La encrucijada de Israel.

POR ÒSCAR TULIO LIZCANO

Visité Israel, invitado por el gobierno de ese país. En Colombia, pese a nuestra abundancia hídrica, seguimos siendo una nación en vía de desarrollo. Vergüenza nos debería dar, al ver cómo ese país, donde por meses no ven caer una gota de lluvia, se las ingenian para desalinizar el agua del mar y aprovecharla, mientras nosotros la desperdiciamos.

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Israel cuenta con una infraestructura vial importante: un desierto atravesado por autopistas. Nuestros gobernantes, tan propensos a intercambiar experiencias con otras culturas, deberían sentir vergüenza. Ahora bien, no podemos descontextualizar el desarrollo de Israel con el conflicto que se vive en Oriente.

La discusión se ha centrado en la constitución del Estado Palestino, que ha de establecerse junto a Israel, para materializar esa solución. ¿Será posible poner fin a uno de los conflictos más antiguos y desestabilizadores? La respuesta es compleja y desesperanzadora, según lo pude percibir en el interior de la población israelí, como también de algunos dirigentes.

La razón es muy sencilla: las partes en conflicto ¿israelíes y palestinos, sirios y libaneses?, han experimentado transformaciones profundas en los últimos 20 años. Por ejemplo, el terrorismo ha alcanzado niveles altos de tecnificación para cometer sus atentados. Ello, dado que el material de guerra es suministrado por su principal enemigo; las armas de Jesbolá, Hamas y los sirios, así como su financiación y preparación, provienen de Irán.

Hay que recordar que desde 1991, palestinos e israelíes negocian en público o en secreto, directamente o con intermediarios. Ante unas negociaciones infinitas y frustrantes, pues los árabes sufrieron una aplastante derrota por parte de Israel en tan solo seis días de guerra, es hora de negociar sobre la posibilidad de permitir el establecimiento del Estado Palestino, cosa que el pueblo israelí no quiere. Prueba de ello es que han permitido asentamientos israelíes en territorio donde estará el Estado palestino. No obstante, la comunidad internacional ha reafirmado que los asentamientos son contrarios al Derecho Internacional y un obstáculo para la paz.

Conciliar las necesidades territoriales del Estado palestino con la seguridad de Israel, es la propuesta de Hillary Clinton, Secretaria de Estado de Estados Unidos.

A mi juicio es ilusa, pues nadie tiene gobernabilidad sobre grupos terroristas que operan dentro de la propia Palestina y gobiernan a Gaza, una franja territorial que es un dolor de cabeza para Israel.

Hay que resolver el hacinamiento y la pobreza extrema en que se encuentran los más de cuatro millones y medio de refugiados palestinos que vienen de Líbano, Siria, Jordania y de los propios territorios ocupados.

La otra parte es la más crucial: el reparto del agua, pues si Israel devuelve los territorios, se quedaría sin agua. Como si fuera poco, Jerusalén también alega la preservación de elementos religiosos, urbanísticos, políticos y económicos. Lo que se aspira por parte de los negociadores americanos es que, al mismo tiempo, Jerusalén sea la futura capital de los dos Estados.

Por ahora se percibe que la paz es inalcanzable. La actual composición de la coalición gobernante en Israel es muy vulnerable a las presiones de su pueblo, que pide no ceder su territorio. Las decisiones son políticas, como la absurda posición de la coalición gobernante de convocar a un referendo para consultar con el pueblo judío los puntos de la negociación. Entonces, cabría recordar lo que dijo José Martí: “el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso que la guerra”.

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