ANNAËLLE SLOAN

Esta entrevista, fue publicada por el semanario francófono-israelí Hamodia con ocasión del lanzamiento del libro de Michel Gurfinkiel “¿Podrá sobrevivir Israel? Las nuevas reglas del juego.

“¿Podrá sobrevivir Israel?” El título de su último libro tiene algo de provocación…

M.Gurfinkiel: En Francia, esta cuestión vuelve a plantearse sin cesar: lo más a menudo por razones equivocadas. Esto no quiere decir que sea absurda en sí misma. Israel, a pesar de sus éxitos, sigue siendo un país pequeño. Por lo tanto un país vulnerable. Suscita solidaridades excepcionales en una parte del mundo (por ejemplo, el público estadounidense), y aversiones no menos excepcionales en otras partes del mundo (los países árabes e islámicos, grandes segmentos de la opinión pública europea). Uno puede imaginar una situación en la que el mundo llegue a conspirar en su contra. Uno puede imaginarse una situación militar y diplomática desastrosa donde el Estado judío sea a la vez asediado por sus vecinos y sometido a la presión internacional, incluido por los EEUU.

Lo que ustedes denominan el “escenario Zacarías”.

M.Gurfinkiel: Sí. En el capítulo XIV de Zacarías (en el ritual sinagogal, en la lectura bíblica adicional del primer día de Sucot) se describe un asalto global contra “Jerusalém”, es decir, Eretz-Israel, en su identidad básica y profunda de país judío. No nos frotemos los ojos ante eventos de este tipo. Algunos políticos, como Zbigniew Brzezinski, quien fue el asesor estratégico de Jimmy Carter, pidió a Barack Obama que convocara una conferencia internacional en Jerusalém para “imponer” la paz en el Oriente Medio, y todo ello a través de una serie de presiones que obviamente sólo se ejercerían sobre Israel. Yo no sé si Brzezinski lee la Biblia. El hecho es que parece parafrasear a Zacarías o más bien a los enemigos de Israel tal como Zacarías los describe.

Usted dice que habitualmente se hacen dos procesos contra Israel.

M.Gurfinkiel: El primero es de naturaleza racional y política. El objetivo: acusar al Estado de Israel de haber robado de una u otra manera al pueblo árabe palestino. El segundo es de naturaleza opaca, apasionada, subjetiva, y es que a través de Israel se apunta directamente al judaísmo. He intentado mostrar en mi libro que los israelíes podrían ganar fácilmente ese primer enjuiciamiento. Pero no el segundo, pues nos reenvía a los debates fundadores de las dos grandes religiones monoteístas no judías: el cristianismo y el Islam.

¿Cómo es eso?

M.Gurfinkiel: Estas dos religiones tienen, de cara al judaísmo, un problema de filiación, así pues de legitimidad. Si ambas se derivan del judaísmo, ¿por qué lo han abandonado? Hay, tanto en la una como en la otra, corrientes que tratan de resolver esta cuestión aproximándose lo más posible a la religión materna. En cambio, hay otras que sostienen que los judíos no cumplieron con su vocación y destino. Y otras en fin que consideran a los judíos como criaturas satánicas de las que deben liberarse “los verdaderos creyentes”. En muchos aspectos, las posiciones que los Estados modernos – incluso los “laicos” – profesan hacia Israel simplemente reflejan estas opciones religiosas. Si Estados Unidos sigue siendo favorable al estado judío, al menos en su opinión pública, esto se debe en parte a la influencia de los cristianos judeófilos. Inversamente, el actual anti-israelismo musulmán está menos ligado al problema palestino de lo que se quiere creer, y mucho más al incremento del fundamentalista sunita o chiíta radicalmente hostil al judaísmo.

Usted se muestra especialmente reservado con Barack Obama.

M.Gurfinkiel: A corto plazo, la administración Obama oscila, de acuerdo con los resultados electorales, entre ser pro-Israel y el anti-israelismo. Pero a largo plazo, su “gran diseño”, como el desarrollado por el presidente Obama en muchos de sus discursos oficiales – sobre todo a partir del ofrecido en El Cairo el 04 de junio 2009 -, es transformar América, que sigue siendo hasta el día de hoy una nación judeo-cristiana, en un país abierto a todas las religiones, lo que implica sobre todo abrirse al Islam. Esta transformación, inevitablemente, tendría el efecto de forzar y romper los lazos que unen a los Estados Unidos con el Estado judío. Por lo tanto, privarle de su apoyo geopolítico principal.

Sin embargo, los judíos de América votan a Obama…

M.Gurfinkiel: Casi el 80% de ellos votaron por Obama en 2008. Pero sólo fueron algo más del 60% en las elecciones de mitad de presidencia en el 2010. Una vez más, el peso de los puntos de vista religiosos es crucial. Los judíos de América con sensibilidad ortodoxa o “de la moderna ortodoxia” (el equivalente de los “Dati-Leumi” o los “sionistas religiosos” de Israel) votan de manera pragmática, basándose en lo que creen que son los intereses prácticos del pueblo judío: la mayoría de ellos consideran a Obama como una amenaza y no le votan. Pero representan solamente alrededor del 20% de los judíos estadounidenses. La judíos no ortodoxos de una cierta edad (que son “conservadores” , es decir, semi-tradicionalistas, o bien reformistas) han sido inducidos a votar por Obama en el 2008, pero a menudo han cambiado de opinión en el 2010. Por último, los judíos no ortodoxos de menos de 50 años – que ya no serían judíos en un sentido halájico estricto, y que han sustituido la Torá por una especie de “religión del progreso humano o progresista” – siempre votan por Obama.

Usted escribe en su libro un capítulo fascinante sobre la “calle árabe”…

M.Gurfinkiel: Donde rige la unanimidad, o la presión social generalizada para hablar en términos científicos.

Un capítulo, en cualquier caso, qué anuncia las revoluciones actuales…

M.Gurfinkiel: Las revoluciones actuales tienen causas diversas y variadas. ¿Pueden dar lugar a regímenes democráticos en el sentido occidental de la palabra, sobre la base de la ley, el rechazo de la violencia y las libertades personales? Nada en su funcionamiento, en los eslóganes que utilizan y en las primeras declaraciones de sus líderes, permite pensarlo. Estas revoluciones han tenido éxito – al menos en parte – sólo a través de la movilización de la famosa “calle árabe” o la “calle islámica”: mediante una alineación de la élite nacionalista-islamista y sobre una apuesta verbal e ideológica contraria a Occidente, y obviamente contraria a Israel.

HAMODIA