JORGE MARIRRODRIGA


Servidor pide perdón por no compartir la ola de entusiasmo general que invade a esta profesión, y a alguna otra también, ante el cariz que están tomando las revoluciones en los países árabes. Y se disculpa por no haber ingresado en la orden de creyentes en la República Democrática de Facebook, expresión atinadísima que ya circula por ahí. De seguir la misma línea de razonamiento en la reciente conmemoración del intento de golpe de Estado en España del 23 de febrero habría que haber rendido homenaje… al teléfono. Y no se trata de defender ninguna dictadura, al contrario. Pero se trata de decir lo que está pasando y no lo que nos gustaría que pase.

Porque verán, en el Egipto liberado, donde los militares están en el poder sine die y hasta el momento nadie ha convocado elecciones de ningún tipo, los medios nos estamos callando ante algunas cosas que suceden y que llevan por un camino concreto. ¿Hacia una democracia? Juzguen ustedes.

A día de hoy el único líder que se ha dirigido a la multitud desde la famosa Plaza Tharir o Plaza de la Liberación es Yusuf al-Qaradawi. Congregó a cerca de un millón de personas y los periodistas relatamos en nuestras crónicas que exigió a los militares que siguieran con los cambios, aseguró que el movimiento popular no había terminado y pidió la colaboración de los cristianos. Esto último lo subrayamos mucho. Fiesta fraternal.

Pero Al-Qaradawi no pronunció ni una sola vez la palabra “democracia”. Al-Qaradawi es autor de best-sellers en el mundo islámico tales como Islam, el Futuro de la Civilización y tiene un programa televisivo seguido por millones bajo el nombre Sharia y Vida. Tiene prohibida su entrada en Estados Unidos y Reino Unido por difundir ideas contrarias a la democracia y hasta intelectuales árabes han firmado un manifiesto contra él acusándolo de dañar la imagen del Islam. ¿De dónde son los firmantes? De Irak, Egipto… y los territorios palestinos.

Como explica muy bien el periodista italiano Giulio Meotti, la plaza ha sido antirégimen, eso sí, plagada de caricaturas de Mubarak con Kipa y estrella de David en la frente y el grito de “judía, judía” a una periodista occidental mientras abusaban de ella. Y ahora en esa plaza se ha vuelto a encender la mecha del viejo sueño del Califato. El único hombre que ha usado la emblemática plaza como estrado es autor de la frase “liberemos Jerasulén, millones de mártires”. Hace dos días fue asesinado un sacerdote cristiano. Poco ha durado el buen rollo islamista.

La democracia no va a llegar esa solita a Egipto. Ahora mismo sigue habiendo una dictadura y la alternativa que se adivina por el horizonte no es mejor.
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