ADINA CHELMINSKI

Muchas veces se pasa por experiencias que dejan mucho que rememorar y que nos enseñan a ser más humildes, a trabajar más en equipo, a mejorar nuestro desempeño y a recordar que las venganzas son algo que no debe ocurrir nunca, pues sólo se crea un círculo vicioso.

Érase en la época jurásica (bueno, no tanto, pero sí en el pasado lejano, cuando existía Enron, las torres gemelas y Lehman Brothers) que yo era una analista minúscula en el área de estrategia financiera de una gran casa de bolsa.

Mis labores eran meniales, mis errores, personales y profesionales, profundos, y las lecciones que recibí, también profesionales y personales, enormes.

El problema de trabajar en el medio financiero, particularmente en esa oficina, eran las políticas implícitas de género. Para los hombres (la mayoría de mis jefes y colegas) eras un pollito en rostizador y para las poquísimas mujeres era un obstáculo a pisar. Aun cuando ellas estuvieran en un puesto de mando, la capacidad de hacer equipo honesto y frontal era nula. La humildad inexistente.

Por razones ajenas a estas políticas (o quizá no), dejé el trabajo y emprendí el camino profesional que hoy curso. Grande fue mi sorpresa cuando, siete años después de haber dejado el banco, uno de mis ex superiores, quien había sido muy poco frontal conmigo, me mandó su currículum pidiendo ayuda para conseguir otro trabajo.
Tengo que aceptar que la primera reacción fue una enorme sonrisa y agradecimiento al karma del universo. Pero, después del ataque inicial de ego, me di cuenta de la cantidad de lecciones profesionales que esta anécdota encierra. Lecciones que tienen que ver con el trabajo y, por ende, con nuestra capacidad de generar ingresos, que es después de todo la bisagra en la que se sustentan las finanzas personales.

Así que estas son algunas de las lecciones que espero puedan servirnos a todos para desempeñar un mejor trabajo y, por ende, a tener la posibilidad de generar mayores ingresos:

Primero, la importancia de la humildad. Lo que asumimos, sobre todo en las culturas latinas, como una marca de debilidad es, a fin de cuentas, una de las características más importantes de un líder exitoso. Hace unos años el Harvard Business Review publicó un estudio llamado El triunfo de la humildad y el empeño, en donde inequívocamente marcan que el líder humilde es más efectivo en su desempeño, en sus resultados y en los resultados de su equipo de trabajo.

Fomentar la humildad propia y de nuestros subordinados (porque seamos sinceros, nuestros jefes no nos van a hacer caso) es algo que debemos enfatizar de la misma manera en que enfatizamos los resultados técnicos y operativos.

Segundo, la importancia de aprender a hacer equipo. Una habilidad que, sobre todo las mujeres, tenemos muy poco y mal aprendida. El hacer equipo se piensa como un bemol en el desempeño y los resultados.

Pensamos que nuestro desempeño particular brilla menos si formamos buenos equipos, esto es falso. Saber hacer equipo denota a los integrantes como personas inteligentes y preocupadas por la empresa en donde trabajan.

El hacer equipo no sólo repercute en la manera en que nos desempeñamos en un trabajo, sino también en la relación que podemos mantener con ex jefes o ex colaboradores quienes nunca sabemos cuándo vamos a volvernos a topar o a necesitar de su ayuda.

Por último, la venganza, por más tentadora que sea, no tiene ningún lugar en el ámbito de trabajo. No sólo no sirve de nada, crea, además, un círculo vicioso de repercusiones que sólo demuestran falta de seriedad y madurez.
Diez minutos después de recibir el currículum, lo reenvié a todos mis allegados, con unas palabras reales y honestas de su capacidad profesional (es más, si alguien de mis lectores está interesado en una estupenda analista y relationship manager del medio financiero, les pido se pongan en contacto conmigo).

Uno nunca sabe cuándo va a ser uno el que necesite una mano amiga para conseguir empleo. El karma existe. Comprobado.

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