AGENCIAS

La crisis libia parece encaminarse a una fase decisiva ante el avance de los opositores, quienes están tomando las armas de los cuarteles militares y se aproximan cada vez más a Trípoli, bastión del líder libio, Muammar Gaddafi, donde los inconformes alistan una multitudinaria marcha para mañana.

La Oposición informó ayer que ya se había apoderado de Misurata, la ciudad más importante del oeste después de Trípoli, al tiempo que la insurrección crecía en Cirenaica, una región rica en petróleo, y se reportaban las primeras manifestaciones en Sabha, considerada un enclave del líder libio.

Hasta el martes, la revuelta sólo llegaba hasta el este, a lugares como Benghazi y Tobruk, donde ayer la gente celebraba y daba la bienvenida a la “nueva Libia”.

“Ganaremos esta guerra. (Gaddafi) no conseguirá enfrentarnos hermano contra hermano. Lo ha intentado con bombas, con balas y con sus palabras, pero no podrá matarnos a todos. La victoria está sólo un poco más lejos, pero no es inalcanzable”, dijo Said, de Tobruk.

Cada vez más acorralado, Gaddafi, quien la víspera amenazó con aplastar las protestas, desplegó a numerosos milicianos en las calles para defender Trípoli.

“Muchas personas tienen miedo de dejar sus hogares en Trípoli y hombres armados leales al régimen están dando vueltas amenazando a las personas que se juntan en grupos”, dijo el tunecino Marwan Mohammed mientras cruzaba la frontera del oeste de Libia hacia Túnez.

Pero las amenazas no son suficientes, pues el régimen sigue sufriendo nuevas deserciones.

Ayer, dos pilotos a los que se les había ordenado bombardear Benghazi, cuna de la revuelta, optaron por lanzarse en paracaídas y permitir que su avión se estrellara en el desierto.

Uno de los pilotos –identificado como Alí Omar Gaddafi– pertenece a la tribu del líder libio, la Gadadfa.

Por su parte, el desertor del régimen Mustafá Abdeljalil, quien renunció a su cargo de Ministro de Justicia, dijo tener la prueba de que Gaddafi dio la orden de atentar en 1998 contra un avión de PanAm sobre Lockerbie, en Escocia, que causó 270 muertos.

Por otra parte, la comunidad internacional ejerció más presión.

La ONU retiró el nombramiento de embajadora de la buena voluntad a Aisha Gaddafi, hija del líder libio, mientras que Estados Unidos dijo que podría imponer sanciones para ayudar a poner fin a la violencia que, según el Canciller italiano, Franco Frattini, han dejado mil muertos.

El Presidente Barack Obama no dijo que Gaddafi dejara el poder, pero sostuvo que sería el responsable de cualquier abuso a los derechos humanos.

“Es imperativo que los países y los pueblos del mundo hablen con una voz”, dijo Obama a periodistas en la Casa Blanca, en sus primeros comentarios públicos sobre la crisis libia.

“El sufrimiento y el derramamiento de sangre es vergonzoso”.

El Mandatario anunció que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, arribará a Ginebra el lunes para participar en la sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, donde se convocó a una reunión de emergencia para discutir la situación en el país norafricano.

Por otra parte, Saadi Gaddafi, uno de los hijos del dirigente libio, dijo al Financial Times que Saif al-Islam, su hermano, está preparando una Constitución para “llevar nueva sangre al Gobierno”.

“Mi padre se mantendrá como el padre que aconseja”, indicó.

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