POR DAVID HOFFS

Para la gran mayoría de los niños y jóvenes la escuela les resulta grata solo en el sentido de que les provee de un ambiente social donde se encuentran con más gente de su edad y con amigos. Si bien algunos pueden disfrutar de alguna clase en específico, son pocos los que realmente gozan de la vida académica.

Conforme pasa el tiempo y los niños crecen, el desencanto por el conocimiento llega a su cúspide durante la preparatoria de la cual casi  todos anhelan salir para librarse de aquel o aquellos maestros pesados, de la elaboración fortuita de tareas y de lo que parecerían ser exámenes infinitos.

Así pues son solo pocos los afortunados que encuentran en algún libro, algún tema o profesor que los apasione y los enganche por el camino del aprendizaje.

Mientras que es importante la enseñanza de geografía, matemáticas, civismo, etc., y mientras que en muchos casos la educación frontal es la mejor herramienta para la transmisión de cierto  tipo de conocimiento, el hecho es que existe un gran problema en la concepción educativa actual que hace que los niños y jóvenes padezcan a tal grado el lado académico de las escuelas.

Un área de oportunidad clara es la falta de maestros con capacidad y vocación pedagógica que realmente se encuentren comprometidos con el desarrollo de sus alumnos y con el arte de la enseñanza. Un buen maestro debiera enganchar y enamorar a sus alumnos de la materia y del conocimiento. Sin embargo la existencia de estos maestros o profesores está condicionada al sacrificio por parte de los mismos por recibir un bajo sueldo y pocos incentivos económicos. El maestro en México, aún en los mejores niveles, simplemente está mal pagado.

Lo peor del caso es que este problema en la concepción educativa trasciende los niveles básicos y medios y permea en la educación superior. Si bien en ésta el número de personas dedicadas a lo que quieren y que disfrutan de la vida académica aumenta en gran porcentaje, aún es posible identificar un enorme número de casos en los cuales los alumnos padecen su formación profesional. También en la universidad los maestros están mal pagados, existen profesores pesados,  tareas fortuitas y los exámenes infinitos continúan.

La cantidad exuberante de personas que estudian leyes, administración, medicina versus filosofía, artes, o ciencias refleja otro problema en la formación profesional. Éste es el de una concepción utilitaria exacerbada, no controlada y que se ha vuelto demasiado importante.

Por supuesto es importante recordar que el hecho es que vivimos en un mundo de recursos limitados en donde no hay de todo y mucho menos para todos. De ahí la importancia y el origen del enfoque utilitario. Querámoslo o no necesitamos formar gente productiva que de sustento a la sociedad. Sin embargo este enfoque ha terminado por opacar las otras áreas de desarrollo en el ser humano que acaban por estar supeditadas al utilitarismo. El desarrollo individual y el desarrollo de capacidades particulares también debe de ser de suma importancia. Desde pequeños los niños deberían de ser guiados en su formación para la identificación de sus gustos y talentos. Grandes inventores, ideólogos, líderes, artistas, etc. pueden ser generados si se identifican este tipo de cualidades desde edades tempranas. Más aún, es importante el crear marcos reconocidos y de alto impacto a nivel profesional que desarrollen a este tipo de integrantes de la sociedad que tanto nos hacen falta.

Es lamentable el gran número de alumnos que deciden estudiar algo basándose en su preocupación de poder encontrar trabajo y un sustento digno. La frase de “lo hago porque me da mucho currículo” es más común  que escuchar “lo hago porque me gusta.” Pero ¿cómo podemos  pedirles a los jóvenes que estudien lo que más les gusta si por otro lado no existen las oportunidades para ello? ¿Cuántos alumnos de de alguna carrera de alto perfil no habrían preferido estudiar música, cocina, o alguna otra carrera? ¿Cuántos no serían felices siendo cantantes, pasteleros, actores, escultores, veterinarios, biólogos, o ni más ni menos que maestros y no lo hacen por miedo a no ganar lo suficiente? Mi propio director de carrera reconoce que en vez de ingeniería industrial hubiera preferido estudiar filosofía. Por otro lado, dentro de mi familia existe aquel que hubiera querido dedicarse a la pintura y llevar una vida bohemia pero le preocupa cómo podría hacerle para pagar la colegiatura de sus hijos.

Las instituciones no gubernamentales, el gobierno y la sociedad misma deben de alinear sus intereses para generar oportunidades en una variedad mucho más rica en actividades y perfiles. El enriquecimiento social que sería posible lograr a través de desarrollar las habilidades y gustos personales de las personas sería de incalculable valor. Una sociedad en donde cada persona aporta lo mejor de sí misma es de invaluable.

Sin embargo lamentablemente esta visión es evidentemente utópica. La realidad exige de los individuos un sacrificio que aún me cuesta trabajo aceptar. Tengo que confesar que yo mismo decidí estudiar una carrera (Ingeniería Industrial) en la cual si bien me va muy bien, y me otorga estupendas credenciales no constituye en realidad mi pasión. Así probablemente continúe los estudios en posgrado de corte administrativo.

Un primo me aconseja (con tono implícito de amenaza) que lo más útil para mi es hacer un posgrado, por supuesto en el extranjero. Argumenta que esto sin duda alguna realizará todos  mis deseos, me pondrá en las ligas mayores y  garantizará un futuro seguro a mi familia.

Y sin embargo la verdad es que lo que quiero no es ni la ingeniería, ni la economía, ni las finanzas. Si de mí dependiera pondría una escuela al estilo Hogwarts para desarrollar en todos los alumnos una habilidad especial. Así en esta escuela paradisiaca existirían facultades cuya magia consistiría en apoyar y alentar el desarrollo de los auténticos sueños y pasiones. El único requisito obligatorio para graduarse sería la vocación. ¡Ah! Y por supuesto, habría dentro esta escuela, un puesto de chicharrones (los invito a leer el artículo pasado para entender la alta importancia de esta delicia mexicana).

En fin, no queda de otra mas que aceptar que mi escuela al estilo Hogwarts por supuesto no es realista y tendré que enfrentarme a la realidad utilitaria de este mundo como todos los demás.

Sin embargo intentaré convencer a mi director de que regrese a la filosofía, al familiar pintor de que continúe pintando y a mi primo de que me deje en paz, me deje estudiar el posgrado aquí y a que no se preocupe puesto que finalmente dado que no pienso dedicarme a pelar pollos, espero que el futuro de mi familia no se encuentre en riesgo.