ENTREVISTA CON PIERRE ANDRÉ TAGUIEFF

Filósofo, científico político e historiador de las ideas, Pierre-André Taguieff está preparando un nuevo libro sobre las variedades del antisionismo contemporáneo. Ahora analiza el impacto de la novela de Umberto Eco y responde a algunas preguntas sobre la actualidad política y literaria.

Como historiador de las ideas y experto en los Protocolos de los Sabios de Sión, y más ampliamente en la cultura conspirativa, qué le inspira la última novela de Umberto Eco “El cementerio de Praga”?

P.A.T. De una manera general, en la obra de Umberto Eco, un talentoso metomentodo, prefiero los escritos del ensayista que los del novelista. En “El nombre de la rosa”, una mezcla de virtuosismo y erudición, me divirtió y cautivó a veces. Pero el lector de las novelas de este seductor profesional se enfrenta a veces a ciertos problemas, aturdido por la avalancha de alusiones y referencias cifradas. El Eco novelista no es tan emocionante como el ensayista, donde explora, analiza y decodifica con ironía y jubilo las creencias y las estrategias, los rumores y los mitos del mundo moderno. Desde hace ya tiempo, Eco ha expresado su interés en sus ensayos por las historias de conspiraciones, a menudo relacionadas con la falsificación y la manipulación de la policía, en las que los hechos históricos tienden a confundir la ficción con la no ficción. Lo que es el caso de los Protocolos de los Sabios de Sión, una de las más famosas falsificaciones de la historia occidental, a la que dedica unas cuantas páginas en el “El péndulo de Foucault” (1988) – donde se sumerge en el colorido mundo del esoterismo, y para mí es un logro deslumbrante.

También se encuentra una brillante evocación de los Protocolos en el ensayo titulado “Protocolos ficticios”, donde analiza los orígenes del mito de la conspiración judía, o judeo-masónica, internacional, del cual los Protocolos de los Sabios de Sión son el principal vehículo desde su publicación en Rusia a finales del verano 1903. Al igual que Eco, yo también estoy interesado en “los falsos que crean historia”, provocando acontecimientos a menudo catastróficas, y se le debe rendir homenaje por haber atraído la atención sobre la fuerza causal de eso que algunos de mente estrecha rechazan sin más tildándolo de “irracionalismo”. Pero lo que ha construido en “El cementerio de Praga” no me ha convencido. Mi decepción proviene tal vez del hecho de que conozco muy bien los materiales simbólicos e históricos con los que Eco ha construido su última novela. Desde principios de 1990, en la estela de León Poliakov y Norman Cohn, he dedicado varios libros al estudio de la mitología conspiracionista moderna y contemporánea, analizando los diversos temas e historias de acusación mezclando lo Anti-masónico y el antisemitismo, y donde los falsos político-literarios juegan un papel decisivo. Mi objetivo era identificar las funciones de aquellos mitos políticos modernos aún en activo. Eco se paseo por su cuenta por entre las cuevas y los subterráneos de la cultura conspiracionista, curioso de todo, pero enfocándolo sobre todo como una diversión. Con esta novela, Eco ofrece literatura de entretenimiento: abundancia de historias, pero no de estilo. Uno siente que él mismo se ha debido divertir bastante escribiéndolo. En cuanto al resultado, los malos espíritus dicen que es un Dan Brown sofisticado y bien documentado, el Dan Brown de los universitarios.

¿La controversia que se ha desarrollado en la prensa italiana puede estar justificada, y por qué?

P.A.T. Es necesario confrontar las intenciones del autor con el resultado, y sobre todo el efecto producido. Eco ha declarado haber deseado “confrontar de manera abierta y ampliamente los clichés antisemitas, para así desmontarlos”. El problema es que él los expone a lo largo y ancho del libro con complacencia y cierta complicidad irónica, instalado en una zona de ambigüedad en la que se mezcla alegremente la verdad y la mentira, lo cierto y lo probable, lo hipotético y lo verificado, los hechos históricos y los rumores, las leyendas, los mitos. Su novela se parece a una recopilación de textos anti-judíos, los cuales además hacen olvidar las intrigas. La ficción narrativa se presta mal a la crítica y al desmontaje, y la fascinación de Eco por la prehistoria de la Protocolos es contagiosa. Por lo tanto, se puede temer que su novela funcione, para los lectores ingenuos, como una especie de libro de texto de introducción a las teorías de la conspiración anti-judías y anti-masónicas, y para los fanáticos del pensamiento conspirativo, como una especie de “recordatorio” de dichas ideas. Apilar y repetir las delirantes acusaciones, los maliciosos rumores y mitos repulsivos en una novela, es arriesgarse a convertir a esos mitos en verosímiles.

“La mezcla de verdadero y lo falso es más falso que lo falso”, dijo Valery. Eco, en virtuoso, jugando él mismo a falsificadores y plagiarios, conduce al lector a imaginar una gran conspiración judía y le deja como único juez de su realidad. Más bien que un descifrado y un desmontaje de las falsas acusaciones y de los estereotipos anti-judíos, supone un fortalecimiento de los prejuicios y de las creencias pre-construidas a los que se arriesga a haber contribuido, al menos para una parte de sus lectores. Tal vez el placer de jugar con fuego es más fuerte que cualquier otra cosa.

¿Es cierto que los Protocolos de los Sabios de Sión son todavía considerados como auténticos en algunos países musulmanes?

P.A.T. No conozco un país musulmán donde los Protocolos no sean regularmente invocados en los medios de comunicación para justificar la tesis del “complot sionista mundial”, e incitar en consecuencia a la jihad contra Israel en particular y contra los “sionistas” o “judíos” en general. Desde la década de 1950, es en el mundo árabe-musulmán donde los Protocolos fueron más a menudo reeditados, prologados, anotados o citados por líderes políticos, periodistas y escritores conocidos. En Egipto, Siria y el Líbano, se cuentan innumerables ediciones. En un Estado islámico no árabe como Irán, los Protocolos son regularmente reeditados desde 1985. En el documental del que he sido co-escritor, “La verdad está en otra parte, o la verdadera historia de los Protocolos de los Sabios de Sión “(2008), la cineasta Barbara Necek entrevistó a uno de los jóvenes líderes de Hamas, Fawzy Barhum, su portavoz en Gaza, y él fue muy claro: “Nosotros, en Hamas, creemos que los Protocolos fueron escritos por los judíos, porque los judíos crean problemas en todo el mundo, en los países árabes, en los países musulmanes, en Europa y en los Estados Unidos. Es todo el tiempo la misma cosa: donde hay un judío, hay un problema”.

Los Protocolos son citados a menudo para explicar la evolución errática de los acontecimientos. Hamid Chabat, el alcalde de Fez y miembro influyente del Istiqlal, un partido nacionalista y conservador marroquí que ganó las elecciones legislativas de 2007, explicó a principios de marzo de 2011 en una reunión de activistas de su partido que las revoluciones árabes estaban inscritas en el programa de los Protocolos: “Anteriormente, el colonialismo y el Protectorado garantizaban su supremacía mediante la fuerza militar y la invasión. Hoy en día, son las ideas, Facebook y el progreso científico. Y eso se explica en un libro que conocen bien los investigadores, son los Protocolos de los Sabios de Sión“. El celebre falso también es utilizado para probar la existencia de una “conspiración sionista mundial”. Chabat dice que aquellos que tomaron el poder en Túnez y Egipto han salido “de la nomenklatura, lo que confirma las predicciones de los Protocolos de los Sabios de Sión: cuando los acontecimientos llegan a un cierto umbral, los sionistas, siguiendo instrucciones de su organización mundial, designan a los que nos deben gobernar”. La carrera de Protocolos está lejos de haber finalizado.

Eco evoca largamente la figura de Toussenel, el autor del folleto “Los judíos, reyes de la época” (1845). ¿Podemos decir que los temas principales del antisemitismo contemporáneo nacen en la izquierda, y dónde cree usted que se situaría políticamente un polemista como Drumont?

P.A.T. El moderno antisemitismo político, tal como se ha fijado doctrinalmente en los últimos veinte años del siglo XIX, especialmente en Francia y Alemania, tiene un doble origen, o si se prefiere dos lugares de nacimiento durante la primera mitad del llamado “siglo del Progreso”: de una parte, dentro del marco del tradicionalismo católico y del pensamiento contra-revolucionario o “reaccionario”, y por otra parte, dentro de los medios del anticapitalismo revolucionario, en el de los múltiples movimientos dentro del socialismo y el comunismo.

El caso Drumont es muy interesante, sobre todo porque pone de relieve el intercambio de creencias, temas y argumentos entre el polo contra-revolucionario y antirrepublicano y el polo revolucionario/anticapitalista, inclusive una cierta comunidad de valores y representaciones que giraban alrededor de una crítica radical del mundo moderno. Los ataques de Drumont contra las oligarquías financieras gustaban mucho a los socialistas de la época, cuyo imaginario revolucionario se centraba en la demonización de la familia Rothschild, “el rey de los judíos”, el rey de la época”, o bien “El rey de la República”.

A partir se su best-seller “La France Juive” (La Francia judía), de 1886, Drumont se sitúa en el encrucijada de la crítica socialista y la crítica tradicionalista católica de la sociedad liberal e individualista, dominada por los grandes poderes del dinero. El polemista anti-judío encarna la difuminación de las fronteras entre los numerosos actores de una derecha revolucionaria y de una izquierda reaccionaria, los cuales comulgan en la denuncia de los “feudalismos financieros” que reinan en la “sociedad burguesa”. Me parece que, mutatis mutandis, convergencias de este tipo ya se están produciendo hoy en día.

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