniano pero con una pronunciación muy graciosa: “Sofia, aquí estoy!” Soy la tía Wanda. Bienvenidos.”

Entre la multitud en la que nos encontrábamos optamos por ir a comprar un café con la tía mientras mi padre arreglaba todos los papeles de migración. Comenzamos a charlar con una señora que venía muy deprimida. Resulta que estuvo durante 20 días en un sótano y era muy poco lo que había comido en varias semanas. Utilizaba fuego para calentar comida y como no había suficiente agua, la bebía a través de nieve derretida. Habían muchas personas como ella que se encontraban emocionalmente desgarradas y exhaustas.

Terminando el café nos dirigimos a casa de la tía Wanda. El camino era largo así que comenzó a darnos un tour por la ciudad y con mucho orgullo nos habló de muchas de personalidades polacas famosas como Copérnico, Chopin y Marie Curie.

Llegamos al apartamento, era lindo pero muy pequeño lo cual impidió que nos quedemos ahí. La tía nos consiguió otro alojamiento que estará disponible en 3 días y mientras tanto iremos a un centro de refugiados. Dejó preparado un almuerzo delicioso para nuestra llegada. Probamos distintos platillos polacos. El Zurek estaba delicioso. Es una especie de sopa elaborada con harina de centeno y carne. Probamos unos bocadillos polacos denominados Zapiekanki y finalmente comimos una especie de carne con hongos. Nunca pensé que me llegaría a gustar tanto la comida de esta región. Mis padres y la tía se pasaron un buen rato platicando de la familia y también de lo que está sucediendo en el mundo. Hablaron de la península de Crimea, de las regiones separatistas pro-rusas, de la OTAN y de cosas de política que la verdad no entiendo nada.

Era tarde y teníamos que irnos al refugio. “No quiero ir a ese lugar, mejor hay que quedarnos en casa de la tía.” Les dije a mis padres. A pesar de ofrecer a dormirme en la tina no aceptaron.

Me imaginé que llegaríamos a unos de esos lugares feos que salen en la televisión donde no hay espacio y duermen todas las personas amontonadas y no tienen que comer. La realidad es que el lugar se veía mejor de lo que me esperaba. Al entrar podías ver dibujos hechos por niños como yo de la bandera de Ucrania y cartelones pidiendo que termine la guerra. Había mucha ropa y cobijas que había donado mucha gente para que no pasemos frío. Construyeron unas literas especialmente para el refugio y del otro lado había muchas bolsas de dormir para los que no alcanzaran las camas. Me llamó la atención al ver que había una mesa gigante llena de comida para que tuviéramos todo lo q necesitamos. “Espero no tener que dormirme en el piso, menos mal que sólo son 3 días”, le dije a Heidi aunque ella no comprende nada.

Al llegar nos recibieron muy bonito y nos preguntaron si queríamos té y galletas. El lugar era lindo pero me asusté mucho cuando vi a una sra. que no paraba de gritar. Al parecer se encontraba traumatizada. Resulta que tuvo q abandonar a su madre y a su cuñada inválida para salvar a su hija enferma y huir de la ciudad de Mariupol. Se sentía la desesperación de todas las personas mientras compartían sus historias. Muchas de ellas eran terribles.

Una señora se acercó a platicar con mi madre con una gran desesperación y comenzó compartir su historia: “Entró un hombre con una metralleta y nos forzó a tumbarnos sobre cristales rotos, empezaron los disparos sin cesar con tanques a nuestro edificio de 8 pisos. Se incendió y el hombre estaba dispuesto a disparar a cualquier persona q intentara salir. Le dije a los niños que no salieran porque si no perderían la vida.” Mi mamá no quería que yo escuchara así que fingí no hacerlo pero tengo mucho miedo. Quisiera regresar a casa y que todo esto q la gente describe como el mero infierno fuera solo un sueño del cual pronto me voy a despertar.

Se hace tarde y me doy cuenta que soy muy afortunada de poder estar a salvo junto con toda mi familia, y más al ver que la mayoría de la gente no ha tenido nada de suerte. Por otro lado miro con mucha tristeza a todas esas personas que han perdido su vida al igual que yo. Me imagino cuántos señores se quedaron sin trabajo y dejaron de ver a sus hijos, cuántas personas perdieron su casa y pienso en todas las familias que se separaron. Ni hablar de toda la gente inocente que ha muerto. Me doy cuenta que a pesar de ver tanta bondad en la mayoría de la gente la decisión de unos cuantos políticos nos afecta a todos. Entendí que el mundo es muy injusto. Ojalá esto termine muy pronto. Ojalá los adultos fueran como los niños, si así fuera, esta guerra no existiría, las familias estarían juntas y yo podría regresar a casa.


 

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